Por Florencia Puente, Elis Soldatelli y Gerhard Dilger*. / Foto: Gerhard Dilger
En el dossier conjunto entre Marcha y Contrahegemonía, entrevistamos a la historiadora, especialista en movimiento obrero, que repasa las continuidades entre los años de la Dictadura en la Argentina y la actualidad, respecto de la represión de las y los trabajadores y su pérdida de derechos laborales.
¿Qué perspectiva de investigación asumen al indagar los procesos de justicia, y cuál crees que fue, puntualmente, el rol de las empresas alemanas en ese proceso?
Este proceso de justicia abrió, en relación a la investigación académica, nuevos campos necesarios para avanzar en el proceso de judicialización. Empezamos a trabajar en la cuestión de la responsabilidad empresarial, tratando de leer bibliografía internacional, de vincular nuestra clave de capital- trabajo con lo que sucede a nivel regional e internacional. Pensando en la retroalimentación entre investigación y proceso judicial, que es un interlocutor entre otros con muchas especificidades, ese diálogo no es algo sencillo.
Abordamos esta cuestión de forma interdisciplinaria, desde cuatro instituciones: el CELS, Clacso, el Programa Verdad y Justicia y la Secretaría de Derechos Humanos. Y con un trabajo sistemático, todo lo que se había acumulado por investigadores individuales, en otros momentos y con distintas perspectivas, intentamos incorporarlo en un nuevo ciclo de análisis que permitió analizar 25 empresas de distintas regiones del país.
No soy especialista individualmente en el caso de las empresas alemanas, sino que formo parte de un grupo que trabajó sobre estas cuestiones. Empresas como Mercedes Benz, por ejemplo, nos obligan a pensar cuestiones como la complejidad de los sectores sindicales, la existencia de distintas corrientes. Y esto es crucial porque, tanto los sectores empresariales como las fuerzas armadas, a eso aluden para sacarse responsabilidad: a esta pugna sindical que sin duda era muy importante, y a la participación de sectores sindicales en la represión. El caso Mercedes Benz es muy interesante desde esta perspectiva, y porque nos obliga pensar en la historia de la empresa. Varios autores que analizaron el caso, como Gaby Weber, evidencian cómo estas empresas tuvieron relación con distintos procesos de represión, del nazismo en adelante. Esto también nos permite salir de la frontera nacional como limitante.
Por otra parte, el caso de Mercedes Benz también permite ver los vínculos más orgánicos respecto al equipamiento, por ejemplo. La provisión de recursos logísticos materiales nos lleva a hablar no de complicidad, sino de participación empresarial en la represión. No es que los sectores empresariales ven el accionar represivo y son pasivos, si no lo que hay es una participación directa en la represión. Hay muchas aplicaciones del caso de Mercedes Benz que son aplicables al caso de Ford, en el que se suma además la existencia de un centro de detención dentro del predio de la fábrica, que se repite en cinco de los casos que analizamos.
Es muy importante no exigir una linealidad lisa y llana. Mientras las empresas siderúrgicas tuvieron un proceso de consolidación y de concentración muy fuerte, tanto el grupo Acindar como el grupo Techint, y la dictadura pavimentó el camino para la consolidación para un monopolio en la siderúrgica, una industria clave en la economía, en otros casos trabajamos por ejemplo sobre la industria ceramista, que trabajó de forma muy primitiva con un nivel tecnológico muy bajo y no tuvo una evaluación positiva. Lo que tienen en común estas empresas es la preocupación por el accionar sindical y la necesidad de disciplinar y controlar a los trabajadores.
¿Qué perspectivas hay, en particular en relación a su investigación y los juicios, en el nuevo escenario de América Latina?
Creo que es un cambio de época que no es únicamente regional, sino internacional. Porque gran parte de las salidas de la crisis internacional, como los casos de Grecia y España, es lo que se está imponiendo en América Latina. Frente a esto recuperar esta variable capital-trabajo es central y urgente, porque desde esta perspectiva uno puede pensar en la confluencia de sectores con grandes diferencias pero con puntos en común, como algunos logros básicos de los trabajadores como el derecho de organización o el enfrentamiento radical a la criminalización de la protesta.
Creo que lo que estamos viviendo es un intento de reconfiguración del mercado de trabajo, centralmente a partir de la introducción del desempleo como una política que se extiende cada vez más. Y esta es una política de disciplinamiento muy grande, porque lo que hace es instalar la defensa del puesto de trabajo como lo más inmediato y borrar la pelea por el salario, por las condiciones del trabajo. La eliminación de subsidios, es decir, la transferencia de toda esa masa de financiamiento requerida de los usuarios, implica una ofensiva tremenda contra el salario también. La reconfiguración contra los medios de comunicación, contra la ley de medios, aun con todos sus problemas, la criminalización a la protesta, creo que son cuestiones que afectan directamente a los trabajadores.
Estos son signos de un cambio de época, sumado al aumento de la represión, por las fuerzas represivas que se mostraron mucho más encarnizadas que, incluso, algunos momentos previos durante el kirchnerismo. Por eso digo es importante no marcar las rupturas absolutas sino ver procesos, había una disputa fuerte respecto de los niveles de la política represiva, de los derechos de organización, etc. Me refiero, por ejemplo, a los hechos en Panamericana, o a otros muchos procesos de organización de los trabajadores donde se cuestionó la intervención policial. La prisión de Milagro Sala muestra un proceso de criminalización de la protesta muy fuerte: el hecho de que hace dos meses esté presa, en un proceso absolutamente irregular, con protesta de los organismos internacionales, con exigencia de liberación por parte de sectores muy diversos que no tienen más que defender que la violación de todos sus derechos, hablan de un cambio de panorama.
Sin embargo, no es la primera vez en la Argentina que cambia el panorama y creo que gran parte de la construcción de todas esas décadas se hizo en contextos muy adversos. Entonces, ¿cuál es el futuro? Depende de lo que hagamos. Estoy muy sorprendida por los niveles de movilización social en torno al 40 aniversario, muy conmocionada y emocionada. Y creo que eso muestra que hay algo que nos interpela, que hay algo que está muy presente porque nos habla del lugar de donde estamos, nos da claves necesarias para ver como seguimos. Entonces me parece que el futuro está por definirse, creo que está claro el rumbo que se quiere marcar incluso hay discursos muy abiertos al respecto. La estigmatización del empleado público, con la noción de que hay un millón y medio de personas que van a su trabajo y no hacen nada, nos está marcando una idea del trabajador que tiene el gobierno de manera muy abierta y que muestra el rumbo que quiere dar.
Ahora frente a esto, creo que también hay un proceso de construcción que no es fácilmente eliminable porque está muy arraigado en amplios sectores, porque parte de la cuestión es analizar cómo llegamos a donde llegamos y como puede ser que esté rumbo que estamos analizando haya sido votado por el 51% de la población, y no tenga por parte de amplios sectores un rechazo manifiesto. Por otro lado también hay que ver que hay otro proceso de construcción de sectores que francamente tienen poder, entonces no es tan sencillo. Es cierto que las cuestiones que se construyen desde el gobierno son difíciles de desarmar, ya vimos que en tres meses lo que se puede lograr y hay una capacidad de desmantelamiento que es muy llamativa. Pero por otro lado, hay posibilidades de respuesta y que se van articulando con el tiempo, creo que no son inmediatas.
*Parte de la Fundación Rosa Luxemburgo.