Por Matías Figal. El domingo y el martes el movimiento estudiantil lideró marchas contra el gobierno en Bulgaria que enfrenta protestas sociales hace meses. La anterior administración se vio obligada a dimitir en febrero ante la presión popular. El sistema político en cuestión, a 24 años de la caída del comunismo.
El miércoles, Sofía (capital del país) amaneció con un despliegue policial que no se veía hace tiempo. Tras la manifestación del martes frente al Parlamento, que culminó con enfrentamientos, se desplegaron alrededor de 10 mil efectivos para resguardar la zona céntrica de la ciudad. La situación no se ha aplacado y es posible que para el momento que estas líneas se publiquen hayan ocurrido más conflictos.
Las marchas contra el gobierno llevan realizándose durante más de 150 días consecutivos (con mayor o menor cantidad de participantes). El nombramiento de un funcionario en junio desató una ola de protestas que pronto mutaron en el pedido de renuncia de la coalición gubernamental liderada por el primer ministro Plemen Oresharski, del Partido Socialista, al que acompaña el Movimiento por los Derechos y Libertades (DPS), ligado a la minoría turca.
Esta semana las protestas recrudecieron. El domingo se conmemoraron 24 años desde la dimisión de Todor Zhirkov, jefe de Estado comunista. La manifestación, denominada “Marcha de la justicia”, contó con miles de participantes que mostraron su disconformidad con el gobierno. Los estudiantes de la tradicional Universidad de Sofía, que juegan un rol protagónico y están ocupando una parte de la misma desde el 23 de octubre, decidieron el lunes cerrar totalmente su universidad y fueron ellos quienes convocaron a “ocupar” el Parlamento el martes.
En este contexto es difícil que prosperen los intentos del opositor partido de centro derecha, Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB), de capitalizar los sucesos. Este partido gobernó Bulgaria desde 2009 hasta febrero de este año cuando renunció el primer ministro Boyko Borisov. Así, se debió llamar a elecciones anticipadas donde no hubo un claro triunfador y, finalmente, en mayo asumió Oresharski, un economista, en el marco de un gobierno considerado “tecnocrático”, con el objetivo de enfrentar la crisis económica y política.
Borisov por su parte convocó a una marcha contra el gobierno para el próximo sábado. Casualmente, fue la presión popular quien lo hizo abandonar el poder. Escándalos de corrupción y, en especial, la crisis económica llevaron a que en febrero la situación política se vuelva insostenible. A pesar de que Bulgaria era y sigue siendo el país más pobre dentro de la Unión Europea (UE), contaba con sólo un 3% de déficit fiscal y con una de las deudas públicas más bajas (15% del PBI). Sin embargo, Borisov se embarcó en una serie de políticas de austeridad recomendadas por la UE que aumentaron el costo de la vida y que se expresaron en la subida de los precios de la electricidad y otras utilidades. Las protestas que se extendieron varios días llegaron a contar con más de 100 mil manifestantes.
El gabinete de centroizquierda de Oresharski tampoco pudo escapar a los reclamos populares. Para muchos búlgaros, el problema está centrado en la clase política. En junio, un artículo del politólogo irlandés John O’Brennan sindicaba que Bulgaria enfrentaba una “profunda crisis de representación” y afirmaba que las protestas están contraponiendo al “pueblo” contra las élites políticas y económicas, más allá de cuestiones partidarias. Como se señala en varios medios, las demandas parecen apuntar a la “oligarquía”.
Las protestas en junio empezaron ante un hecho que para muchos mostraba claramente el grado de entrelazamiento del poder político y el económico en el país. Oresharski nombró al diputado Deylan Peevski, del DPS, como director de la Agencia Nacional de Seguridad de Bulgaria (DANS). Peevski es un empresario de medios y proviene de una familia bien conectada con el negocio mediático. Un artículo en The Economist adjudica al grupo de Peevski el control de 6 de los 12 diarios más importantes, además de canales de televisión. Ya había ocupado un cargo gubernamental en 2007, que debió dejar ante sospechas de corrupción.
El nombramiento de Peevski, sin antecedente alguno en estas cuestiones, desató las manifestaciones. Y aunque al poco tiempo declinó el puesto, las protestas continuaron dirigidas directamente contra el gobierno.
Cabe considerar que Bulgaria es el país con el salario promedio más bajo de la UE. El presupuesto que se planea para el año próximo desató controversias en diferentes sectores, como en la salud. Los recortes monetarios planeados han generado disconformidad y protestas entre los médicos búlgaros. Ante estas situaciones, los grandes sindicatos del país están divididos. Uno, la Confederación de Sindicatos Independientes de Bulgaria, ha convocado a una protesta nacional el 20 de noviembre. El otro, Podkrepa, ha declinado participar.
Para finalizar, vale detenerse brevemente en otra cuestión: los ataques contra la población gitana, los inmigrantes y los refugiados (muchos de ellos provenientes de Siria). Como en otros países europeos, los partidos nacionalistas de extrema derecha vienen creciendo políticamente. La Unión Nacional Ataque (Ataka) logró 23 bancas las últimas elecciones y ha apoyado a la coalición gobernante en algunas cuestiones. Según consigna Al Jazeera, el diario de ese partido ha publicado encabezados como “Refugiados musulmanes, la nueva amenaza a Bulgaria”. El portal búlgaro Novinite sostuvo que Amnistía Internacional ha reclamado al gobierno búlgaro que haga más por los inmigrantes y los refugiados, que “viven en un estado de terror”. No parece ser de ayuda que el sábado diferentes organizaciones hayan creado el Partido Nacionalista de Bulgaria, considerado neo nazi.
Con problemas políticos, sociales y económicos el camino poscomunista de Bulgaria sigue plagado de inconvenientes, a más de dos décadas del cambio de régimen. Como en otros países que estuvieron bajo la órbita soviética, la apertura al capitalismo significó la introducción de nuevas problemáticas que siguen sin hallar respuesta.