A la derecha, Diego Cadícamo, rodeado por la custodia del Servicio Penitenciario Bonaerense, quien luego pidió estar en otra sala y que no le saquen fotos. A la izquierda, la madre de Sandra declarando.
Por Juliana Díaz Lozano y María Eugenia Marengo. En el día de ayer se dio inicio al juicio oral y público a cargo del Tribunal en lo Criminal N° 5 de la ciudad de La Plata, por la violación y el asesinato de Sandra Ayala Gamboa ocurrido el 16 de febrero de 2007. El cuerpo sin vida de Sandra fue encontrado seis días después, en el ex archivo del Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires, hoy ARBA.
Con más de dos horas de demora, el Tribunal que preside la Dra. María Isabel Martiarena, conformado también por el Dr. Horacio Alberto Nardo y la Dra. Carmen Palacios Arias, dio inicio a la primera audiencia de un proceso que evaluará la declaración de 147 testigos durante 19 días. El único acusado en la causa es Diego Cadícamo, quien tiene prisión preventiva desde febrero del año 2010. La resolución judicial fue dictada por el juez de garantías César Melazo a pedido del fiscal Cartasegna, bajo los cargos de “robo calificado por el empleo de arma, abuso sexual con acceso carnal, coacción, robo simple, homicidio simple y abuso sexual con acceso carnal agravado por el empleo de arma”. La causa contempla nueve violaciones en total, siendo la de Sandra una violación seguida de muerte. La mayoría de las víctimas son jóvenes menores de edad y migrantes de Perú y Bolivia.
Desde temprano, distintas organizaciones de mujeres y familiares de las víctimas se convocaron en las escaleras de los Tribunales ubicados en la calle 8 entre 56 y 57 de la ciudad de La Plata. Más de cinco años de lucha acompañan y explican la necesidad de Nélida Gamboa, mamá de Sandra, por llegar a la verdad y encarcelar a los culpables. Durante todo este tiempo, distintas organizaciones sociales, de mujeres y partidos de izquierda vienen instalando el caso de Sandra como un femicidio, es decir, un asesinato agravado por violencia y odio hacia las mujeres. Paulatinamente, el edificio del ex archivo del Ministerio de Economía fue convirtiéndose en un símbolo de denuncia y memoria.
Sandra: mujer, pobre, inmigrante
Sandra Ayala Gamboa tenía 21 años cuando llegó a La Plata desde Perú en octubre de 2006, con la intención de graduarse como médica pediatra. Había sido convencida por su novio, Augusto Díaz Menaya, de las posibilidades de estudio gratuito que permitía este país en relación con la onerosa educación superior peruana que la familia de Sandra no podía solventar. Tres meses después, el 22 de febrero de 2007, fue encontrada sin vida sobre el piso del ex archivo del Ministerio de Economía, que estaba siendo refaccionado. Habían transcurrido seis días desde que había llegado a la puerta del edificio provincial junto a Walter Silva, el hombre que le presentó a su violador y asesino bajo el argumento de una supuesta entrevista de trabajo como niñera.
Durante la semana posterior al asesinato entraron al edificio en obras cinco personas: el arquitecto Alberto Lucio Castillo, el maestro mayor de obras Luis Batteria, el electricista Luis Vega y finalmente el técnico Horacio Alfonsín junto a un herrero. Recién un año después la Fiscalía les tomó declaración. Todos aseguraron no haber visto el cadáver ni algún elemento que les resultara sospechoso.
Seis días después de la desaparición de Sandra, el 22 de febrero, Marcelo Argañaraz, teniente bombero del Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires, reconoció el olor de un cadáver humano que provenía del lugar y terminó encontrando el cuerpo sin vida de Sandra Ayala Gamboa.
Ante las irregularidades en el tratamiento de la causa, en relación con el análisis de pericias y la tardía intervención de la investigación judicial de la Fiscalía Nº 2, los abogados pidieron desde un principio la recusación del fiscal Tomás Morán. Pedido que fue rechazado de inmediato por la Fiscalía General. En cambio, se dispuso la derivación del caso a otro fiscal, Fernando Cartasegna, de la UFI N°4, en febrero del año 2010.
Finalmente, el único imputado de la causa, Diego José Cadícamo, fue localizado en la localidad misionera de Apóstoles, donde estaba detenido por abuso sexual por el caso de otras ocho jóvenes violadas entre el 2006 y el 2007 en la ciudad de La Plata. Actuaba de día, con el mismo modus operandi que en el caso de Ayala Gamboa: establecía el contacto con sus víctimas por supuestas entrevistas de trabajo y a la mayoría de ellas las llevaba a obras en construcción o lugares semi abandonados.
