Por José E. Cordeiro
Reseña de la obra teatral La sombra Diabla, de Ada Dorrego y Marisa Taboadela
“No voy a hablar de la penumbra mejor voy a ver si puedo despertar” (L. A. Spinetta)
La obstinación de permanecer en el bando de lo sutil puede ser un gesto suficiente en un tiempo en donde la empecinada carrera por el impacto, la sacudida o la explosión hace, por lo general, de la obra expresiva humana un show que peina a pelo de los poderes que usan la luz para cegar. La obra de Ada Dorrego y Marisa Taboadela apuesta por el otro lado, el de las sombras que permiten valorar los sutiles tonos de lo luminoso. Encarar una obra artística de estas características es una forma de militancia, una resistencia en lo actual, porque comenzando por la técnica (o debería decir las técnicas) de raigambre milenaria, y continuando por la belleza que logra, es un remanso entrar en el espacio que La sombra Diabla propone.
El tema es, como todo asunto de origen popular, un “leitmotiv”, una historia de siempre, que siempre transmite más de lo que su literalidad sugiere. Aquí se narra un cuento de carnaval, una diablura en la diablada, una sombra que se separa de su cuerpo, y que, este cronista arriesga, de Bajtín a Lacan, podría ser una de las formas de narrar el amor, y lo hace. Las técnicas con que lo materializa, la magia de las imágenes, sensaciones, aromas y el sonido entretejen, ya que hablamos de Bajtín: “pensamientos sensoriales concretos vividos como la vida misma”.
Otra línea que aborda la obra es respecto de la intervención de la racionalidad occidental y su modo de comprender la naturaleza como un objeto subordinado a la acción humana, a diferencia de las culturas originarias cuyas expresiones son propias de otras relaciones, la Pacha, la madre tierra, una cultura donde prevalece el crecer de la semilla antes que el explotar de la mina.
Una mención especial merece el tratamiento sonoro. La música, así como las narraciones de pequeños relatos orales utilizados durante la obra recuerdan que la hibridación de las texturas y las gramáticas que nos conectan con lo ancestral no son necesariamente del ámbito de lo telúrico, sino que son nuestro presente, porque leemos en sentido amplio, registramos, sentimos, en medio de un medio (valga la redundancia) pletórico de signos que evocan huellas de una multiplicidad de tiempos y culturas.
Y si nuestra experiencia nos permite conectar emotivamente la remembranza de los pueblos originarios de la épica yankee con The Doors, el grano de la voz, metáfora fotográfica y lumínica que señala la especificidad de lo sonoro, el tono de los relatos, “su materialidad nos identifica con el sentido” de lo que hay de “nuestro” en los nuestros. En una tonada, en su respiración, están los colores y los aromas que sabemos con los sentidos, son de ese norte que tal vez quisiéramos más de lo que solemos pensarlo, sea nuestro norte.
Entre diablos y sombras, entre colores, luces, sonidos y amores, “La sombra diabla” comete el acto atípico de invitarnos a despertar soñando.
Próximas funciones: https://www.facebook.com/lasombradiabla/
Ficha técnica:
Dramaturgia: Ada Dorrego, Marisa Taboadela
Intérpretes: Ada Dorrego, Marisa Taboadela
Iluminación: Horacio Novelle
Diseño sonoro: Ada Dorrego, Marisa Taboadela
Diseño visual: Ada Dorrego, Marisa Taboadela
Asesoramiento musical: Ariana Aldariz, María Cottet
Arreglos musicales: Santiago Varela
Realización: Ada Dorrego, Marisa Taboadela
Dirección: Ada Dorrego, Marisa Taboadela
Duración: 45 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos