Por Andrea Sosa Alfonzo. Ante las medidas de la cartera educativa porteña de limitar y modificar la curricula en todas las escuelas de nivel medio de la ciudad, los estudiantes se nuclearon en la toma de más de 25 colegios que reclaman una política educativa consultiva que instruya una educación pública basada en la diversidad.
El teórico e impulsor de la educación popular Paulo Freire decía siempre que mientras se considere al futuro como algo dado, “como una repetición mecánica del presente” y no como el espacio para decidir y luchar, donde se construyen las utopías que permiten soñar un mundo mejor, no habrá “lugar para la educación, sólo para el adiestramiento”.
Uno de los graves problemas que plantea la política educativa que viene impulsando el gobierno de la ciudad en innumerables medidas, reside en la ausencia o, mejor dicho, vaciamiento de la concepción política per se que tiene la dimensión pedagógica, que entendida como tal implica un compromiso de estudiantes, docentes y autoridades en la construcción del sujeto político protagonista que interviene en cada instancia de los procesos de escolaridad que atraviesa una sociedad. Este protagonismo es el que vienen reclamando los estudiantes de los colegios secundarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Ante el avance del plan de estudios porteño, más de 25 colegios se sumaron a las medidas de lucha y reclamo de un debate mayor en la reformulación de los contenidos que propuestos por el ministro Esteban Bullrich, que atraviesa todo el nivel medio. Las primeras tomas comenzaron el lunes pasado en las escuelas técnicas “Fernando Fader” e “Ing. Eduardo Latzina”, la escuela de jardinería “Cristobal Hicken” y la de educación media común “Claudia Falcone”, a las que se sumaron durante la semana la “Hipolito Yrigoyen”, la “Ing. Luis Huergo”, el colegio “Julio Cortazar”, así como las normales 8 y 17, entre otras.
Las medidas adoptadas por el Ministerio de Educación plantean recortes de horas, lo que deriva en el desplazamiento de materias de contenido específico por aquellas de contenido general, quitando de este modo especificidad al título, con el agravante de la supresión del turno noche. La consolidación de opciones educativas medias en el horario vespertino permite a una gran cantidad de jóvenes continuar sus estudios en una realidad adversa: estudiar mientras se trabaja. Por diferentes razones, muchos de estos estudiantes luego constituyen el porcentaje de expulsados del sistema educativo formal de 5 años, teniendo que optar, en el mejor de los casos, por un sistema de finalización de estudios secundarios para adultos en un CENS u otras opciones, tales como los bachilleratos populares para adultos que llevan adelante cada día más organizaciones sociales.
La discriminación y eliminación del secundario vespertino generaría una mayor disgregación social, con el agravante de constituirnos en una sociedad de escuelas privadas, impulsando un aumento de una brecha social que ya es una realidad en la ciudad de Buenos Aires.
Homogeneizar la diversidad para adoctrinar
La diversidad es la riqueza de cualquier cultura e impulsa procesos sociales que son llevados adelante por sujetos que desde su propio lugar construyen una mirada que los coloca como actores de la historia, manifestando así una creación colectiva que se realiza en la unión de la misma práctica social. Dar la disputa en el marco de la escuela pública enriquece estos procesos de lucha, planteando que la escuela ya no es más un ámbito de adoctrinamiento incapaz de intersticios de debate y preguntas sino un sistema educativo emancipador.
En este sentido, las medidas ponen el foco en la homogeneización de aquello que nos hace sujetos de decisión cuando por primera vez, entrada la adolescencia, tenemos la capacidad de elegir qué queremos ser y en qué lugar de este mundo creemos que podemos aportar nuestros saberes. Sin embargo, un cambio de currícula en aquellas especificidades que constituirán a los futuros educandos, parece ser un dato menor a la hora de tomar decisiones unívocas y desmedidas. A partir del 2013, se implementarán cambios curriculares en ese sentido en las escuelas de cualquier tipo de orientación, y no sólo las técnicas, como se mencionó en un primer momento.
Marcha dialogó con la vocera y estudiante de la escuela Fernando Fader, Sofía, quien mencionó que a raíz de esto, “unas 50 escuelas comenzamos a movilizarnos y nos nucleamos en la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB) para evaluar y organizar las medidas que podíamos tomar”. La reforma propuesta “quita horas y transforma nuestras tecnicaturas en bachilleratos”, lo que significa que “se desvalorizan nuestros títulos y se nos recortan salidas laborales”, sintetizó, analizando los alcances de la medida tomada.
La CEB es un agrupamiento independiente que nuclea a más de 30 centros de estudiantes, donde se votó el plan de lucha contra la reforma que quiere implementar el gobierno porteño a través de mandatos de base que surgen desde las asambleas. Sin embargo, lejos de oír los planteos de los estudiantes, el gobierno porteño salió al cruce sólo para desmentir las cifras sobre la cantidad de colegios tomados.
Respecto de la medida, Diego Fernández, jefe de Gabinete del Ministerio de Educación porteño, salió al cruce por la toma de colegios y señaló que “la mejor forma de defender la escuela pública es permitir que la escuela cumpla su función social. Hay chicos en este momento que no están pudiendo educarse, porque las escuelas están cerradas”. A su vez, no sólo el cambio es inconsulto con los estudiantes, quienes representan algo más que un depositario de contenidos, sino que además el ministro Esteban Bullrich justificó la decisión anunciando “que la adecuación curricular, que comenzará a regir el año próximo, obedece a los lineamientos establecidos en el Consejo Federal de Educación”.
Por su parte, la vocera del Fader, Sofía mencionó a Marcha que actualmente “están coordinando con una cantidad importante de colegios técnicos, normales, comerciales, bachilleres, nacionales y artísticos en el reclamo puntual que es la participación de la comunidad educativa en el armado de nuestras currículas. Durante siete años quisieron implantarnos un plan nuevo de escuela donde cambiaban nuestros títulos, contenidos y materias. Las técnicas salimos a la calle buscando el dialogo, hubo reuniones pero fueron a modo informativo y no se aceptaron debates, ni críticas. No sólo somos los estudiantes los que queremos tener la principal participación en los armados, sino que son también son nuestros docentes, en quienes confiamos, los que tienen la capacidad técnica para aportar a dentro de nuestra perspectiva sobre qué escuela queremos, qué títulos queremos llevarnos, para qué venimos a la escuela pública, qué seres queremos formar y al servicio de qué sociedad”
El impacto de tales medidas fueron anunciándose de a poco: “La primera idea era que se implementaba a partir del 2013, es decir, que los egresados del 2017 salían con un titulo nuevo”. Entonces dimensionaron que “este es un cambio estructural, no importa quién se egresa, sino el título público, la idea es valorizar el estudio de una escuela pública”.