Por Carina López Monja – @Carinalopezm
El gobierno retomó la política que más alegrías le ha brindado, vinculada al plano internacional. La asunción de la presidencia del G20 y la apertura de la Organización Mundial del Comercio (OMC) el próximo domingo, buscan mostrar una Argentina que “se abrió al mundo y va por el camino correcto”. Este discurso se enfrenta con las masivas protestas contra la reforma laboral, el asesinato de Rafael Nahuel y el empeoramiento de las condiciones de vida. ¿Cómo ocultar esa Argentina?
La Argentina virtual
Un año en donde el país será sede de encuentros internacionales, de visita de líderes del mundo, de los hombres y las mujeres más poderosas del planeta. Con esa premisa, Mauricio Macri busca presentarse como el principal líder político de la región y aportar a la idea de que “Argentina regresó al mundo” de la mano de su gobierno.
Esta fantasiosa concepción no sólo copia gran parte del discurso internacional que tuvo el gobierno de Carlos Menem cuando profundizó las relaciones carnales con Estados Unidos, sino que busca ser parte de una liberalización económica en un contexto en donde Estados Unidos y otras potencias refuerzan una mirada proteccionista.
Sin embargo, en el país virtual los discursos y la posverdad buscarán mostrar a Macri como un estadista que lidera una posición de gran parte de América Latina y se opone “al populismo de la última década”. Con esa idea en mente, Macri centró su mensaje al asumir la presidencia de la OMC en la reducción de la pobreza. “Las necesidades de la gente van a estar en primer plano”, aseguró y se propuso ser “la expresión de toda la región, en busca de oportunidades”.
Sin embargo, la realidad expresa exactamente lo contrario. Desde el inicio de gobierno de Macri, la pobreza aumentó de manera constante, creciendo cuatro puntos porcentuales en un solo año y pasando de 29% en 2015, a 32,9% en 2016. La transferencia de recursos de los más humildes a los sectores concentrados de la economía se volvió escandalosa, llegando hoy a la discusión de una triple reforma (laboral, tributaria y previsional) que propone una realidad pauperizada para los y las jubiladas y la resignación de derechos laborales básicos para las y los trabajadores.
Para que esa realidad no se exprese, el gobierno inventó una historia. Había una vez una minoría violenta que se oponía a avanzar en el camino correcto. Dentro de esa minoría había gente con ideas de extrema de izquierda, mapuches guerrilleros y kirchneristas inescrupulosos. Y para normalizar el país, había que poner orden.
De terrorismos y terrores: infundados y reales.
En la fábula macrista, hay una amenaza terrorista y una minoría violenta que busca atacar al gobierno nacional. Las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel se habrían dado “en enfrentamientos armados, con participación del grupo terrorista RAM”. La hipótesis del gobierno, sostenida hace dos días por la vicepresidenta de la Nación Gabriela Michetti en un diálogo que rayaba la insania y la locura, es defendida por la Ministra de seguridad Patricia Bullrich y respaldada por Macri.
Aunque parezca grotesca, la decisión del gobierno de equiparar protesta con violencia y mapuches con terroristas lleva más de dos años y cuenta con el blindaje mediático como para intentar que esta versión se la crea algún desprevenido. En enero de este año, luego de una fuerte represión de las fuerzas de seguridad en Cushamen, en la provincia de Chubut, comenzaron a plantear que la comunidad mapuche era toda del RAM. Doce meses más tarde, la propia ministra Bullrich dijo que “RAM es un nombre genérico”, mientras la vicepresidenta repitió el manual de Cambiemos y aseguró que Rafael Nahuel murió por la respuesta que dieron los efectivos de seguridad al “ser atacados por lanzas y tal vez por armas de fuego, aunque no se sabe”.
