Por Orlando Agüero
La candidatura de Aníbal Fernández pone al descubierto la crisis de reprensentatividad y el fin del ciclo político encarnado por el kirchnerismo.
Si observamos la definición de “ciclo”, podremos ver que es una especie de período determinado por características particulares. Este finaliza cuando los principales vectores, que le dan vida a ese tiempo, se agotan, terminan o vuelven a su punto de inicio. Y esto es, a grandes rasgos, lo que le está sucediendo al gobierno nacional: se termina el mandato actual y no hay recambio consensuado. Así las piezas se van reacomodando para una nueva fase, que seguramente será distinta de la actual.
En ese sentido, hay una búsqueda permanente para encontrar herederos fieles a los principios de la gestión iniciada en 2003. Y entonces desde hace algunos meses viene creciendo una especie de acuerdo, tanto dentro del FpV como por fuera de este, para que Aníbal Fernández, actual Jefe de Gabinete, se establezca como una referencia, interpretando tanto al actual gobierno nacional, como a otros sectores de la política argentina.
Casi en paralelo al nacimiento de la consigna “El candidato es el proyecto”, se viene gestando la idea de hacer jugar un nombre fuerte que pueda recuperar parte de la referencia generada por las gestiones kirchneristas. Es evidente que producir una frase con el objetivo de cubrir el vacío existente en la representatividad política deja en claro que los candidatos oficialistas no conforman a nadie, sólo a sus propios sectores internos. Estos son los casos de Máximo Kirchner, Jorge Taiana, Sergio Urribarri, Florencio Randazzo, Daniel Scioli, Patricio Mussi, Chino Navarro, Diego Bossio, Sergio Berni y ahora el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández. Es necesario aclarar que en el lanzamiento de este último, hasta hubo un pedido por parte de la presidenta en la que les proponía “humildad” en las candidaturas. Así es que entre los primeros resultados, algunos nombres se fueron bajando. La lista de postulantes que se autopromovían, se redujo considerablemente, pero lo cierto es que no todos los candidatos se bajarán.
Quienes hoy corren con el “Caballo del comisario” son Randazzo, Scioli y Fernández, y el resto de los candidatos queda expuesto a obedecer la orden de la presidenta. Sin embargo, la falta de conducción hacia adelante nos muestra la diversidad de pretensiones que tiene el “proyecto” a su interior, que se manifiesta en la falta de referencias claras. Si bien hoy ese universo se encuentra convulsionado, se sabe que la capacidad de recambio es una virtud que tiene el sistema y que garantiza su reproducción.
La formación de consenso
La formulación de un determinado consenso es necesaria, en el sentido de recuperar algo entre medio de la fuerte crisis de representatividad política post gestión kirchnerista. Si bien existe el de la polarización política “por arriba” Scioli-Macri en el plano nacional, desde la Rosada ven como imprescindible crear “su figura” para la competencia en el distrito más importante del país, la provincia de Buenos Aires.
Así es que virtudes como la capacidad para adecuarse a las distintas situaciones coyunturales, poseer respuesta casi inmediata y ser portador de una verborragia vehemente, casi temeraria, son atributos no muy comunes en el terreno de la política. Entonces con esas cualidades y como principal espadachín cotidiano del gobierno, Aníbal Fernández supo cosechar adherencias para erigirse como el referente catalizador de las demandas políticas provenientes de la actual gestión nacional, y de sectores económicos beneficiados por la década ganada. Sin embargo, la diáspora que se observa en el oficialismo y que Cristina Fernández intenta controlar con estos movimientos, mostró un acto de lanzamiento del “Anibalismo”, donde los apoyos fueron los gobernadores y funcionarios del gobierno, pero sin intendentes visibles y de peso, teniendo en cuenta que la candidatura es por la provincia de Buenos Aires.
El Ciclo cierra sobre sus propios comienzos
El año 2003 comenzó caracterizado por la debilidad política de la fuerza que iba a conducir el gobierno. Para poder gobernar el país hizo falta, entonces, acordar con todos los sectores posibles. Uno de esos actores principales era el Partido Justicialista (PJ). Hacer de gobernadores, intendentes, fuerzas de seguridad, y al duhaldismo mismo, aliados, fue una tarea clave que cumplió al dedillo el quilmeño Aníbal. A lo largo de la década estos deberes fueron mermando, hasta que el final del ciclo político empezó a notarse cada vez más. Es ahí donde lo nombraron Secretario General de la Presidencia, cargo que ostentara en el otrora gobierno nacional de Eduardo Duhalde. Luego, en otro movimiento de piezas, asumió como Jefe de Gabinete de Ministros, y ahora como candidato por la Provincia. Es decir, que este ciclo comenzó con un Aníbal protagonista en el armado político de la gestión y cierra nuevamente con el mismo personaje como uno de los actores principales.
Currículum
Fue Intendente de Quilmes en el período 1991-1995. Logró la candidatura mientras era Secretario Administrativo del Senado de la Provincia de Buenos Aires, por un acuerdo superestructural del peronismo bonaerense. En su gestión privatizó la Dirección General de Servicios Sanitarios, hecho que luego fue investigado. Las sospechas de corrupción hicieron que se lo citara a declarar ante los tribunales. Sin embargo, aun siendo intendente, se escondió y estuvo prófugo de la justicia hasta que “por arriba” pudieron arreglar el “asunto”. Como tantos otros hechos de corrupción que se cometen en las distintas gestiones de gobierno, este quedó impune.
En el período en que la gobernación estuvo a cargo de Carlos Ruckauf, fue ministro de Trabajo de la Provincia. Dentro de sus acciones destacadas estuvo la de reprimir a las organizaciones sociales, hasta el límite de encarcelar a varios militantes populares del Movimiento Teresa Rodríguez. En 2002, ya con Eduardo Duhalde como presidente de la Nación, fue Secretario General de la Presidencia. Y fue también uno de los alfiles necesarios para la formación del consenso previo a la represión del Puente Pueyrredón, donde las balas del Estado terminaron con las vidas de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, hirieron a más de cuarenta manifestantes y encarcelaron a cientos de personas. El mismo día de la brutal represión, fue el encargado de dar la versión del gobierno sobre los hechos. Hizo su aparición por la televisión, diciendo que los “piqueteros se mataron entre sí”, versión que se cayó inmediatamente ante los registros tomados por los trabajadores de prensa que acompañaron la trágica jornada. Este acontecimiento terminó con el gobierno de Duhalde y coloca a Aníbal Fernández como uno de los responsables políticos de los asesinatos y la represión de aquel 26 de junio de 2002 en el Puente Pueyrredón de la Ciudad de Avellaneda.
Un fin de ciclo político, no económico
Hoy, con estos diplomas encima de parte de su candidato a la Provincia, se termina el ciclo kirchnerista tal cual lo conocimos; un ciclo en el que la transversalidad, la defensa de los derechos humanos, la adecuación de los medios de comunicación y las políticas sociales fueron sus principales banderas. Y se abre un nuevo momento, donde vuelven a tomar protagonismo en la superestructura política los viejos y tradicionales “caudillos” peronistas, con base bonaerense, y que ponen el acento en la necesidad de mayor control social a través de las fuerzas de seguridad y el privilegio de la extracción y el saqueo por parte de los sectores patronales y empresariales.
Es que el fin de ciclo al que hacemos alusión es de carácter político, porque las referencias directrices de este período no pueden continuar en la administración política del Estado. Sin embargo, no pasa lo mismo en el sentido económico, donde el ciclo de acumulación de las grandes corporaciones continúa y ve un futuro promisorio para sus negocios en el período venidero.