Por Agustín Bontempo* – @agusbontempo / Foto por Sergio Osovnikar
Brasita Perro Chagualo se compromete de lleno con un drama de nuestro tiempo a partir de exposición simple, clara y contundente.
No es casual ni aventurado que el fin de Brasita Perro Chagualo sea, desde la expresión artística, un canal que nos interpela a la sociedad para saber que algo malo está pasando. La obra encara el trabajo esclavo, tal vez el eslabón más feroz de la precarización laboral, con una retórica clara pero con un trasfondo importante.
En conversaciones con Marcha, Emilia Benitez, directora de la obra e integrante de La Joda Teatro, afirma que “Esto lo pudimos llevar adelante investigando, leyendo y poniéndonos en contacto con una ONG que aborda el trabajo esclavo. Eso nos llevó al acercamiento cara a cara con personas que vivieron esta situación. Ahí esto nos supera. La realidad supera un montón lo que podamos contar en el escenario.” Esa realidad de la que habla es nada más y nada menos que eso que expresan Flavio Bosco y Keko Le Moal cuando se plantan en el escenario y ponen en funcionamiento toda una cadena de montaje pero con una particularidad: ellos son todas y cada una de las partes del proceso de producción de zapatos, a toda hora, en pésimas condiciones y en un solo lugar.
El compromiso no es de ahora. Benitez nos cuenta que “El grupo de La Joda es un grupo platense. Es la primera vez que participo desde la dirección. Esto lo aclaro porque es un grupo que siempre viene trabajando temáticas sociales, pero lo venía haciendo más con la intervención callejera”. Sin embargo, en esta oportunidad, la intención no cambia aunque si el formato: “Hay problemáticas que a veces no se quieren saber. Como grupo tenemos que ponerlo en tema. De todos los que estamos acá ninguno a vivido este tipo de situación. Eso también es importante verlo porque fueron investigaciones y es difícil ponerse en esos cuerpos. Es otro laburo que hay que intentar y es sensibilizarnos con el otro. Hoy lo logramos a través del teatro.”
Esos jóvenes soñadores
La obra trata de dos hombres provenientes de algún lugar de Latinoamérica llamado Braliguay. De allí se fueron por necesidades y urgencias de trabajar o, mejor dicho de vivir aunque para este mundo sea lo mismo. Un taller en algún subsuelo los recibe y les promete poco a cambio. Lo que los motoriza es aquel mundo que los espera, de la familia, del amor abandonado, de la tierra propia y prometida.
“Uno abre el diario y estas notas las ve. Sigue siendo el desafío para las próximas obras trabajar con temáticas sociales que de verdad sea también un objeto artístico para salirnos de la nota periodística. No porque no sirva lo otro, sino porque una hace teatro. Ese es el desafío del grupo”, dice Emilia Benitez.
El desafío encarado es cumplido cuando uno puede estremecerse ante el llamado que no es tal, frente a las alucinaciones de alegría y prosperidad. Allí hay dos personas que son extensiones de máquinas y que viven gracias al triste y, curiosamente, alegre delirio. Esto se siente. Y también se logra gracias a lo que Benitez cuenta: “Para nosotros y nosotras fue una buena devolución que estas personas fueron a ver la obra. Porque a veces en búsqueda de lo teatral se pierde lo real. Y estuvo bueno ese intercambio. Hay cosas que con las que se identificaron, especialmente con lo que no es el trabajo. La risa, el acordarse de su tierra, que hacer cuando tenían hambre, cuando trabajaban sin luz”.
Esos cuerpos que se mueven al ritmo del sonido de las máquinas y los infinitos números que faltan para el final, están desarmados. “También trabajamos el cuerpo roto y la voz rota. En las entrevistas se vio mucho y creo que es algo que se consigue solo pasando por esa situación”.
Un trabajo colectivo
La obra se propone ser una herramienta más para visibilizar una problemática social pero sin perder la perspectiva teatral. Emilia Benitez cuenta que “Ante todo es un trabajo colectivo. Lo mio es más una coordinación que una dirección. Hubo un texto, por ejemplo, que el dramaturgo estuvo todo el tiempo conmigo en el ensayo. O pensábamos como hacer el hombre máquina, y lo pensamos y probamos. Yo no veo otra forma de dirigir que no sea colectiva.”
El resultado de la obra da cuenta de esas palabras. La puesta en escena es buena en calidad. Se ve en la comodidad y apropiación del espacio por parte de los actores. Por otro lado, un conflicto como el trabajo esclavo no puede abordarse sino es de manera colectiva, incluso cuando la intención (o la posibilidad concreta) no sea más que la visibilización y la concientización.
Brasita Perro Chagualo asume un propósito teatral y un compromiso social. Ambos son cumplidos.
Ficha técnica
Actuación: Flavio Bosco y Keko Le Moal Vestuario y escenografía: Valen Rodriguez Kees Maquillaje: Emilia Quintela Música: Al Ho Registro audiovisual: Pablo Kauffer Prensa: Pau Ponce y Mariana Arocena Asistencia Coreográfica: Dieguito Leandro Dramaturgia: Emmanuel Burgueño Dirección: Emilia Benitez Creación Colectiva: La Joda Teatro
La obra se presenta por última vez el miércoles 25 de mayo a las 21 hs en el Teatro La Lunares, en la calle Humahuaca 4027.
*Otras reseñas del autor:
“Conozco una manera de que te olvides de tu muerte. Acordate de la mía”