Por Nicolás Zyssholtz. Los Baltimore Ravens se consagraron campeones del fútbol americano al vencer a los San Francisco 49ers. De cualquier manera, el resultado deportivo es un detalle en el marco de uno de los mayores shows televisivos del mundo.
La 47ª edición del “Super Bowl”, la final que define al campeón del fútbol americano, se disputó anoche en Nueva Orleans y dio como ganadores a los Baltimore Ravens, que derrotaron por 34-31 a los San Francisco 49ers. Sin embargo, probablemente sea más recordado el show que dio en el entretiempo la cantante Beyoncé, o el himno estadounidense que cantó Alicia Keys antes del inicio del partido, en el marco de un espectáculo televisivo saturado de luces y colores, en el cual el deporte es nada más una excusa.
Desde la organización misma del partido está presente el show que apela en buena parte a la sensibilidad y el sentido común colectivo estadounidense. De hecho, la final se organizó en el Mercedes-Benz Superdome, que fue una de las imágenes del Huracán Katrina hace más de siete años por los graves daños que sufrió. Apenas comenzado el espectáculo se hizo un homenaje a marines regresados de Irak, para luego pasar a un coro formado por estudiantes del colegio Sandy Hook, de Connecticut, donde ocurrió hace menos de dos meses una masacre en la que murieron 26 personas, que cantaron “America the Beatiful” (“América la Hermosa”).
Luego comenzó el partido, casi como un detalle: contra toda lógica deportiva, el primer tiempo es en realidad la antesala para el “halftime show”. No es la intención de este artículo explicar las reglas del fútbol americano, un deporte que, excepto para este partido final, casi no excede las fronteras de Estados Unidos. Sin embargo, es necesario nombrar que, finalizados los dos primeros cuartos, los Ravens de Baltimore llevaban una ventaja de quince puntos (21-6) sobre los 49ers.
Finalmente, tras el aperitivo comenzó lo más esperado. Las luces del estadio apagadas, llamaradas a ambos lados del campo de juego formando la silueta de un perfil de mujer, más fuego, humo violeta y Beyoncé cantando sobre una pista grabada. Más luces, el “reencuentro” con sus ex compañeras del grupo Destiny’s Child, cuatro temas y fin de la historia. Antes, durante y después, el otro gran condimento del entretiempo: las publicidades. Coca-Cola, Pepsi, Toyota, Kia, Hyundai y un largo etcétera pagaron alrededor de 125 mil dólares por un segundo al aire.
Tras el show, la sorpresa. Un apagón dejó el estadio en la semipenumbra inmediatamente cuando debía empezar el tercer cuarto, que se retrasó más de media hora. El pecado mayor que se puede cometer en el medio de un espectáculo de deporte-consumo es quitarle dinámica, hacer que la gente piense en cambiar de canal, e incluso quizás lo haga.
Recuperada la luz, volvió el juego y los Baltimore Ravens se consagaron campeones, por un apretado 34-31 a pesar de la cómoda ventaja que se habían llevado de la parte inicial. ¿Vicisitudes del deporte o parte del espectáculo? En un marco así, se permite dudar de un final tan parejo, sobretodo si se revisa el archivo para ver que hace 10 años no se da un resultado abultado en un Super Bowl, cuando los Tampa Bay Bucaneers –donde jugaba el argentino Martín Grammatica- le ganaron 48-21 a los Oakland Raiders.
Fin de la historia, más papelitos, fuegos artificiales, luces de colores. Hinchas de un equipo contentos, el público televisivo feliz, y los empresarios de todo el mundo encantados, listos para preparar el próximo gran show que algunos todavía se atreven a llamar deporte.