Por Lucrecia Fernández. En esta primera entrega, las voces de la militancia de los 70 en los barrios, donde la represión era la persecución política al pueblo organizado.
Un relato que traza un recorrido histórico en el contexto actual, donde el discurso de los derechos humanos impera desde los gobiernos y sin embargo año a año se reconstruye la historia de la dictadura que atraviesa -esta vez desde el paradigma represivo de ayer y de hoy- a las villas y los barrios humildes.
En la ciudad de Córdoba Capital, al igual que en otras ciudades de Argentina, hay muchos barrios humildes y villas con historia propia, algunos con más de cien años de vida.
Al noreste de la ciudad está el barrio Pueyrredón, Barranca Yaco -una de sus localidades- con cultura e impronta propia, se fue conformando con familias que venían del norte argentino (Tucumán, Salta, Santiago del Estero) que llegaban poblando los terrenos, para trabajar de la construcción y así buscar una mejor calidad de vida.
Por el año 1969 -poco después del Cordobazo- Nelio Rougier, sacerdote y fundador de la Fraternidad “Los Hermanitos del Evangelio”, llegó a Córdoba para trabajar con los pobres. Oriundo de Paraná, era uno de los representantes de la denominada Teología de la Liberación, que en Córdoba para ese entonces, ya estaba asentada en varias regiones. Llegó después de una estadía en Europa, África, Venezuela y Bolivia y por esa época conoció a Carlos “Vasco” Orzaocoa, que militaba en el PRT, se hicieron amigos y decidieron comenzar a trabajar en barrio Pueyrredón en la parte denominada Barranca Yaco.
Luego, el barrio también los eligiría y allí en un pequeño terreno, levantaron una casita para comenzar a trabajar en la zona. El “Vasco” fue uno de los pocos sobrevivientes de la Fraternidad y hoy en diálogo con Marcha, cuenta cómo era la vida y la organización en el barrio en la década del 70, y cómo vivieron la represión.
“Con Nelio llegamos al barrio y los vecinos recién un año después supieron que era cura, el no usaba sotana, y por regla en la Fraternidad todos debían ejercer un trabajo manual no intelectual. Nelio era muy buen albañil y yo su peón ayudante”. Pero además asegura que “había varios compañeros más, todos teníamos relación con organizaciones revolucionarias: Nelly venía todos los días desde barrio San Vicente, Marita que era enfermera, Felipe que también era albañil”.
Un barrio como hoy, como ayer, tiene la necesidad a flor de piel, y el “Vasco” lo relata con ese detalle necesario: “Era domingo por la tarde y la asamblea no se hizo esperar; había muchas necesidades en el barrio, luz, agua, salud. Así fue naciendo el movimiento villero. Con el tiempo nos sumamos también a los trabajos de basurero y barredor, que eran los trabajos que hacían la mayoría de los hombres del barrio”.
Orzaocoa afirma que la organización se hacía día a día: “Caminaba la organización en el barrio y también en el andar cotidiano. Empezamos con la conexión de la luz en las casas, fuimos a hablar con Tosco y puso una cuadrilla para ayudarnos con las instalaciones, realizamos actividades para juntar dinero para los cables, y con postes reciclados que nos dio el Sindicato de Luz y Fuerza más algunos lo más derecho posibles -de madera siempre verde del monte- hicimos las bajadas de luz de las casas.
Después fuimos por el agua, por entonces sólo había una canilla a unos 500 metros para proveer a todo el barrio, hablamos con el Sindicato de Obras Sanitarias, realizamos más actividades para juntar el dinero y logramos poner una canilla cada 4 casas. La relación con los sindicatos era muy fluida por la movilización obrera de la época y eso era de mucha ayuda”.
Los barrios se levantan, con los brazos de los vecinos, de las organizaciones sociales, también con los brazos de los curas villeros y así fueron cubriendo todas las necesidades: “Después armamos el dispensario, y un grupo de compañeros médicos -Nelly y Marita que eran enfermeras- ayudaban en la atención de la gente del barrio”.
Para ese entonces corría el año 1973. En 1974 y con la muerte de Perón, se recrudeció la persecución a los representantes de barrios, pero también ocurrió en las villas, en las fábricas y a los estudiantes. Comenzó a funcionar la Triple A, y así los asesinatos y desapariciones.
“Las cosas en el barrio se volvieron muy difíciles, pasando de amenazas verbales, al punto de haber disparado con armas de fuego contra la casita del cura. No mataron a nadie pero la advertencia fue clara. El barrio nunca dejo de acompañarnos y apoyarnos, y una tarde de domingo a fines de ese mismo año Nelio llamó a una asamblea en el barrio y comunicó a todos los vecinos que se tenía que ir por la seguridad del barrio y por la de él, que corrían peligro con su presencia.
Luego nos fuimos yendo los demás integrantes de la Fraternidad, algunos se fueron a una casa que Nelio había alquilado, a la semana de estar allí el lugar fue allanado y esos compañeros fueron detenidos, todos menos el cura que por ese entonces había sido trasladado a Tucumán para su seguridad. Sin embargo el 15 de marzo de 1975 fue secuestrado por las Fuerzas Armadas, un año antes del golpe militar argentino, nunca se pudo saber mucho”.