Por Leandro Albani. Traducción: Delil Delali
“Seremos el veneno en su sangre”, y la voz que dice esas palabras suena desesperada, pero firme y consciente. La mujer que habla, sentada en la tierra de la ciudad kurda de Kobane, aparece en las primeras imágenes del documental “Nujin”, del director Veisy Altai, que fue estrenado la semana pasada en Buenos Aires. Esa mujer, que recuerda con dolor a sus muertos, sabe que ese veneno es la guerrilla de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) que defienden el norte de Siria. Y sabe también que la sangre pertenece a los mercenarios del Estado Islámico (EI) que, en el momento en que se rodó el documental, controlaban gran parte de la ciudad.
Altai estuvo en Argentina participando Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos (DerHumALC) para presentar su película “Madre Berfo, 33 años de resistencia”, sobre la historia de una madre de Kurdistán con su hijo desaparecido por el Estado turco. En este diálogo con Marcha relatará su experiencia en Kobane, localidad a la que llegó cuando se daban los combates más duros contra el Estado Islámico. Altai, nacido en Kurdistán y quien ya realizó cinco películas, arribó a Kobane ante la propia necesidad de enlistarse en la guerrilla para defender el territorio. Pero su sorpresa fue cuando le dijeron que no iba a empuñar un arma, sino la cámara para intentar romper el cerco mediático que todavía hoy rodea esa región kurda, ubicada en el norte sirio y que los pobladores denominan Rojava.
Durante cuatro meses, Altai captó las imágenes de la guerra, pero también de la vida cotidiana de los guerrilleros y las guerrilleras. Elif, una miliciana de apenas 18 años, será quien relate en el documental la historia de las mujeres que se sumaron a la insurgencia, no sólo para derrotar al EI, sino para iniciar un proceso de liberación colectiva. En “Nujin” se puede observar la devastación producida en Kobane: edificios y casas derruidas y con cientos de agujeros de balas y cañones, automóviles y camiones quemados por las bombas, calles cubiertas de escombros y barricadas.
“No se puede decir con palabras cómo fue estar con los combatientes en Kobane”, asegura Altai y agrega que “en ese momento, el 90 por ciento de la ciudad estaba bajo control del Estado Islámico, pero sabíamos que la íbamos a liberar. Dos meses después de las entrevistas que realicé, Kobane fue liberado”.
“El pueblo dejó todo y peleó contra el EI, y fue un honor estar con esa gente que resistía y luchaba. Esa gente había nacido ahí y quería morir ahí, resistiendo contra los grupos terroristas que querían destrozar la zona y los valores de la humanidad”, recuerda el cineasta.
-Llegaste a Kobane para ser combatiente y te dijeron que tenías que ser periodista. ¿Cómo recibiste eso?
-En los primeros tiempos cuando el Estado Islámico atacó Kobane a los medios del mundo no les interesó y nadie se enteró. Solamente los medios turcos y kurdos hacían una cobertura de eso. Los turcos hacían notas exagerando al Estado Islámico y diciendo que Kobane iba a caer, y a los medios kurdos nadie los escuchaba. Con esa atmósfera fui a Kobane y cuando llegué quería hacer lo que sea para ayudar. En Kobane no había mucha gente de medios de comunicación, ni siquiera del lado de los kurdos. Nosotros éramos tres personas que habíamos llegado. Aparte mucha gente de la ciudad había dejado sus trabajos y sin ser periodistas trataban de hacer lo que podían. Como había una resistencia y una guerra increíble había que transmitir todo eso hacia afuera, y durante cuatro meses hicimos lo que pudimos, filmando, enviando fotos, atendiendo teléfonos, haciendo contactos afuera y tratando de transmitir todo lo que estaba sucediendo. Conmigo había dos camarógrafos que fueron heridos, uno de ellos estaba a mi lado cuando tiraron una bomba y el otro fue alcanzado por un francotirador.
-¿Qué características más te impactaron de los guerrilleros y las guerrilleras?
-Dos cosas me impactaron: que las mujeres eran pioneras y que todos tenían una moral muy alta. Cuando en la noche había combates y se producían algunos muertos y heridos, al día siguiente los guerrilleros seguían de buen humor y con una alta energía. Cuando las YPG/YPJ perdieron Kobane y se quedaron sólo con el 10 por ciento de la ciudad, te puedo decir tranquilamente que todos nosotros y toda la gente nos reíamos de la muerte. Y todos decían que la lucha contra el Estado Islámico no era solo para Kobane o para Kurdistán, sino que era por toda la humanidad. Entonces los guerrilleros de las YPG trataban de cuidar y defender los valores de la humanidad.
-¿Cuánto significó esa moral alta de guerrilleros y guerrilleras para derrotar al Estado Islámico?
-La moral y la motivación fueron muy importantes para el éxito, porque había una guerra desequilibrada ya que el Estado Islámico tenía todas las armas de última tecnología. Pero la devoción de los guerrilleros pudo frenar la superioridad del Estado Islámico. Te doy el ejemplo de la guerrillera Arin Mirak: cuando el Estado Islámico había invadido el 70 por ciento de Kobane, ella se inmoló delante de un tanque enemigo y esa actitud heroica cambió la dirección de la guerra, porque motivó a los combatientes y demostró la alta moral que había. Por supuesto, no es sólo motivación y moral, sino la táctica empleada y creer que nuestra lucha es fundamental.
-¿Cuándo estuviste en Kobane qué cantidad de civiles había?
-El 70 por ciento de la población de Kobane todavía estaba en la ciudad.
-¿Qué decía y cómo vivía esa población?
-Hay que aclarar algo muy importante: la mayoría de los combatientes kurdos en Kobane son civiles, es la gente que defiende su tierra y que había decidido que pase lo que pase iban a defender a la ciudad. Muchísima gente dejó a sus niños y bebes en la frontera con Turquía y volvieron a pelear. Y todos decían “Kobane no va a caer”.
-¿Cómo ves el futuro de Rojava?
-El futuro de Rojava pronto va a generar un cambio muy importante no sólo para Kurdistán sino para todo Medio Oriente. En Rojava se lucha contra el sistema unitario de una sola nación, una sola religión y una sola ideología. Luchamos para que ningún grupo étnico sea amenazado. El sistema en Rojava destroza el modelo capitalista actual de Medio Oriente, por eso a mucha gente le llama la atención. Por eso, hay ataques muy fuertes para hacer caer el nuevo sistema por parte de los países imperialistas. Porque este conflicto tiene que ver con el imperialismo de Europa y Estados Unidos. Si el sistema de Rojava recibe tantos ataques, eso significa que es bueno, porque está amenazando al modelo actual de Medio Oriente. En este nuevo sistema todos los pueblos y las mujeres tienen voces, porque es igualitario. Por ejemplo, ahora en Rojava hay tres lenguas idiomas oficiales, pero los demás idiomas que son más pequeños se pueden aprender para que puedan seguir viviendo.