Por Mabel Bellucci* – @mabelabellucci / Foto: Marcelo Ferreyra. IV Marcha del Orgullo (1995)
Lohana Berkins es una de esas personas que no necesita presentación alguna. Tanto dentro como fuera del activismo, todo el mundo la conoce. Más aún: es una referente indiscutida de los movimientos de desobediencia sexual en América Latina. Su vozarrón, su humor picante, su deliberar contencioso y, a la vez, interpretativo, la hacen única. Hay tantas Lohanas dentro de Lohana como se tenga ganas de encontrar. Esta es una de las múltiples entrevistas que le hice a lo largo de quince años. Fue en el verano de 2006 en un bar de la Avenida Rivadavia, a pasos del Congreso.
-¿Cómo fue el activismo de ustedes?
Yo era presidenta de la Asociación de Meretrices de Argentina (AMAR) y en la Tercera Marcha del Orgullo conocí a las compañeras de la Asociación de Travestis Argentinas (ATA) que ya estaban organizadas. En un principio nosotras fuimos convocadas en el local del partido Frente de Democracia Avanzada en 1994, y allí estaba Kenny de Michelis, que ya era una figura mediática. Ella era amiga de Carlos Jáuregui, del pastor Roberto González, de César Cigluitti y de Marcelo Ferreyra. En esa reunión no llegamos a organizarnos porque Kenny sostenía que las extranjeras no podían ser parte de la organización. Justo que yo estaba rodeada de peruanas y dije que esto no lo podíamos aceptar, y entonces nos fuimos y en la reunión no pasó nada.
-¿Cómo se organizó ATA?
ATA se armó por un allanamiento policial en el departamento de Charcas donde ellas se reunían. Pidieron ayuda a Jáuregui y los abogados de Gay por los Derechos Civiles lo hicieron y también las propusieron a que se organizaran. Después AMAR participó de la Tercera Marcha del Orgullo, que se realizó el 28 de junio de 1994. Tenía como consigna “Visibles para ser Libres e Iguales” y cerraba la marcha con un inmenso triángulo de tela rosa. Y allí enseguida yo me pasé a ATA. Allí, ya empezamos a integrar el movimiento y nos reuníamos en el inolvidable departamento de la calle Paraná. Después vino una charla en el bar Tasmania, con distintas organizaciones de gays, lesbianas, travestis y transexuales.
-¿Sólo las convocó a movilizarse?
Una obsesión de Carlos era el tema de la visibilidad. Él decía que si no había visibilidad no había movimiento. No íbamos a avanzar sino había visibilidad. El primero que instó a la organización de las travestis fue Carlos. Cuando ATA tuvo su primera crisis, uno de los mediadores fue él. Decía que no había que tener problemas, porque debían existir muchas organizaciones. Él fue un visionario en ese tema. Y una cosa que a mí me maravillaba era que, en las reuniones para organizar cosas del movimiento, donde había muchas organizaciones, él escuchaba y nosotras hablábamos, hablábamos y al final él tomaba la palabra, y con una sabiduría infinita, hacía una síntesis de todo. Tiraba una idea que era superadora de lo que se estaba debatiendo y donde todos y todas nos sentíamos reflejados. Tenía ese arte que no es fácil de disponer.
-¿En ese comienzo qué aportes hicieron las travestis al movimiento GL?
Hicimos grandes aportes al movimiento. Primero pedimos que los discursos fueran separados. Antes se leía un solo discurso que representaba a todos y a todas. Y nosotras dijimos que no. No era la misma realidad de un gay, de una lesbiana comparada con una travesti. Se empezó a leer discursos por identidades, por ejemplo. Nosotras incidíamos también en las consignas que eran más populares. Después, recalcábamos mucho sobre la represión y los edictos policiales. Solo nosotras podíamos atestiguar sobre las marcas que deja la violencia institucional. Igual, que con la historia del beso. Al cierre de la Marcha del Orgullo se besaban gay con gay y lesbiana con lesbiana. Nosotras propusimos que besáramos a la persona que tenías al lado. Fuimos precursoras de lo queer. Ya quedó como instalado que debías besarte con quien esté sin importarle su sexo.
-Hay quienes cuentan que las travestis hablaban de sus prejuicios al ver besarse hombre con hombre y mujer con mujer.
