Por Diego Piedrabuena. A pesar de realizar un gran papel, el “chino” Maidana perdió en fallo dividido con Floyd Mayweather jr. El deporte, como siempre, es una excusa para vernos reflejados en él.
Se dio la lógica. No por el resultado, el que comentaremos más abajo, sino porque al tan anunciado momento del show, las luces y oropeles, se dio una justa deportiva donde primó la lógica del análisis previo, donde no hubo sorpresas para los aficionados al pugilato. ¿No se cumplió lo que se prometió? Acaso, ¿todavía tenemos que creer que las ilusiones que nos vende el sistema son más que eso? ¿Qué esperamos de una pelea de boxeo? ¿Qué esperamos del deporte? ¿Para qué somos aficionados?
El trámite fue exactamente el que la lógica del observador del noble arte dictaba antes de la pelea: un Maidana tratando de acosar a Mayweather, acorralándolo de manera desordenada, con esos golpes boleados, poco técnicos, que sorprendieron a Broner en su última pelea, sumado a cierto refinamiento que le dio Robert García, su entrenador desde hace dos años, cuando comenzó a utilizar el jab, refinando las derechas en swing descendentes para cerrar con sendos ganchos de izquierda.
El “Pretty Boy”, hizo lo que sabe. Esperó, contragolpeó de manera certera, se acostó en las cuerdas, mantuvo la distancia con el magistral juego de piernas que todos le conocemos, defendió y bloqueó. Ciertamente, llegó claro no pocas veces, pero no se caracteriza por su potencia, y si sumamos que el “chino” es un peleador muy duro, se explica la aparente falta de marcas en el rostro de Maidana al final del combate. Este hizo una pelea un tanto sucia, esperable al tratar de pagar con la misma moneda, ya que el característico uso de codos antirreglamentarios del norteamericano fue respondido con golpes por demás bajos y embates de cabezas por el santafesino, que incluso lo cortó en el cuarto round de esta manera.
El récord de Mayweather, el mejor boxeador de los últimos 15 años, no cambió: sigue siendo invicto en, ahora, 46 peleas. Hizo Maidana una gran entrega, dando algunas cosas más de las que uno podía esperar -como mejorar en el cintureo, esquivando mucho más de lo que uno podría suponer a priori-. La estrategia de le pelea fue la correcta, pero precisamente en ella se le puede hacer la mayor crítica: para repetir lo que hizo en el primer round, que fue junto con el quinto el que más claramente ganó, debía tener un resto físico superlativo, con una preparación acorde. Y a nuestro entender esto no estuvo presente. Claramente tuvo un bajón desde el sexto round, ganando solo el último, lo que habla a las claras de su carencia de preparación aeróbica. Demás está decir que Floyd es un arrogante millonario, que cobra 40 millones de dólares por pelea, pero es un deportista nato, que con 37 años no sólo puede pelear doce rounds, sino algunos más si se lo proponen.
Nuestra tarjeta fue 116-112. Los jueces Burt Clements y Dave Moretti vieron ganar a Mayweather (117-111 y 116-12, respectivamente), mientras que Michael Pernick dio empate en 114. No entendemos esta última tarjeta, ya que nadie que tenga idea de las reglas de boxeo puede haber visto este resultado. En esta pelea se dio la lógica, a diferencia del último combate del “chino”, hizo lo que pudo pero no alcanzó, y como mencionamos, la clave estuvo en la base física, ya que por la presión pasaba la llave del combate para el santafesino. Pero ningún oponente, a excepción de la primera pelea con Castillo, le hizo tanta fuerza al “Pretty Boy”. Maidana se entregó careciendo de aire, pero desbordando corazón. ¿Qué hubiera pasado si hubiera mantenido la presión de la primera mitad? Imposible saberlo, pero era la única manera de hacerle daño al norteamericano. Otra cosa a remarcar es que si bien casi ningún oponente le ganó tantos rounds, Maidana nunca lo tuvo en aprietos, nunca le pudo llegar a pleno, lo que habla de la magistral defensa del norteamericano, ahora dueño del cetro welter de la AMB y del CMB.
Hasta aquí lo técnico deportivo, a lo que podríamos agregar un análisis round por round, recordar la fantochada de los guantes del día anterior a la pelea por parte de Floyd, a Maidana haciendo las declaraciones más arrogantes que se recuerdan de él, y varios etcéteras más. Pero esto es decorado, papel picado, mero oropel que se mezcla con un genuino sentimiento de pertenencia y se centrifuga con un nacionalismo que se nos escurre de las manos. ¿Hacía falta que Maidana entre al ring con una ranchera unos día antes del aniversario de la Batalla de Puebla? ¿No era mejor entrar con una cumbia santafesina de Los Palmeras, como siempre hizo? Por lo menos hubiera sido realmente genuino. ¿Acaso Mayweather, explícitamente en su entrada, no nos dejó claro que es todo un circo? Saber que estoy, y jugar a que juego. Tomarlo muy seriamente, pero sabiendo que el show es solo eso. Y que el deporte no tiene que ser justificado por algo exterior. Que ver a Messi, por ejemplo, va más allá de la camiseta que tenga puesta. Que Floyd Mayweather es un fenómeno, porque tiene 500 millones de dólares en el banco y está mejor entrenado que nunca, como si no tuviera 37 años y 20 de carrera. Porque el “chino” derrocha coraje y lo bancamos porque va para delante como hombre de campo parco y sencillo que es. Que cuando la campana suena, cuando la pelota rueda, todo el papel picado, la bandera, el show, el circo, los millones, por un momento parecen desaparecer. Y emerge lo que nos interesa: el juego, que solo se justifica por si mismo. En definitiva, es lo que iguala a Mayweather, con sus millones, a Messi, con los suyos, con un pibe en un gimnasio de Constitución o en una canchita de barrio: nos olvidamos de todo. Jugamos por jugar.