Fotos y texto por Florencia Goldsman
Se realizó “El abrazo”, la misión de solidaridad feminista sin fronteras con las Defensoras de Derechos Humanos en Honduras. Si en lo que va del año asesinaron a 30 mujeres en ese país, la defensa de la vida y los territorios del machismo y el capitalismo extractivista es una lucha impostergable.
La misión “El abrazo”, coordinada por la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos, reunió entre el 22 y 26 de enero a 52 activistas, entre ellas periodistas, sanadoras y defensoras de los derechos humanos. El viaje, con objetivos humanitarios mezcló, como un nutritivo y curativo estofado, representantes de por lo menos 28 organizaciones sociales, feministas, campesinas, indígenas y negras y de la comunidad LGTBI+ de 13 países que recorrieron los territorios que muestran focos de resistencia, desobediencia civil y defensa de la vida en este país de 9 millones de habitantes.
Organizado en dos rutas con diferentes recorridos (Ruta 1: San Pedro Sula – Santa Bárbara – Copán – La Esperanza. Ruta 2: El Progreso – El Triunfo – Tocoa) que abarcaron los territorios en los que las comunidades viven mayor represión, el objetivo que guió el viaje se fue desdoblando y se plasmó en diferentes experiencias. Por un lado, las participantes atestiguaron la continuidad de las violencias en este país centroamericano. Por otro lado, el intercambio de palabras, oídos, afectos y emociones con las personas que acuerpan la invasión de empresas extractivistas fue fundamental.
El viaje de las activistas tuvo como vela orientadora la noción de cuidado, conexión espiritual y afianzamiento del compromiso político regional ante el claro avance de la derecha neoconsevadora, los históricos grupos terratenientes y la imposición de la mano dura por parte de las fuerzas militares representantes de la reelección del gobierno de origen fraudulento de Juan Orlando Hernández en 2017.
Honduras es un país que desde 2009 sufre la imposición de una dictadura que depuso mediante un golpe de Estado a José Manuel “Mel” Zelaya. Dicho asalto al poder empujado por la derecha política conservadora y el establishment empresario del país junto con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos tensa todo pasaje por estos territorios. La omnipresente presencia de militares con armas largas en las carreteras, es un escenario intimidante que se contrasta a cada paso con la calidez de las defensoras de los territorios.
Según la organización Front Line Defenders Honduras sigue siendo uno de los países más peligrosos de América para los/as defensoras de Derechos Humanos, especialmente para las personas que defienden el derecho a la tierra y el territorio o la protección del medio ambiente, ya que consideran que están en contra del desarrollo y que suponen un obstáculo para la explotación de los recursos económicos del país. En lo que va del año unas 30 mujeres fueron asesinadas en Honduras durante enero, y más del 90 por ciento de esos casos están impune, informaron este sábado fuentes oficiales y activistas. Y a poco más de un año del fraude electoral, lo que el gobierno señala con el eufemismo de “conflictividad” son territorios en resistencia.
Las defensoras de estos territorios entretejen sus luchas guiadas por la defensa de los bienes comunes: garantizar el acceso al agua, la tierra, la alimentación, la vivienda, la movilidad, la educación, la salud, la seguridad para ellas y sus comunidades son los desafíos de cada día. La lucha por la defensa de estos recursos primordiales las enfrenta constantemente con amenazas de muerte, difamaciones, extorsiones y asesinatos. Como bien señala el comunicado final de la misión El abrazo “frente a la política del miedo, persecución y criminalización por parte del Estado y otros poderes, las defensoras afianzan sus espiritualidades ancestrales y fortalecen los lazos, redes de la vida desde la creatividad y la defensa de la felicidad para la construcción de vidas plenas”.
En esta primera entrega de relatos sobre la misión “El abrazo”, compartiremos algunos de los fragmentos más destacados del encuentro entre las activistas latinoamericanas y europeas con las defensoras hondureñas en la zona noroccidental del país. Con la intención de ir desgranando con detalle los principales desafíos que enfrentan en los múltiples procesos de denuncia contra un sistema capitalista, neocolonialista y patriarcal, avanzaremos en el recorrido de la misión por Honduras.
Ruta 1. Día 1: las mujeres de Chinda – Santa Bárbara
Viajar por las carreteras de Honduras confronta a las viajeras a cada momento con sus tesoros: ríos, montañas, bosques, cascadas, playas, lagos. Son esos los actuales territorios de sacrificio, terrenos que las empresas extranjeras en contubernio con políticos dudosos y terratenientes locales desean acumular, y para ello no dudan en diezmar las vidas de las poblaciones: amenazar, judicializar, asesinar son parte del juego sucio de quienes detentan el poder económico y político en Honduras.
En el municipio de Chinda, departamento de Santa Bárbara, 12 de 28 municipios se declararon libres de extractivismo. Así mismo, las comunidades se oponen a las acciones invasivas de los proyectos de las hidroeléctricas autorizadas para actuar en la región y avanzar sobre los brazos del río Ulúa, un río que se conecta con la ancestralidad y la historia de los pueblos lencas. Esta zona del país tiene una fama tristemente célebre respecto de las posibilidades laborales: las maquilas pagan 25% menos a sus empleadas/os de lo que podrían ganar en San Pedro Sula.
