Por Vivian Palmbaum
La pobreza alcanza al 48% de niños y niñas, según publicó UNICEF hace pocos días. Esto significa que a 6,3 millones de niñas y niños ven vulnerado el ejercicio efectivo de sus derechos.
Cifras que son personas
Los números muestran una realidad que en la vida cotidiana se vive en los barrios más vulnerables. Así lo cuenta Estela Rojas, de la organización Chicos del Sur:
“Las cifras de pobreza aumentaron. Un dato que se advierte en las compañeras y compañeros antes de ser publicadas. En tiempos de crecimiento económico, en los barrios se vive un poco mejor. No se vive bien, pero al menos alcanza para comer, comprar los útiles para la escuela, alguna ropa, poner crédito al celular. Cuando el desempleo no es tan importante como en estos tiempos, se consiguen trabajos de limpieza y changas de albañilería. Cuando no hay tantas y tantos que buscan en los residuos urbanos el cartoneo rinde de otra manera. En estos tiempos se vive con decepción, desesperanza, descreimiento”.
El grado de violencia va en aumento. Basta pensar de que humor nos ponemos cuando nos toca pagar tarifas, cuando llegamos a la caja del súper, para entender cómo será no tener para comer, ni para mandar lxs hijxs a la escuela. Cuando la garrafa se termina y no hay fiado que la reponga.
Cuando elegimos un pobre de este tiempo para empatizar, para conmovernos, elegimos el pobre que está resignado, el que agacha la cabeza, sabedor que es lo que le tocó en suerte.
“Si hoy la pena tiene suerte en comida se convertirá” cantaba León Gieco. “En los barrios no nos conformamos con la pena, en los barrios se amasa la rabia y la rebeldía. Hay jóvenes que perdieron su trabajo y la posibilidad de conseguir otro y toman un arma y salen a buscar por la fuerza lo que les está imposibilitado de otra manera”, narró Rojas.
Hay organizaciones que apuestan al colectivo y salen a pelear juntos. No son los y las pobres mansas que quiere este sistema. Son las y los piqueteros, son las y los chorros, son las y los que no se rinden.
Vivir en pobreza durante la infancia significa no asistir a la escuela ni aprender; saltarse una de las comidas o ir a dormir con hambre, no tener zapatos o vestimenta digna, estar privado de atención médica y estar expuesto a enfermedades, vivir en un hogar sin agua potable, electricidad, en espacios inseguros y en condiciones de hacinamiento o enfrentarse a muchas otras carencias. Estas realidades tienen consecuencias negativas, al igual que la posibilidad de que se reproduzca en la siguiente generación, y comprometan el presente y futuro de las niñas y los niños que la viven, así como al desarrollo económico y el bienestar social del país.
Apuntes de UNICEF
“6,3 millones de niñas y niños ven vulnerado el ejercicio efectivo de sus derechos”.
El informe publicado hace pocos días revela que quienes más sufren los efectos de la pobreza son nuestros niños, niñas y adolescentes.
Educación, protección social, vivienda adecuada, saneamiento básico, acceso al agua segura y un hábitat seguro no están garantizados para casi la mitad de la población infantil en nuestro país.
Una cifra que por muy difundida no deja de estremecer: la pobreza entre las personas menores de 18 años alcanza al 48% y supera en un 10% los valores de la pobreza para la población en general.
Esos fríos números tienen rostros y cuerpos que son de casi la mitad de la población total infantil de nuestro país.
El organismo internacional sostiene que el relevamiento está dirigido a impulsar la implementación de políticas públicas que protejan la niñez. Lo que no se dice, pero se sabe, es que además permite que los países se apoyen en sus relevamientos para gestionar préstamos de organismos multilaterales de crédito como el Banco Mundial. La pobreza también produce réditos.
El informe también relaciona la pobreza con las tareas de cuidado y revela que “la pobreza infantil es mucho más elevada en los hogares monoparentales que cuentan con una única proveedora de ingresos que además debe asumir las tareas domésticas y de cuidado”. Una realidad que no deja lugar a dudas: la carga de responsabilidad y exigencia pesa sobre quienes llevan adelante esas tareas, que en su mayoría son mujeres.
Los valores han ido mejorando en los últimos diez años, sin embargo “la pobreza tiene cara de niño y de niña” afirmó el especialista en Inclusión Social de UNICEF Argentina. Estos números aún pueden ser peores, porque solo corresponden a la primera mitad del 2018 y “en las cifras aún no se reflejan los efectos de la situación macroeconómica y fiscal actual que se verán reflejados en la próxima medición”.
Un especialista podrá tomarse el trabajo de desmenuzar con mayor precisión las estadísticas. La realidad se vive y se palpa en cada territorio. Así lo contó muy bien Estela Rojas.
Más de la mitad de los cuerpos más frágiles y vulnerables sufren la falta de recursos y el impacto de las políticas públicas que son menos que insuficientes, ausentes o solo tratan de criminalizar y castigar, mientras el Presupuesto Nacional sostiene a ultranza las condiciones de desigualdad.
Una situación que llama a urgentes acciones por el riesgo en que están esas pequeñas vidas. Así lo entienden las organizaciones que le ponen el cuerpo y el esfuerzo porque sin infancia no hay futuro.
Informe completo de la UNICEF aquí.