Por Tomas Schuliaquer. La política y el fútbol tienen una cercana y particular relación en Italia. Paolo Di Canio, histórico referente de la Lazio, es un claro ejemplo de eso.
Ya retirado y con 44 años, Di Canio es el actual entrenador del Swindon Town, equipo que juega en la League Two, la cuarta división del fútbol inglés. Dentro de la cancha, un enganche habilidoso, de los que escasean en América. Con la diez en la espalda, siempre fue admirado por su nivel futbolístico. Sin embargo, su comportamiento y su ideología desviaron las miradas de su calidad con la pelota. Controvertido, excéntrico y sincero, despertó, y aún sigue despertando, amor y odio por todo el mundo.
Ciertos hechos que están o no vinculados al fútbol permiten conocer más de este particular personaje. Empezó a salir con su actual mujer mientras era novia de un compañero de equipo; llegó a golpearse con Capello y Trapattoni cuando eran sus entrenadores y, en una entrevista con www.dailymail.com, afirmó que usa shorts apretados porque necesita hablar con los músculos de sus piernas. Por otra parte, en el año 1990, cuando jugaba para la Lazio, comenzó a sufrir ataques de pánico y fobia a los lugares cerrados. En una ocasión, durante el tratamiento, le agarró una crisis en el auto yendo a un partido. Se bajó y empezó a correr. A la hora, apareció tirado en una cabina telefónica. Los hinchas de la Lazio, en el único enfrentamiento que tuvo con ellos, no le perdonaron su ausencia y le hicieron un canto con el ritmo de “Guantanamera”, que no duró más que un partido: “Pazzo de merda, Di Canio pazzo de merda”.
Si bien jugó en muchos clubes italianos y estuvo ocho años entre Inglaterra y Escocia, lo más importante de su figura se vincula con la Lazio, club del que es ídolo. Tuvo tres etapas a lo largo de su carrera en la Squadra romana y es uno de los íconos más importantes de los irriducibili, la barra brava de los celestes. Desde un principio, a mediados de la década de 1980, empezó a fortalecer su vínculo con los tifosi. Ayudó económicamente a la fundación del grupo y saludaba a sus integrantes con el saludo fascista. Tiene tatuado “DUX”, que era la forma en la que llamaban a Mussolini, y cuándo le preguntan por él responde: “Mussolini fue un hombre incomprendido profundamente. Básicamente fue un líder ético y con principios”.
El hecho más recordado de su carrera remite a un clásico con la Roma en el año 2005. El partido terminó tres a uno y Di Canio convirtió el primer gol. En su festejo, se paró frente a los irreducibili y levantó el brazo derecho, imitando el saludo fascista. Cuando le consultaron por ese gesto, aseguró: “Saludé con el brazo en alto porque es un saludo de camarada a camaradas. No quería incitar a la violencia y mucho menos al odio racial. Soy fascista pero no racista”. Este saludo trascendió el ámbito deportivo. Alessandra Mussolini, nieta del dictador y diputada en ese momento, agradeció a Di Canio por el apoyo. Por su parte, el dirigente de izquierda Enzo Foschi dijo que le aterraba el gesto del jugador. Ante estas repercusiones, la Federación Italiana de Fútbol lo sancionó con un partido de suspensión y una multa de 7.000 euros.
Hay una situación curiosa que enriquece la figura de Di Canio. Cuando jugaba en el West Ham, en un partido contra el Everton, el arquero del equipo rival se había lesionado y el referí no paró el partido. La pelota le llegó al jugador italiano que, en vez de patear al arco vacío y convertir el gol, decidió agarrarla con la mano para que atendieran a su rival. Este acto le valió el reconocimiento de la FA (English Football Federation), que le entregó el premio al Fair Play.
Después de su retiro en el año 2008, Di Canio se desligó de la política. Parecía que iba a quedar relegado al recuerdo de los hinchas de la Lazio hasta que comenzó su carrera como entrenador. Asumió en agosto de este año en el Swindon Town y ya mostró sus aptitudes para atraer el escándalo. Como se puede leer en el sitio www.sport.es, la empresa GMB Union, uno de los principales auspiciantes del club, decidió dejar de invertir porque no quería quedar vinculado a la figura de un fascista.
Por otra parte, tuvo problemas con la incorporación estrella del club, Leon Clarke. Después de la derrota en la Carling Cup frente al Southampton, el jugador discutió con el preparador físico Claudio Donatelli. Di Canio le pidió a Clarke que lo acompañara al túnel de vestuarios y comenzó a golpearlo hasta que fue separado por su propio cuerpo técnico. En consecuencia, el club tuvo que ceder a préstamo a su mejor refuerzo, que sólo estuvo dos semanas en el club.
Por último, en su sexto partido como entrenador (sólo lleva once en el cargo), su equipo recibía al Preston North End, que a los diez minutos ya les ganaba por dos a cero. Di Canio decidió sacar a su arquero, Wes Foderinghan, quien se fue directo al vestuario pateando una botella. Después del partido, que perdieron cuatro a uno, le preguntaron porqué lo había sacado. El entrenador respondió que “porque es uno de los peores jugadores que he visto en mi vida”.
Finalmente, cuando le preguntan todavía de política, él mantiene firmes sus ideales y pide que respeten su manera de pensar: “algunos hablan maravillas de uno como Fidel Castro, cuando Cuba es la cárcel a cielo abierto mas grande del mundo, donde los opositores aún desaparecen, y me critican a mí por ser fascista cuando jamás tuve un incidente racial contra nadie. A uno que dice ser comunista nadie lo acusa de los crímenes del pasado comunista, pero si uno dice que es de una extrema derecha democrática parece que es un monstruo”.