En el marco de las elecciones presidenciales en Ecuador que se realizarán el próximo domingo, dialogamos con Alejandra Santillana, integrante de la Colectiva Feminista Ruda. Con el Especial “Ecuador: estallido social, elecciones ¿y después?” realizado por Marcha y Fm la Tribu, nos preguntamos junto a la investigadora social sobre los posibles escenarios que se presentan y los desafíos a los que se enfrenta el pueblo ecuatoriano.
Por Camila Parodi, Cesar Saravia, Ignacio Marchini y Maru Waldhüter
¿Cómo se llega a las elecciones de mañana en Ecuador, después de las movilizaciones masivas de octubre de 2019?
Detrás de lo que pasó en octubre de 2019 hay varios procesos. Primero, un proceso de hartazgo frente a la memoria del saqueo que tienen los sectores populares y medios. Están absolutamente cansados. Segundo, el subsidio a la gasolina y a todos los combustibles es un elemento neurálgico en la economía ecuatoriana. Por la dolarización, lo único que permite bajar los costos de producción es el subsidio a la gasolina. Nosotros no podemos emitir dinero para bajar costos. No podemos competir con los países vecinos porque ellos pueden bajar los costos de producción, nuestros productos son súper caros. Entonces, quitarnos el subsidio a la gasolina es un golpe directo a los pequeños y medianos productores, transportistas, amas de casa, gente que vive de los servicios, es decir, a los sectores medios y populares.
Porque además eso significa subida del pasaje, subida de la gasolina, subida de todo. El gobierno no midió eso. Y creyó, pues, que podía lanzarse con una cosa como esa y por eso emite el Decreto 883. Durante doce días el pueblo ecuatoriano salió masivamente a las calles para bajar este decreto. Octubre nos permitió recuperar la capacidad y la memoria del pueblo ecuatoriano y del campo popular organizado, de que es posible con la movilización y la organización, cambiar algo.
Sin embargo, esa fuerza que tiene el pueblo va a rebasar a las organizaciones históricas si no logran construir una propuesta organizada que se sostenga en el tiempo. Ya no tenemos la discusión de la Constituyente porque ya tuvimos la Constituyente. Por lo tanto, esa vía ya no sirve. Octubre fue fundamental como un hecho simbólico, heroico, central. Pero que no logremos sostener todo ese octubre luego en propuestas concretas es el principal problema del campo popular.
¿Y ese error a qué pensás que responde?
Yo creo que las izquierdas y las organizaciones logramos representar el conflicto. Lo representamos políticamente. Logramos capitalizar el descontento, pero al momento de construir propuestas sostenidas, amplias, participativas, que no sean necesariamente en clave electoral, tenemos un problema. Eso es característico del campo popular ecuatoriano. Es un problema.
Eso impide que ahora, por ejemplo, el candidato digamos de las organizaciones de izquierda, Yaku Pérez, que viene de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), tenga una propuesta realmente programática, que sea una cosa rupturista, que refleje de alguna manera el sentimiento de octubre.
¿Cómo ven la gestión de Lenin Moreno?
Es lamentable. Ni siquiera le interesa tener popularidad porque lo único que quiere es cumplir el mandato de los empresarios. Es un contexto muy jodido para el país. Somos uno de los países que tiene uno de los niveles de mortalidad más alto producto del COVID. Más de veinte mil ecuatorianos murieron por causa del coronavirus. El sistema de salud público es deplorable y al empresariado obviamente no le importa absolutamente nada de lo que pase con la clase trabajadora y nos obligaron a salir a trabajar igual.
Además tenemos todo el tiempo procesos nuevos de endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional. O sea, después del primer acuerdo seguimos teniendo un país que no puede emitir su propia moneda y no puede resolver los pagos si no es endeudándose. Es paradójico, porque el sector agroexportador creció en un 12 por ciento en el 2020 en Ecuador. Sin embargo, esas ganancias no se correspondieron con el pago de más impuestos. Eso se ve reflejado, justamente, en los ingresos que tuvo el Estado. Es un modelo inviable para la población y para los sectores populares.
¿Cómo se paran los candidatos presidenciales ante esta situación?
Los candidatos de esta contienda presidencial, sobre todo los dos primeros en intención de voto (Andrés Arauz, candidato por el partido Unión por la Esperanza, el espacio político del ex presidente Rafael Correa, y el empresario Guillermo Lasso, del partido de derecha CREO) siguen representando los intereses empresariales.
El correísmo elige a Andrés Arauz como su candidato después de sus propias rupturas internas, lo que nos muestra que nuestra crisis del sistema político sigue ahí. Nosotros ahorita vivimos una crisis de representación, una crisis del sistema político, una crisis ideológica y una crisis programática. Y eso se suma a la crisis económica. Este es uno de los momentos más críticos en la historia del país. Los niveles de empobrecimiento, el deterioro de las condiciones de vida de la gente, más en pandemia con el encierro, la imposibilidad de poder salir a trabajar. Sobrevivir la vida, digámoslo así, ha empeorado.
