Por Dario Farcy. En un mundo que encuentra en las recetas neoliberales la única salida a la crisis, Indoamerica y Argentina se debaten entre la continuidad de la dependencia y la construcción de una nueva forma económica. La Economía Social y Solidaria como actor clave en ese proyecto emancipador.
Homogeneizar las conformaciones sociales ha sido uno de los puntos centrales de la victoria política y social del capitalismo, ya que esa forma específica de relación social es la base para poder imponer sus jerarquías como formas socialmente válidas. De otra forma sería imposible que una gran parte de los agentes (gobiernos, trabajadores y organizaciones políticas) acepten las reglas del juego actuales.
Esta situación no nos permite hablar ya de un cambio estrictamente en términos económicos, y por eso la transformación de nuestras relaciones sociales solo podrá provenir si logramos romper las lógicas dominantes que se reproducen cotidianamente en nuestra sociedad.
En esta lucha de los pueblos por romper las lógicas impuestas durante siglos el proyecto de la autogestión democrática y de los trabajadores, encarnada en la Argentina principalmente por el movimiento de la Economía Social y Solidaria (ESyS), aporta innumerables lecciones practicas y conceptuales de como poder lograr un proyecto de una economía planificada al servicio de las necesidades del pueblo. Debemos dejar en claro que existen en toda América Latina experiencias que plantean una alternativa al proyecto dominante, concentrador, centralizador y explotador existente a nivel global.
Partiendo de la existencia de este proyecto alternativo pero también de su inclusión en un mundo sumamente concentrado, surgen algunas preguntas que permiten avanzar en el planteamiento: ¿la ESyS, hoy en día representa un modelo alternativo de sociedad? Y a su vez ¿tiene en su estructura lo necesario para dar por tierra con los preceptos y prácticas del capitalismo? ¿Posee en potencia lo necesario para cambiar la sociedad de América Latina? Y de la Argentina? Y de ser posible ¿Qué es lo que necesita para lograrlo?
Sudamericana entre la emancipación y la dependencia
La región vive en estos últimos 10 años una etapa sumamente peculiar en términos económicos. Marcada por un crecimiento económico a un ritmo estable y homogéneo, nunca antes visto en la historia contemporánea de la región. Los numero son claros, este crecimiento está basado principalmente en la extracción de recursos naturales o materias primas para su venta al exterior; lo que le imprime a este modelo una fuerte dependencia de los centros industriales y tecnológicos a nivel internacional. Productos como la soja, el trigo, el petróleo, los minerales, etc. son las principales exportaciones de los países indoamericanos, en decir “commodities”. La producción de éstos, su distribución y comercialización está, en mayor medida, en manos de grandes transnacionales; las que, a su vez, se incluyen dentro del grupo de las masmás poderosas compañías del mundo. Sin embargo, hay que destacar que las exportaciones del sector industrial han encontrado un nicho de mercado muy beneficioso dentro de la misma región. Las exportaciones de este tipo han tenido un crecimiento del 200%, mientras que las mismas pero al exterior de la región solo se han aumentado en un 52%. Podemos hablar entonces de una mayor integración a nivel de la matriz industrial, pero de una fuerte extranjerización de los sectores primarios en el general de los países.
La situación política por su parte, marca una ruptura con la existente en los años 90, dando espacio de influencia a grupos que poseen un discurso y una construcción de sentido cercanos a ideas latinoamericanistas. También marca una ruptura clara con la política social de otros países del mundo; que incluso encontrándose en similares condiciones económicas, con ventajas competitivas en cuanto productores y exportadores de recursos naturales, las mismas no se traducen en políticas públicas tendientes a la reducción de la pobreza, indigencia, desempleo, etc. Como vemos en la mayoría de los países de Sudamérica estos índices han sido combatidos de forma relativamente exitosa en estos últimos 10 años (Cepal 2013).
Incluso un análisis somero nos permite notar que en América Latina un vuelco hacia la “izquierda” ha sucedido en la mayoría de los gobiernos, incluso entre los representantes que no podríamos reconocer como grandes defensores de plantear una apuesta política por fuera de la influencia de las grandes potencias y de los organismos internacionales.
No hay que olvidar que esto se da en el marco de una región que fue devastada por las dictaduras militares en los años 70, las cuales fueron financiadas y entrenadas por los USA para poder implementar las nuevas políticas de “mercado”, o neoliberales, para comenzar a prefigurar lo que es el mundo actual.
En suma la particularidad de esta región es que la actual situación se ha logrado gracias a una fuerte intervención de los Estados en materia económica y social, promoviendo políticas que han, en la mayoría de los casos, apuntalado el crecimiento económico. Mientras que las diferencias entre los estados del cono sur, podemos encontrarlas comparando se las políticas se ejecutaron apuntando a un cambio tecnológico industrial con fuerte presencia del Estado y las comunidades organizadas, o si por otra parte se hizo apoyando sus esfuerzos en una mayor extranjerización de la producción.
Más allá de que existan diferencias entre el modelo de desarrollo elegido por los países y las dificultades estructurales que esto implique, podemos decir que América del Sur es un caso peculiar en este mundo actual (tal vez cercano al modelo chino en términos de reducción de la pobreza) en donde la mayoría de los países que se encuentran con un crecimiento de su PBI lo hacen bajando los niveles de empleo y aumentando la precarización laboral, así como también la pobreza siendo esto no menor si tenemos en cuenta la situación global y la especifica de América Latina en los años 90.
Este panorama nos permite pensar en torno a las posibilidades de un cambio de la estructura productiva, incluso en los países más desarrollados en el continente (en términos economicistas occidentales). Esto a su vez puede facilitar la consolidación de herramientas políticas mucho más soberanas, democráticas y populares. El cambio no se dará en términos mecánicos. Actualmente la disputa por los espacios geográficos, en busca de recursos naturales, es cada vez más intensa, y las principales potencias del mundo han puesto todo su complejo tecnológico-industrial-militar a disposición de sus intereses imperiales.
Sabemos que su existencia esta invisibilizada a los ojos de la mayoría de la población gracias a la hegemonía que tiene el sector privado. La posibilidad de ejecutar un proyecto más amplio y profundo que tenga al cooperativismo como eje desde donde se articulan las respuestas a las diferentes necesidades sociales, es objetivamente posible.