Por Juanma Olarieta
Como cualquier otra ciencia, el materialismo histórico dispone de un elenco de conceptos que expresan la realidad que tratan de explicar, uno de los cuales es el de “contradicción principal” que, como la vida misma, afirma que en todo proceso, por complejo de que sea, hay determinados aspectos, y a veces uno solo, que explican todos los demás. Son como el meollo de la cuestión, el tronco de la merluza, que dicen los cocineros.
A su vez, en toda contradicción hay dos partes, como en la lucha de clases están la burguesía y el proletariado, de las que una de ellas tiene un peso superior a la otra, es decir, que es dominante y, por lo tanto, tiene una mayor capacidad para influir sobre los acontecimientos que la otra.
Si en un análisis cualquiera, los aspectos más importantes de un fenómeno ni se mencionan siquiera, como en el golpe de Estado de Turquía, estamos ante una chapuza. Es lo que está ocurriendo con esas exposiciones que se lamentan de la represión que a partir de ahora va a desencadenar el gobierno de Erdogan, que lleva la preocupación hacia un problema interior en el que el protagonismo descansa sobre los kurdos y, secundariamente, sobre los revolucionarios turcos.
Este tipo de planteamientos están desenfocados, por lo que no pueden resolver la marea que, en efecto, se les viene encima pero que en nada es diferente de la que ya tenían con anterioridad. Los revolucionarios turcos han sido masacrados desde la misma fundación del Estado kemalista hace 100 años, una de cuyas primeras matanzas fue la de los dirigentes del Partido Comunista de Turquía, que fueron exterminados implacablemente en el Mar Negro cuando regresaban de la URSS.
Ante una situación así los revolucionarios turcos se pueden seguir lamentando indefinidamente, o pueden esforzarse por entender lo que está ocurriendo en su país y aprovechar la nueva situación para avanzar. Desde luego que jamás podrán hacerlo si su línea política no asimila el cambio en la correlación de fuerzas, por lo que su capacidad para hacer frente a esta “noche de los cuchillos largos” que se les viene encina será irrelevante.
Es absolutamente inaudito que en casi ninguno de los comentarios que se están difundiendo acerca del golpe de Estado del pasado 15 de julio se mencione lo más obvio, a saber, aspectos tales como los cinco años de guerra de Siria, como si Turquía hubiera sido ajena a la misma.
Es igualmente insólito que, en plena guerra en Oriente Medio, muy pocos de ellos aludan a las bases de la OTAN en Turquía, por lo que no sólo se rebaja su importancia estratégica sino que los verdaderos acontecimientos se están encubriendo de una manera sistemática, en lo cual no sólo participan los propios medios de propaganda de la OTAN sino esos otros que se consideran como “alternativos” y que en nada se diferencian de los anteriores, con el agravante de que, además, alardean de “internacionalismo”.
La memoria es tan corta que esos analistas que no analizan nada ya no se acuerdan de que hace sólo un mes se produjo un atentado en el aeropuerto de Estambul en el que murieron más de 40 personas, que fue atribuido al Estado Islámico. Pero si Turquía estaba apadrinando a dicha organización, ¿por qué la criatura se vuelve contra su creador?, ¿también aquello fue un autoatentado?, ¿otro montaje de Erdogan?
Hay determinadas explicaciones que no quieren explicar nada. Algo está pasando en Turquía que, por lo demás, no es propio sólo de aquel país sino de todo Oriente Medio. Los autores del atentado contra el aeropuerto de Estambul fueron tres yihadistas de nacionalidad rusa que trabajaban para la CIA. Fue el primero de los avisos dirigidos por el imperialismo contra Erdogan; el intento de golpe ha sido el segundo y habrá más en lo sucesivo.
Como se ve, las circunstancias “exteriores” a un país son también “interiores” y, desde luego, son uno de los factores explicativos fundamentales de una situación que está cambiado tan rápidamente que -si tenemos los ojos abiertos- podemos leer cosas tan impensables hace sólo unas pocas horas, como un tweet de Zarif, el ministro iráni de Asuntos Exteriores en el que expresa su apoyo a la “valiente defensa de la democracia” en Turquía contra los golpistas, justamente cuando la corriente dominante, que es imperialista, no habla de otra cosa que de la falta de democracia en Turquía.
En Oriente Medio se están formado dos bloques y, en el último minuto, Turquía ha cambiado de bando. El más fuerte de ellos es el que encabeza Estados Unidos y aliados regionales suyos, como los del Golfo. En una situación así la ocultación de los hechos en los medios “alternativos” no es fruto de un error de perspectiva sino un intento de poner a los colectivos y grupos políticos bajo el ala del bloque más fuerte, es decir, de los imperialistas.
En lo sucesivo, en la medida en que la “noche de los cuchillos largos” se va a recrudecer, especialmente en Kurdistán, la campaña también a continuar y lo que nunca ha importado a casi nadie, las matanzas de revolucionarios turcos y kurdos, se va a poner en primer plano como muestra del carácter fascista de Erdogan y de su gobierno.
Pero si se trata de cambiar esa situación, si se trata de luchar contra el fascismo, hay que luchar también contra el imperialismo, no ponerse bajo su sombra. Se me ocurre que dado que la OTAN está comprometida en el golpe de Estado, hoy es el mejor momento para que los revolucionarios turcos y kurdos exijan la salida de su país de dicha alianza militar y el cierre de las bases existentes sobre su territorio. Es sólo un ejemplo.