Una lectura de Cosmografía general, de Laura Ponce
Por Cezary Novek
Entre la ciencia ficción dura y blanda –categorías limitantes y obsoletas, como casi todas las categorías– hay una frontera difusa compuesta por obras que involucran elementos de ambas vertientes que armonizan con un toque personal. Cosmografía general pertenece a este tipo de obras singulares. Con edición a cargo de Yamila Bêgné, autora de prosa delicada y que a veces trabaja temas afines, esta primera colección de relatos de Laura Ponce salió publicada en 2015 en versión digital por Ediciones Outsider. Más tarde, tendría su versión en papel bajo el sello de la misma autora, Ayarmanot, en 2016. Por último, una versión corregida y actualizada terminaría por cruzar el charco y salir en el viejo mundo con el título de Cosmografía profunda, a cargo de La máquina de hacer PING! (España, 2019).
En esta serie de cuentos de ciencia ficción hay, por supuesto, viajes espaciales y exploración de planetas misteriosos, formas de vida desconocidas que producen fascinación morbosa como amenazante, cambios de orden en la cadena alimenticia de las jerarquías sociales, distopía, deshumanización y rehumanización; pero también hay sistemas dictatoriales, mutantes evolucionados y varios elementos del cyberpunk. Es un libro que tributa a los maestros del género de diferentes épocas y corrientes, ya que se pueden rastrear las influencias de Ray Bradbury, Stanislaw Lem, Philip K. Dick, William Gibson, Robert Heinlein y Harlan Ellison, entre otros.
La respuesta humana ante lo inevitable del cambio está presente en casi todos los relatos:
A través del avatar. Una pareja de socios que proveen de sustancias que potencian la experiencia RPG a los jugadores sedientos de emociones fuertes. Un contexto cyberpunk decadente en el que se puede sentir el resplandor del neón y la llovizna perpetua. Un paisaje virtual que comienza a ser demasiado real.
La ciudad de domo. Una epidemia amenaza a los voluntarios que trabajan en una colonia instalada en un planeta de atmósfera irrespirable. Un sistema que comienza a desintegrarse al mostrar la fragilidad de las jerarquías y organizaciones humanas. Una forma de vida que no se parece a nada conocido reina en ese mundo en apariencia estéril.
La lealtad. Un solitario y misántropo piloto de transporte comercial tiene una relación de amor y amistad con su nave llamada “La lealtad”. Recala en un planeta lejos de la red y conoce a sus feéricos habitantes. Los nuevos vínculos ponen en tensión al protagonista, a su vez que llevan a la IA de “La lealtad” a su propio dilema respecto a la amistad.
Mientras mientes. Un hombre espera a una sacerdotisa. La historia está contada en una segunda persona que interpela de forma extraña al lector.
El prisionero. Un importante y peligroso miembro de la resistencia es capturado. Un funcionario del ministerio tiene que interrogarlo. El encuentro revela al funcionario aspectos de su persona y su historia de vida que no creía enfrentar nunca. Es una muy interesante parábola sobre el ejercicio de la empatía en un mundo burocratizado y fascista.
Paulina. Un relato cruel y sórdido sobre la exclusión social. Hay una ciudad en la que solo pueden vivir los de las castas superiores. El resto, apenas tienen permitido entrar para trabajar. La protagonista de esta historia toma una difícil decisión en el intento de modificar su condición. La consecuencia de esto es que deberá tomar una decisión aún más difícil y no solo por ella.
Esas pequeñas cosas. El técnico de reparaciones y mantenimiento de un asteroide tiene un contrato breve –de apenas un mes– que se irá prorrogando de manera indefinida. El protagonista sospecha que va a pasar el resto de su existencia en ese lugar desolado.
La tormenta. Uno de los relatos más poéticos del conjunto –que fue publicado previamente en la antología Alucinadas. Ciencia ficción escritas por mujeres (Palabristas Press, España, 2014) – nos presenta a una nave de la Estructura (la misma red que la autora nos presentó en “La lealtad”) que llega al planeta Arkaris, en el que reside una pequeña colonia de la cual hace mucho tiempo que nada se sabe. Al llegar, encuentra que los habitantes están en perfectas condiciones, solo que el sistema de comunicaciones no nada. Nadie le presta atención a ese detalle superfluo: todos están expectantes por la inminente llegada de una tormenta que acontece una vez por año y que motiva una celebración. Una nueva tradición queda inaugurada.
En el borde del mundo. Un grupo de colonos se instala en un planeta recién descubierto, Beta Samaris. Al explorarlo, encuentran los vestigios de una anterior civilización. Apenas intentan adaptarse, comienzan a sucederse una serie de misteriosas desapariciones.
Sidgrid. El título del cuento alude al nombre de un planeta en el que solo sobreviven mujeres, ya que los hombres son extremadamente frágiles. Los pocos especímenes que encuentran se desintegran de inmediato al ser expuestos a la luz solar. Algunos de ellos reviven durante la temporada de tormentas, pero padecen cierta amnesia y confusión. Las mujeres los capturan, pero no logran hacerlos durar. Una de ellas conoce a uno que es diferente y, al tomar conciencia de la singularidad y finitud de este ser, se produce un estado de melancolía que lleva a la protagonista a repensar la realidad en la que viven. Una historia romántica con sutiles toques de space opera.
Los relatos fueron escritos en diferentes momentos de la vida de la autora y luego fueron reescritos –muchas veces– diez años después, según se consigna al final de cada texto. De alguna manera, dan cuenta de una evolución personal. Aunque la temática sea la ciencia ficción, formalmente son más fantásticos: el elemento rupturista aparece en el último tercio del relato para romper las reglas. Además de que hay un fuerte componente lírico en esos paisajes desolados y ajenos, se puede destacar la manera de tratar la idea de las pérdidas –tal vez el factor común denominador a todos los textos– que se escurren como una gota de mercurio entre las manos. La persecución de lo que no está. El anhelo de lo faltante.
Cosmografía general es un importante aporte de Laura Ponce a la ciencia ficción en la Argentina. Eso sin mencionar su importante labor divulgativo. Ella es, junto a Pablo Capanna, Eduardo J. Carletti y Sergio Gaut vel Hartman, uno de los pilares vivientes del género y punta de lanza entre las escritoras mujeres de nuestro país en lo que hace a difusión, edición y promoción de autores.
Laura Ponce
(Buenos Aires, 1972) Escritora y editora, desde 2009 dirige la revista Próxima , especializada en el género de la ciencia ficción. Organiza las Tertulias de Ciencia Ficción y Fantasía de Buenos Aires, que se celebran una vez al mes y colabora en el sitio web Amazing Stories con una columna sobre Mujeres y Ciencia Ficción. Es editora del sello Ediciones Ayarmanot, bajo el cual ha editado a varios autores nacionales e internacionales e incluso ha traducido obras que no estaban disponibles en español (Como los cuentos de China Mieville). Participó del programa de radio Contragolpe con una columna semanal Escribir CF y Género fantástico hoy: Autogestionando el futuro. Ha publicado en medios especializados y antologías del género en países como Perú, España y Cuba. Fue traducida al inglés y al francés. Formó parte del equipo de dirección de la revista Axxón.