De los dieciséis binomios presidenciales que se presentaron, trece son la representación clara de la derecha más cavernaria posible: uno es de pastores evangélicos anti derechos, otros representan al empresariado clásico, otros son el empresariado neoliberal, el otro el empresariado neoliberal territorial. Y así con todos. De los tres primeros puestos en intención de voto tenemos, primero, a Arauz, que no podría decir que representa directamente al empresariado, pero representa a un correísmo en una segunda etapa. Es un progresismo que ni siquiera tiene una propuesta de Estado. Correa al menos tenía una propuesta de Estado. Este es un progresismo, diría, tibio. Plantea, sí, “superar” al neoliberalismo por la vía de los impuestos a los grandes grupos económicos. Pero esas propuestas del correísmo inicial, la Revolución Agraria, el aborto legal, el rechazo a los Tratados de Libre Comercio y las demás propuestas más radicales, ya no existen. El contexto latinoamericano ha cambiado, ya no está Chávez, no está Lula.
En segundo lugar, tienes un candidato propiamente de la derecha, que es Lasso, un banquero que lo que está proponiendo no es la privatización en todas las esferas, tiene un discurso moderado, más sensato, ero es un tipo tan infame que nos plantea que el Ecuador puede pasar de un salario de 400 dólares, que es actualmente el mínimo, a 120, para mejorar la productividad. Ese es el banquero Lasso. Tiene mucha intención de voto en los sectores empresariales, en los sectores medios de la sierra y en Guayaquil. Y en un amplio grupo de gente que no quiere que gane Correa y su candidato.
Y en tercer lugar tenemos a Yaku Pérez, que proviene del Movimiento Indígena Pachakutik, en alianza con las organizaciones de izquierdas, Unidad Popular. Este espacio representa o pretende representar mucho de lo legado de octubre y de la propuesta política del Movimiento Indígena.
Yaku es interesante en muchos sentidos, pero yo ahí seré muy crítica. Creo que en general hay una crisis de la forma de hacer política. Yo no sé si ustedes tienen esa sensación en la Argentina, pero hay una crisis muy jodida de los sistemas políticos y de la democracia burguesa, que ya es de larga data, pero que ahora es mucho más evidente.
Tengo que hacer una pregunta: ¿qué están pudiendo nuestras democracias? Yo siento que no mucho. No están ni siquiera gestionando la crisis. Yo puedo decir que a este gobierno no le vale nada la vida de la mayor parte de la población ecuatoriana. Es una política en clave masculina, empresarial, que no logra resolver porque no está conectada con la vida. No tiene que ver con la vida de la gente.
Uno de los elementos centrales que casi ningún candidato ha hablado con seriedad son las propuestas para el agro. El Ecuador es un país profundamente agrícola. Quizás nuestra salida no está en el extractivismo, sino está en pensar en el agro como un espacio de potencia que logre además generar mayor empleo para pequeños y medianos productores, la reactivación de las cadenas productivas, la construcción de espacios comerciales, propuestas de soberanía alimentaria, redes de cuidado entre mujeres.
¿Qué nos dice que haya solo una candidata?
Es una política claramente masculina, es una política patriarcal en donde aparece una sola mujer que, además, está vinculada con Moreno. O sea, ¿nos sirve de algo que haya una mujer que esté vinculada con el empresariado? Pues no sé. Digo, está bien como política de cuotas y de paridad, pero no resuelve eso. No tiene nada que ver. No le llega ni a los talones a los debates que los feminismos estamos teniendo en América Latina, pero ni a los talones.
Y de los 16 binomios, solo hay dos candidatas, ella y la candidata de la izquierda democrática, que sería la socialdemocracia después de 1989 que es ya la socialdemocracia neoliberal. Porque vamos a decir que la socialdemocracia es el neoliberalismo en el mundo. Son los únicos que hablan de despenalizar el aborto pero solo en casos de violación. O sea, regresamos antes de Correa. Y el resto no se pronuncia. Arauz no se pronunció. Y eso que dijo que era no sé qué cosa, en su lanzamiento de campaña sobre el feminismo. Pero no habla de aborto. Y el resto, hay algunos que hablan de que someterían el aborto a consulta popular…
Hablando de los debates del feminismo en América Latina, ¿Cuáles son los desafíos que se están pensando en Ecuador?
Yo creo que estamos en un momento muy crítico. Yo creo que es necesario revisarnos como feministas y volver a pensar para qué estamos. Hay un debate pendiente. El poder es un debate pendiente. El Estado es otro debate pendiente. Y también hay una discusión ahí muy jodida con las izquierdas, que nos nombran, que nos reconocen, pero que siguen creyendo que pueden representarnos sin que nosotras estemos ahí.