Por Darío Cavacini / Imagen de Lucas Milton
Un recorrido por la vida del músico Tanguito. Una excusa para pensar los métodos de internación de las personas que rompen con la “normalidad” en las sociedades; sobre todo las represivas. En esta segunda parte, el éxito y la caída a partir de su internación en el Borda. Y un recorrido por la idea de desterrar el encierro.
A partir de su internación, otra historia empezaría en la vida de Tanguito. Su estadía en el manicomio estuvo marcada por la aplicación indiscriminada del electroshock y el shock insulínico (y los dos combinados), la sobremedicación, el aislamiento social, el encierro en celdas pequeñas y la violencia física y sexual.
Sólo unos meses en el hospital Borda bastaron para avasallarlo, y transformarlo en una persona con la mirada vacía, con poca capacidad para hablar y relacionarse con los demás.
Tanguito fue rápidamente etiquetado como esquizofrénico y, debido a su conducta alterada, fue trasladado al Servicio N° 13 de ese mismo hospital, destinado a alojar a psicópatas peligrosos. En poco tiempo pasó de ser un músico callejero con influencia dentro de la generación que fundó el rock nacional, a ser considerado una persona con una alta peligrosidad social, que debía estar aislado no sólo del resto de la sociedad sino también del resto de las y los pacientes del Borda.
A los dos meses de haber ingresado al manicomio, fue reubicado en el Servicio de Toxicomanía N°30[i] que había sido inaugurado recientemente y estaba destinado a ayudar a personas con consumo problemático de sustancias. La idea, según las autoridades del hospital, era que este servicio funcionase con un criterio horizontal y democrático, tomando de modelo a las comunidades terapéuticas.
Pero la realidad fue otra, según relata Alex Piedras, un compañero de internación de Tanguito: “La Unidad 30 no tenía atención especial. Era como un depósito. No había tratamiento ni nada (…), ahí han hecho desastres. ¿Sabés a cuanta gente le han arruinado la vida ahí? (…) He estado en cárceles y reformatorios, pero no vi nada peor que ese psiquiátrico, porque ahí constantemente tenés miedo de volverte loco”.[ii]
Piedras agrega que el gran problema de estar internado era que, si reaccionaban ante tanto maltrato, les daban electroshocks hasta que “te quebrabas y te meabas encima”. Después los llevaban a un calabozo a los que se los llamaba buzones, por lo chiquititos. Asegura que durante los meses en los que Tanguito estuvo ahí adentro lo trataron de manera terrible y que ya en el último tiempo estaba prácticamente irreconocible.
“La última vez que lo vi estaba muy mal, querría no acordarme. Tenía los ojos vidriosos. Me acariciaba y me abrazaba fuerte. Me apretaba como dándome una despedida”, dice la mamá de Tanguito. La madre del músico cuenta además que cada vez que lo iba a visitar al Borda, Tanguito le rogaba que lo sacara de ahí, que lo estaban matando y ya no resistía más. [iii]
Adriana Piedras narra que la historia de Tanguito había tenido una parte “muy mágica y una muy oscura”, ya que había sido llevado al manicomio porque molestaba que anduviera vagando días y noches por las calles de Buenos Aires, alterando el orden establecido rígidamente por la dictadura militar imperante; y que era por eso que le pegaban, lo sobremedicaban y le aplicaban electroshocks todo el tiempo.[iv]
La persecución sufrida por parte del régimen imperante, su improductividad económica, las dificultades con las drogas sumadas a su origen proveniente de una familia obrera, fue lo que lo acorraló hasta el manicomio, donde fue demolido subjetivamente.
Involución industrial
Es importante remarcar el origen humilde del cual provenía Tanguito, ya que históricamente esto ha tenido una fuerte influencia a la hora de dictaminar la internación en un manicomio de cualquier persona que tenga comportamientos que trasgredan el ordenamiento social establecido.
La internación de los locos pobres es una consecuencia del hecho de que estas personas no son productivas en sociedades basadas en la productividad, y si continúan enfermas es por la misma razón: porque son improductivas, inútiles para la organización social.
La forma de controlar las desviaciones improductivas es colocando a estas personas en una situación pasiva, sin capacidad de decidir sobre sus vidas, anuladas subjetivamente.
