Por Aníbal Garzón*. Las enseñanzas de las luchas antineoliberales en Venezuela, Bolivia y Ecuador para un nuevo y contrahegemónico movimiento político en España. Análisis sobre el legado de esas experiencias en la irrupción y proyección de PODEMOS.
El reconocido sociólogo peruano Anibal Quijano define en su concepto de “colonialidad” que, a pesar de proclamarse la descolonización de los países de América Latina durante el siglo XIX, jamás esa región ha tenido una independencia en su totalidad ya que sigue sujeta a un patrón global eurocentrista bajo el capitalismo. Esta “colonialidad del poder” ha sido complementada por lo que el filósofo colombiano Sergio Castro Gómez llamó “colonialidad del saber”, y agregando lo que Walter Mignolo etiquetó como “la colonialidad del ser”.
El primero tiene que ver con cómo Occidente sigue dictando cuál es el conocimiento legítimo, por ejemplo la ciencia moderna por encima de técnicas indígenas ancestrales, y el segundo con cómo se jerarquiza una sociedad según las clases sociales, las etnias, el género o la forma de implementar el modelo de familia mediante el patriarcalismo y la heterosexualidad. Por lo tanto, el Sur sigue dominado actualmente por el Norte no sólo en las relaciones económicas, políticas y militares, sino también por reproducir las estructuras sociales y los valores culturales.
A todo esto, la pregunta que surge es si simplemente, de manera unidireccional, el Norte impone la dominación al Sur o existen otros mecanismos contrarios enviados del Sur hacia el Norte. Posiblemente no se den con imposición como hace la “colonialidad” del Norte al Sur, pero el Sur sigue enseñando nuevas estrategias al Norte para hacer frente a ciertas problemáticas. Y en este caso no hablamos de ejemplificaciones como el asunto nutritivo y demográfico de exportarse de Latinoamérica a Europa, en el siglo XVI, la riqueza nutritiva de la patata, sino que hablamos de política. Política del siglo XXI.
Europa, y en especial los llamados –despectivamente- países PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), sufren una crisis económica desde 2008 proveniente de la crisis subprime de Estados Unidos. Este efecto, que produjo un crecimiento del número de desempleados y paralelamente una reducción de fondos públicos, generó un crecimiento porcentual del déficit fiscal de los Estados y ha llevado, como incorrecta solución, a la ejecución del endurecimiento de políticas neoliberales con la privatización de servicios públicos para reducir finalmente el endeudamiento público.
Con la reducción del gasto público, incentivado por la Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea), finalmente la brecha de la desigualdad ha crecido, siendo España el segundo país más desigual de la Unión Europea según el informe “Gobernar para las Elites” de Intermón Oxfam.
Las consecuencias del endurecimiento de las políticas neoliberales sobre cualquier país podían ser previamente conocidas por las elites españolas si hubiesen analizado contradiciendo la “colonialidad”, es decir, que si España en lugar de simplemente aprovecharse del momento de privatizaciones (inserción de transnacionales españolas en mercados latinoamericanos, como BBVA, Banco Santander, Telefónica, Endesa, etc) bajo la implementación de modelos neoliberales en América Latina a finales de los ´80 con el Consenso de Washington como “solución” a la crisis de la deuda, aprendiese de los impactos sociales y políticos de estas directrices en los países del sur.
El problema era que España, históricamente colonialista del Norte, nunca pensase que los impactos neoliberales serían del mismo calibre como en un país colonizado latinoamericano del Sur. Parece ser que, más allá de las élites, no todos los españoles obviaron la posibilidad de aprender de los efectos del neoliberalismo en América Latina para estar atentos a las acciones sociales y políticas en España.
Venezuela, Bolivia y Ecuador enseñan a España
En América Latina, con la instauración del proyecto neoliberal y sus impactos de crecimiento de los Coeficientes Gini (dato de la desigualdad económica utilizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), nacieron y se multiplicaron las protestas sociales, los cuales culminaron en cambios políticos en algunos gobiernos.
En Venezuela, tras la acción espontánea de una protesta social y saqueos de las clases más desfavorecidas en 1989 contra las consecuencias de empobrecimiento por la liberación económica del gobierno de Carlos Andrés Pérez, se tuvo como respuesta una represión militar con el resultado de más de 3000 muertos. Suceso histórico conocido como el Caracazo. Este elevado conflicto social entre neoliberalismo y antineoliberalismo se transformó en un conflicto político tras la insurrección cívico-militar liderada por Hugo Chávez en 1992. El mismo militar que finalmente fue absuelto por presión popular y ganó las elecciones presidenciales de 1998 poniendo fin al neoliberalismo.
Un proceso similar vivió Bolivia. La instauración de un modelo neoliberal con la aprobación del Decreto Supremo 21060 en 1985 generó una relocalización de miles de mineros y un efecto migratorio de zonas rurales y de comunidades indígenas a la periferia de las grandes ciudades, produciéndose efectos como el creciente novedoso municipio El Alto a orillas de la ciudad de La Paz.
El aumento de la desigualdad aceleró el crecimiento de organizaciones sociales antineoliberales como el Movimiento Al Socialismo (MAS) liderado por el indígena Evo Morales, pero la represión de la Guerra del Agua en 2000 y, sobre todo, la Guerra del Gas en 2003, con más de 64 manifestantes muertos, conllevó al nombramiento del nuevo presidente Evo Morales y la anulación del 21060 con el nuevo Decreto 871.
Ecuador, en lo referente a la instauración de políticas neoliberales, tuvo un proceso semejante pero, incluso, su horizonte de cumplimiento de directrices externas y dependencia del Norte fue todavía más radical al sustituir la circulación de su moneda nacional, el Sucre, por la unidad monetaria imperial, el dólar, en 1999. Una crisis financiera, monetaria y fiscal, acabó desatando una fuerte crisis política con el crecimiento de un gran movimiento social, cívico, indígena y sobre todo antineoliberal, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE).
A diferencia de Bolivia y Venezuela, en lugar de transformarse la CONAIE de actor directo de resistencia a conductor político, su papel fue siempre de presión a gobiernos inestables, aceptando y posteriormente expulsando a tres presidentes en siete años: Gustavo Noboa (2000 a 2003), Lucio Gutiérrez (2003 a 2005) y Alfredo Palacio (2005 a 2006). Finalmente, el cuarto presidente fue Rafael Correa, un exministro y economista académico, quien a pesar de sus divergencias con la CONAIE siempre ha existido cierto respeto entre el gobierno democrático, su nueva organización política Alianza País y el movimiento social ya que la misma CONAIE fue un actor esencial que defendió a Correa en el intento derechista de un golpe de Estado en septiembre de 2010.
Tres experiencias latinoamericanas que en el siglo XXI dijeron democráticamente NO a las directrices neoliberales impuestas por el Norte, pero, aun así, la geopolítica de la colonialidad del Norte con la vanguardia del imperio de Estados Unidos, en vínculo con sectores conservadores de las burguesías latinoamericanas, no aceptaron estos procesos de revoluciones democráticas con sus respectivas asambleas constituyentes y llevaron a cabo intentos de golpe de Estado. Al igual que en Ecuador en 2010, como hemos señalado, sucedió en Venezuela en 2002 y en Bolivia en 2008. Golpes que fracasaron gracias a los movimientos sociales y algunas de las posiciones democráticas de sectores militares.
* Sociólogo, comunicador, editor de kaosenlared y analista internacional especializado en temas de América Latina