Por Dafne Melo. Todos los años, se cuenta la misma historia: el origen de la fecha es en memoria a obreras estadounidenses quemadas vivas dentro de una fábrica por su patrón. Una mirada en otra Historia, con la “H” mayúscula, nos muestra que no fue así.
El 8 de marzo es una fecha cercada de disputas. “Ni flores, ni bombones: un día de lucha”, dicen en las calles las mujeres trabajadoras y feministas, mientras los medios de comunicación hegemónicos hacen el esfuerzo de transformar la fecha en una conmemoración frívola, vacía de sentido político, en la cual se refuerza los estereotipos de una femineidad tradicional y conservadora.
En la mejor de las hipótesis, mencionan los orígenes de la fecha, que vinculan a una tragedia en que cerca de 150 obreras textiles fueron quemadas vivas en una fábrica en Nueva York. El dueño las habría encerrado y prendido fuego en las instalaciones para vengarse de las protestas que realizaban en contra de las pésimas condiciones de trabajo.
Hay variaciones en que cambian algunos datos. Algunos relevantes, como el año. Hay notas que mencionan 1908, otras 1910, ó aun 1857. Algunas narrativas dan cuenta de que el hecho se dio en Detroit, otros en Nueva Jersey.
Otra versión cita una manifestación el 8 de marzo de 1857, en Nueva York, también realizada por trabajadoras textiles, y en cuya fuerte represión algunas mujeres habrían sido muertas pisoteadas durante el intento de fuga.
Esas historias fueron reiteradas y repetidas inclusive por las organizaciones feministas durante muchísimo tiempo – y todavía son.
Incendio
A partir de la década de ’70, durante lo que algunos llaman de segunda ola del feminismo, algunas estudiosas del tema empezaron a investigar la historia de tan importante fecha.
Se depararon con el hecho de que no hay un solo documento histórico que pruebe la ocurrencia del incendio el 8 de marzo de 1908. Una de las pioneras fue la canadiense Renée Cotê, que investigó exhaustivamente en archivos estadounidenses y publicó en 1984 una de los primeros estudios sobre el tema.
Contemporánea a Cotê, la americana Mari Jo Buhle publicó un libro sobre la lucha de las socialistas estadounidenses entre 1870 y 1920. En la obra, la historiadora afirma que sí hubo tal incendio, pero el 25 de marzo de 1911.
Se trataba de obreras textiles de la Triangle Shirtwaist Company, en Nueva York. La fábrica tenía cerca de 500 funcionarios y estaba localizada en un edificio. En la tragedia, 146 personas murieron, casi todas mujeres jóvenes e inmigrantes. Sobre ese hecho hay diversos registros, incluso de las reacciones y movilizaciones de las mujeres trabajadoras después de la tragedia.
En la época, el incendio reveló a la sociedad estadounidense las pésimas condiciones de trabajo a que eran sometidos hombres y mujeres, dentro de las fábricas. Posteriormente, se comprobó que el incendio había sido accidental, sin embargo, como diversas puertas estaban cerradas y las instalaciones no eran adecuadas, el fuego se expandió rápidamente y muchas de las trabajadoras no pudieron fugarse.
La lucha de los trabajadores y trabajadoras consiguió mayor apoyo y diversas leyes y normas de seguridad fueron aprobadas a partir de esa tragedia. Los dueños de la Triangle Shirtwaist Company fueron a juicio y terminaron condenados por homicidio no premeditado.
¿Y entonces?
Pero si no hubo incendio el 8 de marzo, ¿cuándo y por qué se definió esa fecha como el día de las mujeres?, ¿a qué hecho histórico hace referencia? La respuesta viene del otro lado del mundo, en la Rusia del año de 1917.
Es importante destacar que desde 1910 se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en diversos países del mundo. La alemana Clara Zetkin, en 1910, en la Segunda Conferencia Internacional de las Mujeres, sugirió la adopción de un día internacional de lucha de las mujeres que, sin embargo, no tenía fecha definida.
En aquella época, entre las reivindicaciones, era central la cuestión del derecho al voto, junto con modificaciones en la legislación civil (regulación del casamiento y del divorcio, por ejemplo), derecho a frecuentar escuelas, al trabajo y a mejores condiciones laborales y salarios dignos.
La propuesta de Zetkin se inspiraba en una definición del Partido Socialista Americano que, desde 1909 celebraba el día de lucha en el último domingo de febrero.
Las mujeres rusas también realizaban sus conmemoraciones. El 23 de febrero de 1917 del antiguo calendario ruso (8 de marzo en el calendario occidental) se esperaban las actividades tradicionales de ese día: manifiestos, discursos, reuniones. Sin embargo, las obreras textiles de San Petersburgo deflagraron una paralización que terminó por desencadenar una huelga general.
Alexandra Kollontai hace referencia al hecho en sus escritos. “En 1917, el 8 de marzo (23 de febrero), el Día de las Mujeres Trabajadoras, ellas salieron bravamente a las calles de Petrogrado [San Petersburgo]. Las mujeres – algunas trabajadoras, otras esposas de soldados – reivindicaban ‘pan para nuestros hijos’ y ‘retorno de nuestros maridos de las trincheras’ […] el Día de las Mujeres Trabajadoras de 1917 se volvió memorable en la Historia. Ese día las mujeres rusas levantaron la antorcha de la revolución proletaria e incendiaron todo el mundo. La revolución de febrero se inició ese día”.
El hecho también es mencionado por León Trotsky en la obra Historia de la revolución rusa, “En la víspera, nadie podría suponer que el Día de la Mujer pudiera inaugurar la revolución”, escribió. En menos de un mes, renunciaba el zar ruso.
Rescate histórico
Solamente en 1922, en la Conferencia de las Mujeres Comunistas es que el 8 de marzo, en una referencia directa y homenaje a la huelga de las obreras textiles rusas, fue definido como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
La verdadera historia fue borrada y en su lugar se reforzó una versión del incendio en Estados Unidos – que en su verdadera dimensión también posee su fuerza e importancia dentro de la historia del feminismo.
Algunos estudiosos afirman que, sobre todo a partir de la década de ’50, durante la Guerra Fría, esa versión fue reforzada por los académicos y medios de comunicación americanos, con el objetivo de borrar el origen comunista y de lucha de la fecha.
En las palabras de Renée Côtê, en 1984, el verdadero 8 de marzo se inscribe en un “pasado feminista enterrado, o mejor, falsificado y ocultado de forma apasionada por esa leyenda [del incendio]”.
Sin embargo, también el estalinismo, después de la década de 1930, buscó vaciar de las conmemoraciones su sentido político.
Recuperarlo, más allá del ejercicio de rigor histórico, significa recuperar parte de la historia de la lucha de las mujeres que encuentra un punto de intersección con la lucha del movimiento socialista. En esa versión, las mujeres no fuimos víctimas, sino sujetos políticos activos. Contar esa historia es devolver el carácter político de esa conmemoración.
Dice Rodolfo Walsh en una famosa frase que las clases dominantes han procurado que los trabajadores no tengan historia, doctrina, héroes y mártires. “Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.
Las protagonistas y las dueñas de esa historia, la del 8 de marzo, somos nosotras. Rescatémosla.