“Nunca le van a perdonar a Walsh eso:
que ha quedado siempre joven.
Se les escapa a los moldes y las escuelas.
Supo ver y desnudó a toda la sociedad argentina
cuando dejó de jugar al ajedrez y se asomó
a ver qué pasaba”.
Osvaldo Bayer, Rodolfo Walsh: tabú y mito
Se cumplieron 47 años del asesinado del periodista Rodolfo Walsh secuestrado y detenido un 25 de marzo de 1977 en plena dictadura militar. El día anterior a su secuestro, Walsh había enviado una Carta Abierta a la Junta Militar a través de diferentes medios de comunicación, allí se denunciaba la censura de prensa y las desapariciones de personas pero también el plan económico. La miseria planificada denunciada por Rodolfo Walsh hoy encuentra sus reminiscencias en la política económica planteada por el gobierno de Javier Milei.
Por Pablo Nolasco Flores
“Así quería empezar este año, escribiendo contra estos hijos de puta”. Con esa frase
comenzó en el año 77 Rodolfo Walsh. La puteada iba dirigida a la junta militar que hace nueve
meses había asaltado el poder en Argentina. Puteando hace referencia a la escritura de la carta
a las juntas. Este era un proyecto que se metió en la cabeza de Rodolfo en un contexto de
tristeza por la muerte de su amigo Pago Urondo y Vicky, su hija. Pero también en paralelo a
la escritura de un cuento que no llegó a concluir y los famosos papeles, donde le plantea una
serie de debates a la conducción de Montoneros. Su idea fija era evitar el aniquilamiento de
los militantes.
Carta abierta de un escritor a la Junta Militar. Ese fue el nombre que eligió ponerle al escrito
donde pensaba denunciar el terror de la tortura, la muerte y la desaparición. Pero también
para hacer explícito la inauguración de un plan económico que explica el derrotero capitalista
argentino y sus futuras consecuencias en los trabajadores.
Cómo si esas fueran metas deseadas y buscadas
La carta es un documento que debería ser material obligatorio en cualquier curso de
Economía Política o de Historia Económica Argentina porque en ella Walsh plantea lo que va
a ser el devenir histórico de la economía de nuestro país: la miseria planificada. Ese devenir
se lanzó con la puesta en marcha del programa de shock de Martínez de Hoz que apuntó
romper con la etapa de inestabilidad política previa. Algunos autores denominaron a tal
situación como la sociedad del empate, ya que ninguna fracción del capital podía imponer su
proyecto político, económico y social producto de un enorme obstáculo: el movimiento
obrero argentino. Adolfo Gilly (1985) lo denominó la anomalía argentina.
La inestabilidad social y la conflictividad durante la etapa previa al golpe obedece a una
realidad material concreta: los trabajadores tenían un alto grado de participación en el
producto bruto interno del país. Con algunos altibajos, entre 1946 y 1975, se llevaron no
menos del 40% del producto total y en algunos momentos llegaron a un pico histórico del
48%. De ahí derivan la inestabilidad y la conflictividad, porque durante ese período la
burguesía intentó impulsar programas económicos que implican ajustes, menores salarios y/o
aumentos en la productividad. Sin embargo, los trabajadores no estaban dispuestos a tolerar
bajas en sus salarios y, los capitalistas, aún no tenían el instrumento para disciplinarlos. Ese
instrumento fueron los crímenes cometidos por las FF.AA.
Males que continuaron y se agravaron
La dictadura impuso un nuevo orden económico en 1976 y hasta el día de hoy las estructuras
que lo sostienen siguen vigentes. La experiencia de los gobiernos kirchneristas, hasta el 2010
o 2011 pueden haber sido considerados como la excepción, por algunos cambios
superficiales, pero la estructura productiva que garantiza que el poder de las clases
dominantes siga gobernando los destinos del país siguen intactas. De esa estructura es que se
derivan los problemas de un capitalismo argentino en constante crisis: endeudamiento
externo, inflación, hiperinflación, devaluación, ajuste y desocupación. Porque Argentina no
está enferma de inflación, ese es el síntoma, es decir, la expresión de un trauma. Y ese trauma
se ubica en una estructura productiva del país, cuyos responsables son la burguesía que
persigue los negocios rentables y busca abaratar el precio de la fuerza de trabajo.
Estos males comenzaron a ser una normalidad particular en el caso argentino. Se consolidó
la crisis como un proyecto de país, porque la recesión iniciada en marzo del 76 no fue
“consecuencia misteriosa de las grandes fuerzas del mercado, sino que ha sido parte de los
objetivos de la política económica aplicada”. Con el regreso de la democracia los trabajadores argentinos sufrieron dos hiperinflaciones, altos niveles de desocupación que arrojaron por el piso los salarios, confiscación de ahorros, ya sea por vía de licuación producto de devaluaciones, inflación y ajustes, o por corralitos. Sin embargo, aún se conservan ciertas leyes laborales que les impide a los capitalistas aplicar un programa de gobierno a su gusto con relaciones laborales de principio de siglo XX. Porque para ello se
necesita una nueva derrota histórica. La primera fue con la dictadura, a sangre y fuego. La
segunda, con el peronismo de Menem, con la desocupación como elemento disciplinador. En
el 2024, el experimento de Milei apunta a la tercera.
Sacrificios que realizar
“En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus
crímenes sino su atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria
planificada”. Nunca mejor conceptualizado el programa económico que se comienza a
aplicar en 1976. La lucidez y originalidad de un escritor como Walsh para retratar el devenir
económico del país. Pues como sostuvo Osvaldo Bayer, supo ver y desnudar a toda la
sociedad argentina. En esta ocasión a la clase capitalista argentina. El resultado de la miseria
planificada fue la pobreza, la ruptura de lazos sociales y la descomposición. Por supuesto que
en todo este tiempo no faltaron quienes sostenían que los pobres son pobres porque quieren.
Algunos por ignorancia. Pero otros, sabiendo los mecanismos de la expulsión de las mayorías
y cómo se produce, lo sostienen como fundamento explicativo de las penurias de millones de
pobres. El modelo de las crisis recurrentes y las salidas a estas por medio del consenso del
ajuste no es otra cosa más que el acuerdo detrás de un programa económico que intenta
avanzar sobre las condiciones de vida de millones para relanzar la rentabilidad empresarial.
Son los sacrificios que hoy nos piden.