Por Lea Ross.
La resolución de la OMS sobre la relación entre el glifosato y el cáncer saca a la superficie lo que las empresas y los estados quieren esconder. En ese contexto, la mortalidad por tumores en la pampa húmeda es la más elevada del país.
El glifosato fue creado en el año 1970, por la empresa Monsanto y cuatro años después, se lanzó al mercado. Se trata de un herbicida no selectivo. Es decir: mata plantas sin discriminar. Su entrada en la Argentina llegó en pleno ocaso de los años noventa, después de que se aprobara la soja transgénica RR. A partir de allí, la expansión sojera acaparó unos 20 millones y medio de hectáreas.
Según los números que maneja la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes de Argentina (Casafe), en 2012 se comercializaron 197 millones de litros de glifosato en el país. Se trata del insumo por excelencia en materia de herbicidas, acaparando el 40% del mercado. El glifosato llegó a facturar unos 937 millones de dólares en toda la Argentina.
Para la Red de Médicos de Pueblos Fumigados (Reduas), unos 230 millones de litros de este herbicida fueron rociados en las zonas agrarias de la Argentina durante 2013. A nivel de tasas, si calculamos que en el país viven 12 millones de personas en pueblos rodeados por campos donde se pulverizan con agroquímicos, quiere decir que cada uno recibió en promedio unos 20 litros del herbicida por año.
Su relación con el cáncer
“Sustancia probablemente cancerígena para humanos”. Así lo definió una entidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que generó tanta repercusión: se trata de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés).
“Estudios de casos y controles por exposición ocupacional en los Estados Unidos, Canadá y Suecia reportan un aumento de los riesgos de linfoma no-Hodgkin, que persistió después de ajustar por exposición a otros pesticidas”, estipula el artículo. Los linfomas no-Hodgkin son una variedad de cánceres que se expanden a partir del tumor de uno o varios linfocitos, que son parte del sistema inmunológico.
En represalia al instituto del OMS, el comunicado de la empresa Monsanto (máxima proveedora del glifosato en el país) dice: “El IARC ha clasificado a muchos ítems de uso cotidiano dentro de la Categoría 2, incluyendo al mate caliente, café, teléfonos celulares, extracto de Aloe-Vera y pickles, como también a profesiones como las de barbero, peluquero y cocinero de fritos”.
Sin embargo, según explica la propia OMS: “Los términos probablemente cancerígenos (Grupo 2A) y posiblemente cancerígenos (Grupo 2B) no tienen una importancia cuantitativa y se utilizan simplemente como descriptores de diferentes niveles de evidencia de humanos carcinogenicidad, en donde lo probablemente cancerígeno significa un mayor nivel de evidencia que lo posiblemente carcinógeno”.
De hecho, a partir de las planillas actualizadas, en el listado de agentes cancerígenos con limitadas evidencias para producir leucemia y/o linfoma en los seres humanos, el glifosato comparte el podio con el gas radiactivo radón 222, un tipo de malaria, de hepatitis B y del consumo de tabaco en menores.
Para la IARC, es probable que alguien padezca de cáncer por culpa del glifosato. Si es probable, entonces es posible.
La situación en la pampa húmeda
Según el “Informe sobre cáncer en la Provincia de Córdoba 2004-2009”, presentado a mediados del año pasado y desarrollado por el Hospital Oncológico y el Registro Provincial de Tumores de Córdoba, las tasas de mortalidad por cáncer más elevados se concentran en el sureste provincial. Es decir, en la pampa húmeda, en el gran escenario de la soja transgénica con sus pulverizaciones con glifosato y otros agroquímicos.
Por su parte, la provincia de Santa Fe presentó un trabajo muy parecido en 2011. En el informe “Situación del cáncer en Santa Fe 2005-2008”, también se trazaron los mapas sobre tasas de mortalidad por tumores diferenciadas por departamento para cada uno de los años.
Finalmente, cuando se comparan los mapas de ambas provincias, se observa que las tasas de mortalidad más altas se encuentran bien instaladas en la región de la pampa húmeda, casi como si una provincia fuese el espejo de la otra.
Según ambos estudios, la provincia de Córdoba tiene una tasa de mortalidad por tumores en un 160,8 por cien mil habitantes, mientras que Santa Fe tiene una cifra superior: 174,7. A su vez, la provincia santafecina lidera los rindes sojeros en todo el país, y Córdoba se encuentra en segundo lugar. Además, como se observa en el mapa, los santafecinos tienen las hectáreas con mayor saturación de pulverizaciones con glifosato.
El reino del glifosato
Monte Maíz se encuentra a unos 290 kilómetros de la ciudad de Córdoba, a unas tres horas de viaje en automóvil. 65.000 hectáreas de campo rodean al pueblo, cuyo cultivo principal es la soja, seguido por el maíz y el trigo. Esos terrenos son rociados en un 60% por herbicidas (principalmente, glifosato), un 35% por insecticidas (clorpirifós) y el resto de fungicidas.
En ese marco, este año se presentó la “Evaluación de la Salud Colectiva Socio-ambiental de Monte Maíz”. Se trata de los resultados de la recolección de datos y el análisis llevado adelante por profesores, estudiantes y especialistas de la Universidad Nacional de Córdoba y de La Plata, congregados en la Red de Prevención de Monte Maíz, en octubre del año pasado.
Según el trabajo, en Monte Maíz los niveles de cáncer y abortos espontáneos triplican al promedio nacional. El cáncer es la principal causa de muerte allí: se trata de uno de cada 2,5/3 fallecimientos, cuando la media nacional es de uno de cada cinco. En abortos espontáneos, en los últimos cinco años, tuvieron una tasa de 9,98 de cada 100 mujeres en edad reproductiva, cuando la media nacional es de 3 de cada cien. Las malformaciones congénitas superan en un 72% al promedio nacional.
De todas las muestras recolectadas en cascarillas (desprendimientos de granos) y de suelo por la Red, en el 100% se encontró glifosato, el AMPA (que es el residuo ácido del glifosato luego de ser procesado por microorganismos), cipermetrina y clorpirifós (ambos insecticidas).
“Los niveles de glifosato en las plazas son muy altos. Entre 10 y 20 veces por encima de lo que puede haber en un campo agrícola”, sostiene el Dr. Damián Marino, integrante del SETAC (Sociedad de Toxicología y Química Ambiental), quien también participa de la Red. “Esto pasa en cada pueblo que hemos ido trabajando. Es por una cuestión cultural: asumimos como normales situaciones que no lo son”, agrega, en referencia a la costumbre de rociar las plazas, aun con la presencia de menores.
Por su parte, para el intendente de Monte Maíz, Luis Trotte, “esto es un puntapié inicial. Sabemos que hay cosas que se esconden, por más que el municipio luche”. “Esperemos que todos tengamos la voluntad de cambiar esto”, concluyó el funcionario.