Betty Vásquez, coordinadora del Movimiento Ambientalista Santabarbarense (MAS) señala que las mujeres en esta región son, principalmente, constructoras de vida. “Son las mujeres las que están dando la cara en la defensa. Como movimiento de mujeres somos parte del MAS que es mucho más visible que la red de mujeres, hay agendas mixtas que demandan los problemas ambientales, aquí se están violentando áreas protegidas. Tenemos una lucha muy grande ante un modelo y un sistema legal. Las empresas se encargan de decir quiénes les están apoyando y así ejercer el control, el miedo, el poder y la desmovilización”.
Son estas tierras que alguna vez fueron sacrificadas en nombre del “progreso” las que hoy sufren el avance del agronegocio, la megaminería, la desforestación, entre otras expresiones del extractivismo contemporáneo. En Santa Bárbara se sitúa la mina más antigua de Centroamérica, Rosario Mining Company, que actúa en territorio hondureño desde antes de que llegara el enclave bananero encabezado por pequeños finqueros hondureños y norteamericanos a mediados del siglo 19 que exportaban las frutas hacia los Estados Unidos, aprovechando el pasaje de barcos mercantes americanos que hacían la travesía del Mar Caribe. Con capitales canadienses – norteamericanos, la minera hoy es la compañía con mayor número de concesiones mineras en toda Honduras. “Su poder es tan grande y tan fuerte que pone y quita alcaldes, diputados y ministros, y dicen que hasta presidentes. El poder económico es fuerte, es una mina subterránea entonces la población aledaña de la mina no ve los impactos directos sobre la naturaleza”, explica Betty.
Al tiempo que aprendemos sobre la dura experiencia diaria que comparten, las mujeres de Chinda nos abrazan con café, elotes calientes y dulces caseros. Después de calentar el estómago, las mujeres como María Inés Gómez, defensora de los recursos naturales en la montaña de Santa Bárbara, prosiguen compartiendo las vicisitudes de un trajín diario en el que la amenaza y el amendrentamiento es constante: “Ahí la van a matar, a mí a veces la gente me dice ‘Como a Berta Cáceres, a usted la van a matar’ y entonces yo les digo ‘si, soy como Berta’ y entonces me suelto el pelo para que me tomen fotos y parecerme más a nuestra defensora asesinada”. María Inés reafirma que las luchas son fuertes, se oponen a un gran monstruo con tanto poder como “para que las desaparezcan”.
María Magdalena Ruiz pertenece a Chinda y en su defensa de los derechos reclama el acceso a la salud sexual y reproductiva para las mujeres “En Chinda muchas mujeres padecen de cáncer de mama. Muchas, debido a que no tienen la capacidad para hacerse un examen, han muerto de cáncer en la matriz. Las alcaldías sí hacen la citologías pero luego no les dan seguimiento. Nosotras como red de mujeres nos sentimos desprotegidas. Lo quieren privatizar todo” señala esta joven madre de dos hijas.
Todas las defensoras de Santa Bárbara son parte de una red de mujeres que resiste el acoso por parte de las autoridades de su propia comunidad. Durante el encuentro con la misión “El abrazo” fue frecuente el pasaje de carros identificados con la placa de la municipalidad y hasta una “casual” visita de un representante del proyecto hidroeléctrico “El tornillito” interrumpiendo una de las actividades previstas para este encuentro.
El modelo neoliberal y la ley de modernización agrícola se combinan en una matriz de violencia expropiadora que desplaza la diversidad de los sembrados y la convivencia de las diferentes especies de granos, para convertir a zonas como éstas en representantes del monocultivo.
Así como la problemática del cultivo extensivo de la palma africana en la zona norte del país, tiene su reflejo en Santa Bárbara con el monocultivo de azúcar. “La realidad es de miseria y pobreza porque hay una desigualdad: las que estamos acá no tenemos acceso a la tierra. Algunas no tienen acceso a una vivienda, la desigualdad de acceso a la tierra se explica porque están en manos de los terratenientes. Son latifundistas dueños de cantidades de tierra. Eso empobrece a las comunidades y empobrece mas a las mujeres” concluye Betty Vásquez.
Santa Bárbara, foco de resistencia desde 2009, hoy sufre la migración de su población que cansada de las pésimas condiciones laborales de la región se une a la caravana migrante arriesgándose hacia un recorrido incierto y peligroso orientado a la frontera de los Estados Unidos. Las mujeres de Chinda ya saben de la estrategia del miedo, del silenciamiento de los espacios educativos y del avasallamiento de las consultas públicas y abiertas pero no se quedan de brazos cruzados.
Con los verdes intensos del río Ulúa de fondo, nos olvidamos por un instante del estado de emergencia permanente. Nos reunimos en círculo y cerramos los ojos para sentir la dignidad de los pequeños y enormes actos. Estar presentes. Las mujeres que ponen el cuerpo y enfrentan a la muerte son las tejedoras de sombreros, de estridentes muñecas de junco, son las que procesan el café, las que cosechan las papayas, las que hornean el pan. Somos una red de constructoras de paz. “Defendemos lo que sea y donde sea que esté” dicen. Y siembran.
Próximamente:
Entrega 2 – Copán – Poblaciones maya chortí
Entrega 3 – Copinh – La esperanza – Intibucá