Por Carina López Monja* – @Carinalopezm
La imagen de un ex funcionario kirchnerista tirando bolsas de dinero impactó a todo el arco político e hirió gravemente al PJ. El PRO festejó el tiempo y el oxígeno que le regaló López. Las contradicciones del modelo nacional y popular y el sistema capitalista, debates a profundizar para toda la militancia.
La noticia llegó rápido y los funcionarios del gabinete macrista estaban listos para disparar sus dardos. Desde Macri a Pato Bullrich, de Larreta a Vidal todos se mostraron consternados ante la escena de corrupción explícita del ex secretario de Obras Públicas del kirchnerismo, José López. No era para menos. Para el conjunto de la sociedad, la imagen de un ex funcionario tirando joyas, relojes y dinero de varios países cuando tenía como tarea garantizar mejoras con obras para todo el país, generó indignación y bronca.
Tal como dice el director de Noticias, Edi Zunino, la noticia de López no podría haber tenido mejor “timing”. No podía llegar en mejor momento para el PRO: el clima de malhumor social por el impacto del tarifazo y la brutal transferencia de ingresos pasó a un segundo plano y dejó espacio para las escenas sacadas de una ficción de Tarantino en un convento en plena madrugada y el tsunami que provocó en el PJ y en el kirchnerismo.
En un momento donde el dinero no alcanza, la imagen de millones de dólares que demoran hasta en ser contados impacta aun más. “Cada vez que algo así sucede, la imagen pública de Macri repunta. Es como si masivamente se recordara de golpe por qué fue colocado en ese sillón por el 51 por ciento de los votantes. De todos modos, el “circo” de la corrupción nunca llega a tapar del todo la realidad del día a día”, asegura Zunino.
El sacudón López pateó el tablero político y permitió que se avanzara rápida y masivamente con las leyes en el Congreso de blanqueo de capitales y elección de nuevos jueces.
El proceso de deskirchnerización de algunos y la desolación de otros
El efecto López se empezó a sentir rápidamente. Dentro del vasto universo kirchnerista, o del PJ, hay quienes buscan despegarse, otros que aíslan al antiguo funcionario y dicen que era la manzana podrida y quienes no pueden salir de su consternación. En el primer grupo se encuentran personajes como el ex gobernador Alperovich (que tuvo que dar explicaciones sobre la incorporación en las listas tucumanas de José López). Alperovich dio por acabado al kirchnerismo y fue rápido para despegarse de la ex presidenta Cristina Fernández. En la próxima semana se conocerá si hay nuevas escisiones dentro del bloque Frente Para la Victoria (FpV), con su bloque de senadores misioneros y no se descarta en otras provincias.
Entre quienes repudian a López pero lo ven como un caso aislado dentro del kirchnerismo se encuentran figuras como Sabatella o Hebe de Bonafini, que calificó a López de infiltrado, así como el ex ministro Julio De Vido, jefe de López durante los últimos tres gobiernos, quien apuntó a la Cámara de Comercio y desmintió que ésta le advirtiera de casos de corrupción. En esa misma línea fueron las palabras de CFK: “Que nadie se haga el distraído. Ni empresarios, ni jueces, ni periodistas, ni dirigentes. Cuando alguien recibe dinero en la función pública es porque otro se lo dio desde la parte privada. Esa es una de las matrices estructurales de la corrupción”.
Las palabras de Cristina Fernández parecen insuficientes hasta para sus propios militantes cuando la sociedad discute si la ex presidenta sabía o no de la corrupción del ex secretario que formó parte de su círculo íntimo y de la gestión Kirchner desde la época de Santa Cruz.
Más grave aún es la expresión de Dolina, quien dijo que “es más fuerte el daño de una política de hambre que el de una de corrupciones” y Brienza que, ya hace unas semanas en una nota en Tiempo Argentino planteó que la corrupción “democratiza de forma espeluznante la política” dando a entender que “sin el financiamiento espurio sólo podrían hacer política los ricos” y que aquellos que no tienen recursos están “obligados” a la corrupción.