¿Se trató sólo de un violador serial?
“¡Violador!”. El grito irrumpió en la sala de audiencias al ingresar Diego Cadícamo al banquillo. Los jueces pidieron silencio y amenazaron con desalojar la sala. Los familiares de Sandra, un centenar de mujeres y algunos varones llenaban el espacio. Desde la defensa oficial, se solicitó que su cliente pueda retirarse a un cuarto contiguo para no ser fotografiado por la prensa. La lectura de la acusación se hizo en ausencia del imputado y luego se dio lugar a un cuarto intermedio.
La audiencia reanudó pasadas las 14:30. Un silencio colmó la sala y por la puerta trasera entró Nélida Gamboa Guillén dando inicio a la primera declaración en el juicio como “particular damnificada”. La sala estalló en un aplauso que acompañó sus pasos firmes hasta el sillón que la enfrentó al Tribunal.
“Nunca pensé que podía ser Sandra la mujer que habían encontrado en Rentas”, expresó su madre y admitió que no pudo ver el cadáver en el momento del reconocimiento. “Sentí que se me arrancó desde los pies, y se me fue, pero no la pude ver”. Nélida llegó desde Perú a La Plata el 19 de febrero del año 2007 y se fue a vivir a la pensión donde se había alojado su hija. “Me enteré de cosas que Sandra pasaba, le habían arrebatado los documentos y los 200 dólares que le había enviado para que regresara. Me dijeron que Sandra era maltratada”.
Según el testimonio de su madre, Sandra era maltratada en la pensión donde vivía, tanto por su novio, Augusto Díaz Menaya, la persona que le aconsejó venir a la Argentina ofreciéndole el pasaje, como por Vilma, madre del novio y dueña de la pensión, quien, según la declaración, le había retenido a Sandra el pasaporte imposibilitando su partida hacia Perú.
“Quiero justicia, quiero saber la verdad y la condena que se merece este asesino”, con estas palabras Nélida terminó su declaración, junto con el aplauso de toda la audiencia.
Según declaró Nélida, cuando aún no había aparecido el cadáver de Sandra, se cruzó con Walter Silva en la pensión y éste la señaló a la distancia y pasó su mano por el cuello con la intención de amenazarla. Durante sus días en la pensión, Nélida había escuchado a Silva repetir dos veces, “voy a contar todo, no voy a quedar yo solo involucrado”.
Según señaló Viviana, la hija de la esposa de Silva, fue su padrastro quien le dio un “un papelito” con la dirección para una cita de trabajo a Sandra. También afirmó que él había acompañado a Sandra a la supuesta entrevista “porque ella no conocía la dirección”, pero enfatizó que había regresado rápidamente a la pensión.
La primera audiencia y una sala desalojada
En el momento en que se encontraba declarando la citada testigo, a pedido de la fiscalía, el Tribunal dispuso desalojar la sala aduciendo que se había roto el silencio en reiteradas oportunidades. Esta medida injustificada, suscitó algunas susceptibilidades entre familiares, prensa y público, ya que la sala quedó sin público justo antes de la declaración de Walter Silva y Vilma Menaya, la madre del novio de Sandra y encargada de la pensión, cuyas figuras complejizan la trama del asesinato de Sandra.
Walter Silva de la Cruz vivía en la misma pensión donde se alojaba Sandra. En su declaración afirmó que con Sandra sólo eran conocidos y que sabía que ella estaba buscando trabajo. Explicó que en una verdulería un hombre le había preguntado si conocía a alguien que pudiera cuidar de sus hijos y le había dado aquel “papel”. También dijo que acompañó a Sandra a encontrarse con esta persona y los había dejado solos en la puerta del ex archivo de Rentas. Durante su declaración, se proyectó el video filmado por las cámaras de seguridad del Banco Comafi donde aparecen Sandra, el atacante y el propio Silva. También se le exhibieron al testigo algunos identikits pertenecientes a los otros casos de violación que coincidieron -en líneas generales- con los rasgos de quien había citado a Sandra. La declaración de Vilma Menaya se esforzó por contradecir las afirmaciones de Nélida.
Para las próximas audiencias, se esperan las declaraciones de los policías que registraron la escena del crimen, peritos y otros inquilinos de la pensión donde vivía Sandra.
La familia de Sandra y las organizaciones que la acompañan, exigen una condena que ponga el debido acento sobre la violencia de género, que permita abarcar todos los hechos que no se explican: el maltrato previo al que fue sometida Sandra; su voluntad de volverse a Perú justo antes de ser asesinada y, finalmente, la violación y el asesinato en un edificio del Estado, en el marco de una trama compleja donde anidan las irregularidades en los procederes de la Policía y la Justicia.