Por Lucas Ochoa
El escándalo que se desató en la FIFA llegó para quedarse. Pasan las horas, pasan los días, y pareciera que un sin fin de causas judiciales llueven sin parar sobre el máximo organismo de fútbol a nivel mundial. En medio del caos Joseph Blatter, recientemente re-electo, renunció a la presidencia. ¿Y ahora?
No descubrimos nada si decimos que la corrupción es moneda corriente en el ámbito del fútbol. Sobran ejemplos a nivel local, y ahora también podemos hablar con criterio en referencia a la FIFA. ¿Qué pasó? El Departamento de justicia norteamericano dio a conocer una serie de hechos irregulares en el accionar de varios miembros de algunas confederaciones de fútbol. Las principales causas: lavado de dinero, pago de sobornos y transacciones financieras ilegales.
Por ese tipo de hechos hay catorce imputados, de los cuales siete ya están presos, entre ellos, Jeffrey Webb (Gran Bretaña), vicepresidente de la FIFA y Eduardo Li (Costa Rica), presidente de la Concacaf (Confederación de América del Norte, Central y el Caribe). Las condenas pueden llegar hasta los 20 años de prisión, y no se descarta que ese número aumente, ya que se investigan casos de hasta dos generaciones de dirigentes de fútbol.
Argentinos, entre los más complicados
Dentro de los imputados están tres argentinos: Alejandro Burzaco (presidente de la empresa “Torneos”), y Hugo y Mariano Jinkins (propietario y vicepresidente, respectivamente, de la empresa “Full Play”). Estos últimos son acusados de pagar hasta 150 millones de dólares en sobornos para adjudicarse licencias de TV para transmisiones de torneos internacionales. Los tres se encuentran prófugos e Interpol ya emitió “alertas rojas” para su pronta captura y detención.
Se conoció recientemente un cuarto caso de argentino imputado. Se trata de José Margulies, que si bien ya formaba parte de los catorce primeros, al vivir desde hace 50 años en Brasil se lo consideró como ciudadano brasilero, pero en realidad nació en Buenos Aires y por ende es argentino. Margulies, o “Lázaro” como se lo conoce, es empresario y desarrolló su actividad en la transmisión de eventos deportivos.
Otras acusaciones
Además de lo anteriormente dicho, también ahora salieron a la luz viejas discusiones sobre las designaciones de las sedes para los mundiales. Varios “arrepentidos” –entre ellos el exdirectivo de la FIFA Chuck Blazer– declararon y reconocieron pagar o recibir coimas para votar a favor o en contra de ciertos países. Entre ellos, Sudáfrica 2010, Rusia 2018 y Qatar 2022 son los destinos que habrían sido favorecidos para organizar la máxima competición futbolística a nivel mundial. El mismo Blazer reconoció recibir sobornos para votar positivamente a Francia como sede en 1998.
Blatter, triunfo y renuncia
Lo del suizo Joseph Blatter es llamativo. El viernes 29 de mayo, minutos después de haber ganado por quinta vez consecutiva las elecciones presidenciales, dio un discurso optimista en el cual se puso al servicio de la justicia y afirmó confiar en la FIFA como un organismo “en el cual la corrupción era cosas de unos pocos”. Pero tan sólo cinco días después, desde Zurich, presentó su renuncia y llamó a elecciones para “reestructurar la FIFA”, esa misma Federación donde la corrupción era un hecho aislado.
¿Y por AFA cómo andamos?
Ni lerdos ni perezosos, desde la sede local de la calle Viamonte se cubrieron de todo tipo de acusaciones y emitieron un comunicado en el que, entre otras cosas, enfatizaron que la entidad no estaba siendo objeto de investigación por parte de la justicia, y a modo de discurso cliché se ponían a “disposición” ante “cualquier requerimiento que en el futuro pudieran hacerle llegar las autoridades competentes, como lo ha hecho históricamente”. Todo esto en propia voz de Luis Segura, actual presidente.
¿Por qué el Departamento de Justicia Norteamericano?
La primera pregunta que surgió luego de conocerse los casos concretos de dirigentes fue el por qué de la intromisión de la justicia norteamericana en este tipo de asuntos, ya que no hace falta conocer en demasía a ese país para darse cuenta de que el fútbol, o el soccer como lo llaman, no es un deporte que les preocupe ni en el que tampoco poseen una tradición demasiado larga.
El hombre clave en todo esto es el fiscal general Loretta Lynch, quien puso sobre sus hombros esta causa que tuvo réplicas a escala mundial. Según argumentó en conferencia de prensa, se siente competente y habilitado a tamaña denuncia ya que algunos de los delitos que se investigan –lavado de dinero, pago de sobornos, transacciones financieras ilegales– se cometieron o se planearon en Estados Unidos, y utilizaron para tal fin su sistema financiero. Otras de las caras visibles que aparecieron fueron las de James Comey, director del FBI, y Richard Weber, jefe de investigaciones del Servicio Interno de Impuestos (IRS).
Una cuestión de poder
Pero cuando el río suena, es porque agua trae. No sería ilógico pensar que también es una estrategia geopolítica. Estados Unidos sabe bien que el próximo mundial se disputará en Rusia en 2018 y está dispuesto a hacer todo lo posible para empañar “la fiesta del fútbol” en dicho territorio. Es por eso que los cañones también apuntan al supuesto pago de coimas por parte del país europeo para que sea elegido como sede.
Rusia siempre va a contramano de las políticas europeas y coquetea más con países no alineados al imperialismo. Por eso no es casual que por ejemplo David Cameron, primer ministro británico, apoyara a Estados Unidos y en su momento criticara a Blatter y a la FIFA por permitir supuestas irregularidades en la elección de las nuevas sedes para copas mundiales. La Unión Europea de Fútbol Asociado (UEFA), la confederación más fuerte y rica de la FIFA, siempre estuvo en contra de Blatter justamente porque el expresidente no la dejaba ser la “cenicienta” del fútbol y permitía a otras confederaciones tener opinión y peso a la hora de tomar decisiones. Siempre fue mala la relación entre Blatter-FIFA y Michel Platini-UEFA. “Ellos nos necesitan a nosotros, y nosotros a ellos”, supo decir en varias ocasiones Blatter, quien a su vez que le recordaba a Platini que la UEFA era lo que era gracias al aporte de los jugadores de todas las confederaciones del mundo.
Pero ahora, más que nunca, UEFA busca aliados para recuperar el “poder perdido” y qué mejor que las grandes multinacionales como Coca-Cola para poner en jaque los ingresos de la FIFA y así obligarla a ponerse de rodillas ante los intereses de unos pocos. Estados Unidos, por supuesto, también colabora. Para Blatter el país norteamericano “es el principal patrocinador del reino hachemita” y, además, fue el que impulsó a la pelea por la conducción de la FIFA al derrotado príncipe jordano Alí Bin al Hussein.
Hipótesis sobran. Acusaciones y denuncias también. Ahora la FIFA pasó a ser un “sálvese quien pueda”. Acéfala, mareada y hostigada por la crítica mundial, tratará de seguir con sus cronograma de la manera más prolija posible. Pasó de ser la ONG más rica del mundo a un castillo de naipes donde ahora todo tambalea. El fútbol dejó de ser el principal atractivo y ahora el único deporte es la carrera por quedarse con el poder. A todo esto, y como venimos diciendo desde hace años, la pelota sí se manchó.