Una lógica política que embarra a todos
Mucho se ha debatido si López es un caso aislado o contaba con la venia de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Para Cambiemos, para la oposición peronista es fundamental lograr reunir la mayor cantidad de testimonios que permitan esa conclusión. Para los sectores kirchneristas sucede todo lo contrario. Más allá de la grieta, acaso hay preguntas más importantes. Por ejemplo, la que hace el investigador Martín Obregón, quien se preguntó si López expresaba “una lógica en donde el manejo discrecional de los fondos del Estado se convierte en una herramienta para construir poder”.
Retomando la reflexión de Brienza, “Quién no tiene recursos, no puede hacer política”. Esta concepción de hacer política, puede ponerse al servicio o ser justificada por el republicanismo, el modelo nacional o popular o cualquier otra variante sistémica pero tiene como hipótesis la imposibilidad de pensar cualquier tipo de transformación sin “dinero espurio” que lo habilite.
El dato no es novedoso en la política argentina. El “roban pero hacen”, la frase “hay que dejar de robar por dos años” del sindicalista aliado al PRO Luis Barrionuevo, los sobornos en el Congreso para aprobar la flexibilización laboral durante el gobierno radical de Fernando De La Rúa dan cuenta de un esquema del “hacer político” que se ha repetido a lo largo de los años.
Aunque el PRO se vista de seda y lleve a Carrió como garantía de honestidad, los negocios espurios de Macri con sus empresas, en la obra pública de la Ciudad durante sus dos mandatos y los arreglos con su amigo Caputo son parte de un mismo esquema de poder corrupto en donde justicia, empresarios, periodistas y la esfera pública se conjugan por la “necesidad y la urgencia”. La ley del blanqueo, los votos a cambio de obras o dinero de la coparticipación, dinero en obras sociales a cambio de frenar un paro nacional de las centrales obreras forman parte de lo mismo.
Ahora bien, si en la construcción del kirchnerismo la corrupción puede ser entendida como una lógica de “hacer política”, como aceptación de las cosas necesarias dentro del modelo, (al igual que había que “convivir” con los barones del conurbano, los gobernadores pejotistas y la relación con los empresarios que “se la llevaron en pala”), eso entra en contradicción con un sector de la militancia de ese espacio político que creyó que la participación política era para “mejorar las cosas”.
Un diputado decía esta semana que la gente no milita para que un corrupto afane la guita. Pero tolerar la corrupción en nombre del interés nacional, asumir que las mejoras se logran a la sombra de las dependencias estatales y que en ellas se conjuga la relación con privados, corporaciones y factores de poder que deben ser asimilados, se traduce en una forma de entender la política que no es sólo de arriba hacia abajo, sino también que debe aceptar el “financiamiento espurio” para hacer política, porque es la única forma de apropiación de recursos (al decir de Brienza).
El rechazo a esta concepción de “hacer política”, puede afectar a todos los sectores. La ex presidenta y algunos periodistas lo dijeron con claridad. La corrupción tiene que ver con una lógica sistémica y un entramado que incluye políticos, jueces, periodistas y empresarios. Avanzar a fondo en “los casos de corrupción” puede atacar intereses económicos que desea preservar el propio Macri, quien además es parte de la misma lógica.
También puede generar otros peligros. Si todos son chorros, podría haber una crisis de gobernabilidad. Al decir de Zunino, el kirchnerismo y el PRO emergieron luego de la crisis de representación del 2001, que tuvo eco en el “que se vayan todos”. Pero con la rebelión popular del 19 y 20 también se planteó que política podía dejar de ser mala palabra y significar algo distinto a enriquecimiento personal, negocios y corrupción. Según esto, el relato anti corrupción se les puede volver en contra a los mismos que lo esgrimen.
¿Se puede hacer política sin financiamiento espurio? Sí. Hay experiencias en nuestro país que entienden la política como una herramienta de transformación, como parte del quehacer colectivo de los comunes y no de la carrera profesional de algunos. Se expresa en la experiencia de un sinnúmero de organizaciones populares que se han mantenido independientes a lo largo de los años y que construyen día a día desde las bases, desde otra lógica de organización y de lucha.
La construcción de poder desde esta lógica política sólo admite una transformación radical de la sociedad, protagonizada por amplias mayorías. Porque el problema es el sistema. Y subvertirlo, desde ya, lleva mucho más tiempo.
*Militante del Frente Popular Darío Santillán