Francisco J. Cantamutto
Las negociaciones entre Grecia y la Troika concentran el núcleo de la crisis mundial que estalló en 2008. Contra las comprensiones erróneas y malintencionadas, queda claro que la misma dista de haberse resuelto, siquiera en el espacio más específico donde estalló: el sector financiero.
La crisis del neoliberalismo
Los organismos internacionales de crédito aún no elaboran una respuesta creíble a la crisis. Tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008, el gobierno de Estados Unidos impulsó un paquete de rescate exorbitante, que no fue, por supuesto, a las familias afectadas, sino a los bancos que eran “muy grandes para caer”. Se inyectaron al mercado financiero más de 700 mil millones de dólares. Inglaterra no dudó en aplicar un rescate similar. Alemania, en cambio, adjudicó la responsabilidad fiscal de los países afectados, y defendió la regla de austeridad. La Unión Europea, bajo la presión estadounidense, acabó por aplicar un paquete de rescate a la banca aún mayor.
Sorteado el impacto inmediato, las no pocas dudas eran cómo avanzar, ante la expectativa de una prolongada recesión o recuperación sin empleo. Corría el año 2009, y de golpe, emergieron hasta debajo de las piedras neokeynesianos aberrantes. Se trata de académicos y funcionarios educados en la extraña traducción de las ideas de Keynes a los preceptos y supuestos neoclásicos, que parecían “heterodoxos” ante la violencia anti-estatal de escuelas como el conocido monetarismo de Milton Friedman. Con Krugman y Stiglitz a la cabeza, como estandartes de esta pretendida heterodoxia, la conversión de ideas afectó incluso a influyentes figuras de la política económica estadounidense y de los organismos de crédito, como Martin Feldstein, Larry Summers o el mismo Olivier Blanchard (economista jefe del FMI).
Su heterodoxia se redujo, básicamente, a la necesidad de intervención activa del Estado, sustrayéndose de la lógica de reglas fijas. Tras décadas hablando de “riesgo moral” que generaría malos incentivos, inyectaron en la economía global una suma sideral. La doble moral no sólo se vio en los salvatajes a bancos, sino a países: así lo muestra el maltrato a los países de la “periferia” europea, cuya zona candente está hoy en Grecia. Pero los límites del endeudamiento habían sido ya muy estirados. Los bancos, pues, se sentaron sobre una gigantesca masa de recursos, recomponiendo sus patrimonios. Es lo que los economistas conocen como “trampa de liquidez”: es posible inyectar infinitos fondos por la vía monetaria, sin que tenga impacto alguno en la inversión.
Por esto es que el propio FMI ha llamado ya a 3 conferencias de expertos (la última en abril de este año), tratando de renovar su arsenal teórico. El límite de su keynesianismo llegó a proponer que el Estado impulse la obra pública, siempre que esta tenga un rendimiento esperado positivo en el crecimiento, de modo de recuperar los fondos con recaudación futura. En su debate, reseñado aquí, no existen propuestas como subir salarios. De hecho, el FMI está amenazando a Islandia –que defaulteó su deuda tras la crisis- con evitar que sus salarios suban este año un 8%.
El FMI se ha quedado sin argumento para actuar, y sólo le queda la testarudez de seguir la receta. Las instituciones de la Unión Europea, bajo el influjo de la poderosa Alemania, que posee gran parte de la deuda de los demás países, repiten el argumento. La Troika no tiene más que decir: ajuste, aunque no funcione, aunque sea injusto, aunque no tenga razones, ajuste.
Y mientras tanto, Grecia
Grecia se debate con la Troika desde principios de año. El partido de Varoufakis y Tsipras ha argumentado contra el ajuste, pero su curso de acción dista de ser claro. Por un lado, ha auditado la deuda a través de una comisión de expertos, que ya dio resultados: préstamos que son ilegales, ilegítimos y odiosos. Pero por otro lado, negocia en los términos de la Troika: su última propuesta era subir el IVA y la edad jubilatoria. Esto desconcierta a sus propios simpatizantes.
Pero la Troika no cede. La última propuesta no pudo prosperar por motivos ridículos. Syriza prometía un aumento de la recaudación de 1.670 millones de euros, y los acreedores esperaban… 1.800 millones. Se oponían al impuesto a las sociedades, y pedían, en cambio, subir aún más el IVA, llegando al 23%. Syriza cuestionó estos arreglos y anunció que consultaría a su ciudadanía. Pidió un aplazamiento del vencimiento próximo para hacer el referéndum. El Eurogrupo, el conjunto de ministros de finanzas de los 19 países de la Unión, rechazó la propuesta, y Tsipras abandonó la negociación.
Ayer, martes, venció el plazo para que Grecia pagara a sus acreedores un tramo de deuda. Grecia entró en default. Pero su consulta, aprobada por el parlamento griego, se realizará recién el domingo. Días candentes esperan, para que el pueblo griego decida el curso a seguir.
Grecia y Argentina
Los paralelismos con Argentina están a la hora del día. Grecia entra en default, y amenaza con salirse del euro, devaluando su moneda (no sabemos aún si volviendo al dracma o con una nueva moneda). Mientras tanto, para evitar la continua fuga de depósitos, que lleva meses ya, se instaló una especie de “corralito”, que impide el retiro de fondos. El “Grexit” se aproxima bastante a lo ocurrido en Argentina entre fines de 2001 y 2002. Rusia ya anunció que está lista para proveer de fondos para rehabilitar la inversión.
Sin embargo, hay al menos dos diferencias relevantes.
La primera es la composición de la deuda que Grecia defaultearía. Se trata centralmente de organismos internacionales: el 66% de su deuda es con la Eurozona y el Banco Central Europeo y otro 10% con el FMI. Argentina nunca dejó de pagar a los organismos, el default se declaró sobre tenencias de bonos dispersas en miles de acreedores en el mundo. Esto permite una negociación centralizada con pocos acreedores a Grecia, a diferencia de Argentina, que aún se debate la salida tras los embates de los fondos buitres. Esto podría significar un perjuicio al país europeo, al dificultar una nacionalización de la deuda, como hizo Argentina pasando a pesos los nuevos bonos emitidos.
La segunda está en el tratamiento legal y político de la deuda. Duhalde, Kirchner y Fernández eludieron por completo el fallo del juez Ballesteros así como la consulta popular de 2003, demandando el no pago y la auditoría, en razón del carácter ilegal, ilegítimo y odioso de la misma. En cambio, pagaron todo lo que fue compatible con el crecimiento, incluso adelantando el total de lo adeudado al FMI en 2006. La investigación en curso actualmente se hace mientras se declara de interés público el pago de la deuda. Syriza, por su parte, hace meses que dejó de pagar y ya procedió a la investigación, generando antecedentes. Y para resolver qué hacer con la deuda, como demandamos aquí en 2001 y en 2003, se convocó a un referéndum.
En la negociación griega se juegan antecedentes para todo el Sur global. Hacer caso a la mayoría popular contra la deuda ilegal e ilegítima, o ceder ante los poderes imperialistas.