Por Clarisa Busemi
El Frente de Artistas Ambulantes Organizados realizará hoy desde las 11 de la mañana el primer encuentro nacional para exigir al Gobierno de la Ciudad la Ley Federal de Arte Ambulante, que incluye el amparo de los artistas callejeros como trabajadores, la protección de su actividad y la eliminación del hostigamiento.
“Los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. El remate de Bertold Brecht bien podría caracterizar ciertos esfuerzos. Calza justo para los que sostienen que en lo colectivo radica la unión que fortalece lo que se desea conquistar. Esa idea define al Frente de Artistas Ambulantes Organizados (FAAO), que persigue el abordaje de la Ley Federal del Arte Ambulante, (actualmente aumentando polillas en los cajones de la Legislatura porteña), que originó el Primer Encuentro Nacional de Artistas Ambulantes que empieza hoy a partir de las 11, en Plaza de Mayo y el Cabildo.
“La música que hacemos en la calle hace que las desigualdades desaparezcan”, sostiene el motor fundante del FAAO, Alejandro “Topo” Cabrera Britos, mientras una de las bandas de reggae que integra, Jamaicaderos, despliega su repertorio, como cada domingo, en el barrio de San Telmo.
A metros de Plaza Dorrego, los músicos persisten hace ocho años. El entusiasmo que provocan se comprueba automáticamente al observar a un anciano “sacudiendo el esqueleto”, cerca de un niño con un instrumento de juguete, ambos contagiados y estimulados por los mismos sonidos que presencian. La amplia variedad etaria es un hecho, como la de nacionalidades, que “en la calle codo a codo son mucho más que dos”, y se mezclan en uno de los barrios más cosmopolita de la ciudad.
Pero en una capital reconocida mundialmente por su impronta artística de dimensiones infranqueables, no todo es grato: en la variedad también está la ridiculez, aquella que llama a la policía para denunciar a la banda por ruidos molestos.
Y las fuerzas de seguridad actúan de inmediato en estos casos. Están ahí asegurando el orden, porque es inconcebible que un grupo de músicos derroche su arte en plena peatonal y, lo que es más alarmante, que lo hagan gratuitamente.
“Coleccionamos más de sesenta contravenciones, tuvimos agresiones físicas del Estado porteño, y de la vieja UCEP (Unidad de Control del Espacio Público), que no se extinguió porque ahora está reformulada”, aclara el saxofonista de Jamaicaderos. Para los despistados o desmemoriados, la UCEP era (o es) aquella que protagonizó desalojos viciados de vejámenes a personas de alta vulnerabilidad social.
Jamaicaderos impulsa “La música en la calle no es delito”, a través de las redes sociales, con centenares de adhesiones. En las calles convertidas en peatonal dominguera, ofrecen esa música de libertad a la gorra y venden sus discos artesanales, mientras experimentan la energía que se genera para romper las desigualdades y dar vuelta al dolor y a las impunidades.
La banda reggae también brinda recitales los viernes a la mañana en calle Florida, y allí el conflicto no es sólo con la policía metropolitana: la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA), y la Asociación Amigos de la calle Florida, “tres cámaras que colaboraron económicamente con la campaña del macrismo”, según Alejandro Cabrera Brito, dirigen algunos hilos de la Legislatura, y están muy interesadas en que la ley no sea debatida. La triología empresarial denunció en varias oportunidades a los músicos, en episodios de violentas maniobras policiales.
El Gobierno porteño “siempre actuó desde el vacío legal, en una cornisa que luego se hace precipicio. Hay leyes que se siguen usando mal. La 1540 es una”, puntualiza el fundador de FAAO. Se refiere a la que interpreta a cualquier sonido como ruido contaminante. Al artículo 82, de “ruidos molestos” se lo aplica irrisoriamente, porque cada vez que hay una denuncia, el funcionario actuante tendría que presentarse con un decibelímetro para medir los decibeles del lugar. “Los que produce cualquier colectivo superan ampliamente a nuestra música”, precisa.
Un Encuentro para federalizar la acción
“Multiplicar la existencia del arte ambulante como derecho alcanzable, tangible y accesible a todos” es lo que se debatirá hoy en el Encuentro Nacional, que también va en contra del hecho de naturalizar la persecución al artista callejero. “Para subsanar eso, hacemos un relevamiento en todo el país de reglamentaciones vigentes. En algunos lugares nos llevamos la triste sorpresa de que consideran a la cultura como un gasto, y no avanzaron si no que la penalizaron”, explica el saxofonista.
El artista que elige el espacio público, el subte o el colectivo, no está allí por descarte, es una opción que Jamaicaderos recomienda febrilmente. “La calle es un lugar donde no hay escenario y el compartir es clave. El público está ahí con una energía que hace que el balance social sea mucho más fuerte que la violencia institucional que nos propinan”, dice el Topo Cabrera Brito. “Ahí hay que generar un refugio”, alienta.
Para la mochila del callejero
En el Encuentro también se repartirá el Manual de Artistas Ambulantes, un símil de guía para informar a los músicos de cómo defenderse. Allí hay artículos, leyes y decretos vigentes, utilizadas desde lo institucional para “correrlos”. En ellos se ampara el Estado porteño, para censurar, perseguir y silenciarlos. El Manual determina “cómo proceder frente a un acto de violencia institucional, saber adónde denunciar. Hay números de teléfono de las autoridades afines, y uno nuestro que funciona como una especie de guardia”, puntualiza el referente de FAAO.
La ley 4121 defiende a los artistas callejeros en su artículo 15, sosteniendo que no es una “contravención la venta ambulatoria en la vía pública o en transportes públicos”. Siempre y cuando “no implique una competencia desleal con el comercio establecido, ni la actividad de los artistas callejeros que no exijan contraprestación pecuniaria”. Sin embargo el macrismo desprecia dichos argumentos. A la vez, saltea el Artículo 32 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que sostiene que el Estado porteño debe “garantizar la cultura en espacios públicos”.
“Algo muy a favor es la simpatía social por el arte que, automáticamente, instala la accesibilidad a nuestro derecho, y hace implacable lo que estamos defendiendo”, se enorgullece el músico mientras afina su vehemente saxo tenor, para uno de los temas finales, que hace estallar al público, y a los rígidos adoquines.