Una lectura de Fuerza magnética, de Valentina Vidal (Tusquets, 2019).
Por Cezary Novek
Una profesional de la salud que pasa de su rol de empleada al de paciente oncológica. Gente que espera su última hora en las peores condiciones de incertidumbre y destrato. Un administrador cuya única prioridad es vender la llave de la granja y alejarse antes de que explote. La historia de amor prohibida por el reglamento que se vive a escondidas. Otro administrador que hace números con los moribundos que se amontonan en la sala de espera. Un humilde empleado que pudo estudiar y ascender de categoría para poder entregar la cabeza de sus compañeros a cambio de otro ascenso de categoría. Una máquina de diagnóstico sin revisar que termina enfermando de muerte a los encargados de sanar.
La clínica en la que transcurren las intrigas de Fuerza magnética es un espacio de trabajo como cualquier otro. Entendiendo la idea de espacio de trabajo como un lugar cerrado en el que un grupo humano de número variable cumple rutina y está obligada a relacionarse durante ocho horas diarias con personas con las que no elegirían interactuar si se les diera la posibilidad de elegir.
Como en todo ámbito laboral, hay líderes, allegados, súbditos, conspiradores, chivos expiatorios, entregadores, espías, aliados y delatores. Como en toda burocracia, las cualidades intrínsecas al funcionamiento de la clínica, en el contexto de un neoliberalismo decadente, bestial, en un país bananero y corrupto del tercer mundo, no difieren demasiado de la Rusia decimonónica, el Imperio Austrohúngaro o la U.R.S.S. de la Guerra Fría. La envidia, el chismorreo, la traición, la obsecuencia, la desidia y los intereses cruzados están a la orden del día.
La vida, la muerte y la precarización en la guerra sin cuartel por escalar en la jerarquía se libran en los cuerpos humanos. La clínica es una jaula o un laberinto en el que los ratones van de un lado al otro, comiéndose entre ellos mientras la jaula cambia de dueño. El espacio sagrado donde ocurren la enfermedad y la sanación es también el espacio profano de la compra y la venta de cuerpos, de favores, de drogas, de influencias. Hay acoso laboral y también hay romances sórdidos y obsesiones no correspondidas en la clínica de Fuerza magnética.
En su primera novela, Vidal construye un espacio claustrofóbico en donde el sexo y la muerte, la enfermedad y la corrupción son vectores que atraviesan los diferentes capítulos de la historia –relatados en una prosa aséptica, lavada y escueta, en donde pueden sentirse el aroma a desinfectante de las baldosas blancas y las camillas de cuerina sintética iluminadas por los fluorescentes de bajo consumo–, construyendo una telaraña narrativa que envuelve y se pega, comprimiendo más y más hasta la agridulce disolución final.
Valentina Vidal
Nació en Buenos Aires, en 1970. Es escritora y bajista. Fue líder de la banda de pop rock Valentina. Jefa de redacción de la revista digital especializada en reseñas de narrativa contemporánea nacional Solo tempestad desde 2015. Realizó talleres de escritura creativa con Vicente Battista, Federico Falco, y Samanta Schweblin. Autora del libro de relatos Fondo blanco (Llanto de mudo, 2013). Fuerza magnética es su primera novela.