Por Gustavo Bruzos. La irrupción violenta de un grupo de matones en una reunión de comisión directiva en Independiente y las amenazas al presidente del club Javier Cantero, no son más que un síntoma de la enfermedad terminal que envuelve al fútbol argentino.
Hace escasas horas quedó en libertad el único detenido por el crimen del jóven Emanuel Álvarez, asesinado cuando asitía a ver un partido de fútbol en marzo de 2008. Hace menos de diez días le vaciaron un ojo a otro joven hincha en una pelea en San Juan, en los incidentes tras el partido con Godoy Cruz. No me puse a hacer archivo, apenas lo que se me vino a la memoria cuando inicié esta columna.
La violencia no es nueva en este país. Y tampoco es nuevo que los violentos utilicen los clubes de fútbol para financiar sus asociaciones ilícitas. Las barras han servido — y sirven– para ejercer como ejércitos privados de los poderosos de turno. Se alquilan, juegan para quienes sean útiles a su negocios, agrupaciones internas de los clubes, facciones sindicales, punteros políticos barriales y también nacionales.
Javier Cantero está solo. Hay una sensación de querer rodearlo, pero la realidad es que está solo. Más allá del miedo, o el simple y cobarde “no te metás”, no hay una clara disposición a cortar con esta forma de “hacer política”.
Este jueves Julio Grondona dijo respaldar a Cantero. Hace 33 años que este hombre preside AFA. Cogobernó con militares, civiles liberales, civiles estatizadores, con cuanta clase política se le puso al costado. Porque adelante no se le plantó nadie. Julio Grondona es el responsable político absoluto del estado de descomposición que vive nuestro fútbol. Y sus diferentes socios a lo largo de los años los encargados de lavarle la cara y ser los útiles de turno para que la gigantesca rueda de ese negocio siga dando vueltas.
Lo de Cantero será noticia, mientras los medios así lo quieran. Mientras no haya un nuevo romance de un futbolista y una vedette que lo tapen, o que algún poderoso lo mande a tapar. Habrá algún cambio de fichas, pero el tablero se mantendrá incólume. hay una expresión muy usada aquí para estas situaciones: gatopardismo. Cambiar algo, para que nada cambie.
Quieren hacernos creer que hay violencia en el fútbol. No es así. Los violentos y los que quieren eternizarse en el poder utilizan al fútbol para hacer sus negocios. Si queremos acabar con la violencia, hay que atacar a ese entramado. Hay que darle transparencia a las instituciones. Dejar de prohijar dirigentes con accionar mafioso. Lamentablemente, para acabar con la rabia, esta vez no hay vacunas, hay que terminar con el perro.