La desaparición y muerte de Santiago Maldonado y el homicidio de Rafael Nahuel se dieron en el marco de operativos de las fuerzas de seguridad, de Gendarmería y Prefectura. A pesar de las evidencias, los registros telefónicos, las declaraciones testimoniales, hasta el momento no hay un sólo efectivo detenido. Por el contrario, hay una demonización de las comunidades mapuches que reclaman tierras ancestrales y la construcción de un enemigo interno, el invento de la RAM y la amenaza terrorista que buscan eliminar datos objetivos de la realidad definidos hace menos de dos meses. Mientras el Congreso Nacional votó por unanimidad la prórroga de la ley que impide los desalojos a las comunidades indígenas, el gobierno del diálogo y “las necesidades de la gente en primer plano” resuelve con balas los conflictos con los mapuches.
El terror, sin embargo, se vuelve real. Un tweet, la participación en una movilización para pedir justicia por Santiago Maldonado, el reclamo de tierras ancestrales o una marcha por reclamos salariales puede terminar con detenciones, judicialización, heridos o muertos. En la Argentina real, lo que se busca es poner en duda el derecho a tener derechos y pelear por ellos.
El gobierno llega a tal punto que cometió el papelón internacional de prohibir el ingreso al país de decena de integrantes de ONGs que venían a participar de la ministerial de la OMC. Tal como informó la Confluencia Fuera OMC, se trata de personas que ya contaban con el aval de la OMC y que, por decisión del gobierno nacional, por primera vez en la historia tienen prohibida su participación.
La respuesta a la protesta social
En el escenario de un año con proyección internacional, la respuesta a la protesta por parte del gobierno no será de diálogo. Ante el conflicto con comunidades indígenas por el derecho a la tierra, el propio Van der Koy, en Clarín, adelanta que el gobierno elabora un protocolo coordinado con gobernadores y la justicia para dar “respuesta”. Agrega, también, que tiene “un obstáculo: la toma de tierras no constituye un delito federal”.
Las protestas serán numerosas de acá a fin de año. La inmensa movilización contra la reforma laboral que aglutinó a la Corriente Federal, las CTA y los movimientos sociales no pasó desapercibida por el gobierno y se espera una nueva marcha esta semana para rechazar la triple reforma del gobierno. En ese sentido, no es menor la base que sientan los principales diarios con trascendidos de lo que habría dicho Macri sobre la protesta social.
Según plantean en el diario Clarín, Macri “está convencido de que es momento de aprovechar la ratificación del rumbo que dieron los argentinos hace poco más de un mes. Es el turno de aplicar la ley para impedir protestas y liberar las tierras ocupadas. El Presidente ya le pidió en varias ocasiones a Horacio Rodríguez Larreta que no debe permitir que haya manifestaciones a toda hora en la Ciudad. “Cumplir la ley es la base del cambio”, instó en una reunión reservada. No fue un comentario, fue una orden.
La Argentina que Macri quiere mostrar en el exterior debe exudar orden y certidumbre. El país donde volvieron a subir el gas, la luz, la nafta y en donde más del 30 por ciento de la población se encuentra por debajo de la pobreza no sería la mejor imagen para que se lleven los dirigentes más poderosos del planeta que vendrán a Argentina. Tampoco un reclamo de los jubilados y jubiladas que perderán su capacidad adquisitiva con la reforma previsional ni las protestas de las trabajadoras y trabajadores que luchan para defender conquistas laborales básicas. Mucho menos los reclamos contra la OMC que se organizan en el país desde el 7 de diciembre y que se iniciarán en la ronda de las Madres de Plaza de Mayo y con la marcha de la resistencia.
Abrir el país a los ojos del mundo es la consigna del gobierno. Pero es una Argentina vista únicamente desde Puerto Madero. La Argentina real debe ser invisible a los ojos y el poder buscará silenciarla. El terrorismo ideológico, los trolls de doble jornada y el blindaje mediático están en marcha. Hay que oponerle la realidad de cada día, que dice que así ya no se puede vivir más. La respuesta debe ser masiva, unitaria y contundente.