Lo interesante de la irrupción del travestismo fue que, al cruzarse en espacios de activismo, nosotras descubrimos nuestras homofobias y lesbofobias, como ellos y ellas, sus travestofobias. La revisión de los prejuicios se dio desde todos los frentes. Por ejemplo, recuerdo que en la primera Marcha del Orgullo que participamos nos hicieron poner 100 pesos y después no querían que en el cartel apareciera la palabra travesti. Lo pusieron al borde del cartel. Y en los volantes como no figurábamos habían dejado un espacio para la publicidad y nosotras como estrategia con un sello grande que mandamos hacer, pusimos travestis en fucsia. Fueron entendiendo la realidad travesti en toda su dimensión, ya no se podía usar más las excusas que se usaban anteriormente. Tal cual dice Gasalla se encontraron con “la real realidad” de la vida de las travestis.
-¿Pudieron reflexionar sobre las experiencias y las prácticas?
Eso es una exquisitez de la intelectualidad de hoy en día. Nosotras aún seguimos luchando para conseguir un trabajo… Dentro del movimiento travesti simplemente no están dadas las condiciones para hacer una reflexión de ese estilo. Los recambios generacionales son tan rápidos y tenemos un tiempo de hacer. Aisladamente, yo pude hacerlo con el feminismo, el área queer, el lesbianismo, pero lo hice yo sola, no dentro del movimiento travesti.
-¿Cómo veías el activismo de Carlos?
Era articulador, tremendamente inteligente, con una capacidad de entendimiento y de escucha muy grande. Escuchaba, entendía y sabía cómo articular las cuestiones. Era un líder. Él siempre estaba pensando en el movimiento, en las luchas y no en él. Las pruebas están en cómo vivía. No tenía lujos para nada. Su motor era el movimiento. Incluso con el tema del feminismo, con el tema de discriminación de las mujeres era muy amplio, sabía escuchar. Invitó a AMAR a participar de la marcha y fue la primera aparición pública que tuvimos, aunque ya estábamos dentro de la CTA. Y ese gesto político lo tuvimos por parte de Carlos, cosa que no lo olvidaremos. Lo mismo sucedía con los medios de comunicación. Apenas nosotras nos incorporamos, se negociaban tres lugares para un gay, una travesti y una lesbiana a todas las convocatorias mediáticas. Bisexuales no porque aparecieron después.
-¿Y tu relación con él?
Me pasó lo que me pasó con las compañeras. Mi experiencia fue muy afectiva y la discusión que se daba en el fragor de la lucha, después quedaba saldada. Discutía con él mucho. No era una persona necia, para nada. A veces me quedaba a cenar en el departamento de Paraná y charlábamos toda la noche, tertulias, escuchábamos música. Era muy emotivo, sensible. Carlos era la persona justa, junto con otras también, que nosotras necesitábamos para nuestro activismo. Y políticamente yo aprendí muchísimo. Me fascinaba su capacidad, su inteligencia. Era un hombre de centro izquierda. Su fuerza estaba en estimular debates básicamente sobre la represión policial, el sufrimiento de los que están excluidos, el tema de la prostitución. Tenía muy en cuenta la cuestión de clase, dónde se encontraba la necesidad, por dónde pasaba el debate, trabajar con las bases. No era un burócrata, para nada. “Hagamos, vamos”. Si tenía que pintar una pared lo hacía, lo mismo que volantear; hacer una colecta para la marcha, la hacía. Era un activista muy de calle, muy pragmático.
Rescato que gracias a su esfuerzo y sensibilidad el movimiento de ser GL pasó a ser GLTT. Las T pasó a lucir en todas sus dimensiones. El discutir al travestismos como una identidad propia y empezar a hablar de orientación sexual fue un aporte argentino introducido por las travestis, y apoyado y reflexionado por otros frentes. En la Argentina, ningún proyecto de ley sale sin contemplar la identidad de género cosa que no pasa en otros países. Brasil hace propaganda contra la homofobia pero no así contra la travestofobia. Acá eso no sucedería porque estamos nosotras dando batalla en todos los lados y, a veces, al mismo tiempo.
* Activista feminista queer. Integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en el Instituto de Investigación Gino Germani-UBA y del consejo editor de Herramienta. Autora de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Capital Intelectual. Agradezco la lectura atenta de Luis de Grazia.