Una vez ubicados en el lugar de objetos, son reutilizados por la cadena productiva, al transformarse en uno de los eslabones fundamentales que activan el mercado farmacológico, en calidad de consumidores de psicofármacos.
Hay que tener presente que la industria farmacológica mueve millones en todo el mundo y es, luego de las ventas ilegales de armas y de drogas, uno de los negocios más redituables. Es por ello que se hace necesario para esta industria crear y mantener el estado enfermo de una persona, y así el manicomio resulta uno de los medios más importantes para lograr aquel propósito.
Un manicomio no es, entonces ,solamente un lugar de encierro de los marginados sociales, sino también un instrumento de control social que funciona como amenaza para aquellos que no están internados, marcándoles el rumbo que sus vidas deberían seguir y las consecuencias de no aceptar las condiciones que los sistemas capitalistas de producción imponen a sus participantes.
A partir de la revolución industrial, nacen no solo los psiquiatras y los manicomios, sino también un nuevo parámetro de normalidad: aquel que no estorbe el ritmo de producción podrá gozar de los beneficios de los no-enfermos, haciéndoles creer que viven en un mundo de plena libertad para decidir sobre sus vidas. Una de las consecuencias de no aceptar estas condiciones estará encarnada en la posibilidad de ser internado por tiempo indefinido.
La contracara serán los ya estigmatizados por una etiqueta psiquiátrica, quienes producto de su improductividad serán considerados personas enfermas, irrecuperables, que deben ser apartadas del resto de la población, perdiendo así todos sus derechos. Una vez colocadas en esta situación, se trasforman en perpetuos consumidores de psicofármacos, ocupando un lugar fundamental dentro de esta industria.
En la vereda opuesta, está la corriente que intenta desterrar los manicomios, el encierro, y que considera que las denominadas “enfermedades mentales” son en realidad enfermedades sociales, que tienen un fin y un propósito dentro de una sociedad. Es imprescindible analizarlas como hechos histórico-sociales, como intentos de liberación, de resistencia ante un medio que se torna insoportable para esa persona.
No podremos acercarnos al mundo de un internado si lo pensamos como sujeto-isla, aislado del medio social en el cual está inserto, y en el momento histórico particular en el cual transcurren sus días. Es necesario analizar al ser humano en toda su dimensión existencial para comprender los procesos que lo llevan a ser depositado en un manicomio. Éstos no pueden ser vistos nunca como un hecho individual, ni puramente biológico, sino siempre ligados al contexto socio-histórico de ese individuo.
Un final triste y anunciado
Pero esta historia sigue hablando de nuestro protagonista, Tanguito, y en lo que se transformó a partir del encierro y la sobremedicación.
Tanguito falleció luego de uno de sus tantos intentos de fuga del Borda, bajo las vías del tren, cuando iba a visitar a su madre. El mito generado alrededor de su muerte forma parte del imaginario colectivo de las argentinas y los argentinos: hay quienes aseguran que lo asesinaron, otros que se suicidó y otros que simplemente fue un accidente.
La realidad indica que durante los meses que estuvo internado fue maltratado y humillado constantemente. Y la historia de su vida se convirtió, así, en un claro ejemplo de lo que un manicomio puede generar en una persona en términos de destrucción subjetiva.
Ya mencionamos que castigar estos comportamientos no válidos funciona como un factor estabilizador dentro de una sociedad, de esa manera sus miembros aprenden cuáles son las conductas aceptables a la vez que experimentan cuál es el camino que de desandarlo, acarrearía consecuencias socialmente drásticas como el rechazo, la persecución, la marginación e incluso estar expuesto a ser internado en un manicomio.[v] Así seas un músico creador de la canción fundacional en la historia de nuestro rock.
[i] Del servicio N°30 no se encuentran más datos que los relatos de quienes allí padecieron, ya que el entonces Ministro de Bienestar Social, José López Rega ordenó quemar toda la documentación existente.
[ii] Víctor Pintos, Tanguito, la verdadera historia, Planeta, Bs As., 1993, pág. 295.
[iii] ídem, pág. 28.
[iv] Ídem, pág. 294.
[v] Thomas Szasz, Ídem.