Una niña juega, repasa las letras de un cartel con su dedo. El cartel lleva el nombre de su comunidad y es sostenida por su madre quién, además de manifestarse contra la reforma constitucional de Jujuy, le sostiene el juego. “Aprendemos y nos divertimos”, expresa con una sonrisa cómplice la jóven. Nos volvemos a encontrar por la tarde, ya no estamos en las calles, es momento de reunirse y pensar cómo seguir. La asamblea reúne a referentes de las 400 comunidades indígenas de Jujuy y es la que decide impulsar el Tercer Malón de la Paz en el marco del paro docente que ya lleva una semana.
Allí están ellas, atentas a la reunión pero, también, manteniendo vivo su mundo de juegos. La niña pasea con su juguete lleno de pelotitas de colores, va de brazo en brazo, de pierna en pierna entre las distintas personas. El lugar es reducido y casi no queda espacio en el piso para su transitar. Cuando las personas adultas aplauden y alientan a sus voceros y voceras, ella levanta la mirada. No se incomoda, sigue jugando. Está tranquila, está en comunidad, pero sabe que algo está naciendo…
Por Camila Parodi | Fotos: Susi Maresca desde Jujuy *
El Tercer Malón de la Paz ya lleva más de un mes de dignidad en las calles de Jujuy. Resiste a la reforma constitucional pero, también, a los discursos y políticas que atentan contra su forma de vida. Es un corte que trasciende las temporalidades, exige justicia por los más de 500 años de opresión y se proyecta en un futuro de resistencias. Así lo expresan en sus denuncias y carteles “vienen por el litio, vienen por todo”, “Sin agua no hay vida” o “litio para hoy, hambre para mañana”.
La relación con la tierra y la vida en comunidad sostenida por los pueblos indígenas pone en evidencia la existencia de ese otro mundo posible. Ese que los Estados y empresas quisieron y quieren desaparecer para continuar con su plan macabro de destrucción. Lo que está en disputa es el futuro. Lo que está en disputa es la continuidad de la vida. Las distintas comunidades que rechazan la reciente reforma constitucional no lo hacen únicamente porque atenta contra sus derechos, lo hacen por las generaciones por venir, por la continuidad de esa vida.
“No lo hacemos por nosotros es por los que vienen”, asegura Erica Cañarí, presidenta de la Comunidad Pozo Colorado de Salinas Grandes. Su reflexión se repite en cada una de las personas que salieron a las calles contra la reforma: “¿Qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?”, se preguntan en sus intervenciones.
Pero las niñeces, también, están en disputa. En la televisión un periodista se muestra preocupado porque no hay clases y lanza el grito moralizador de “¿alguien quiere pensar en los niños?” al aire. Pero lo que no dice es que, en Jujuy, la violencia que acontece de manera cotidiana es violatoria de todos los derechos de niños, niñas y adolescentes. Tampoco dice que sus docentes, que también son madres, padres, tías y hermanas, no llegan a fin de mes. Menos aún que el territorio donde viven esos niños y niñas está amenazado.
Las niñeces integran las comunidades, comparten cosmovisiones y habitan los territorios al igual que las personas adultas, aunque los medios de comunicación y los gobiernos prefieran ignorarlo. Además de la violación de derechos básicos como a la alimentación, la educación, a la participación cívica y al ambiente sano, las niñeces y juventudes también viven la aspereza de la represión en sus cuerpos y en los de su comunidad. Entre las primeras víctimas de la represión, se encuentra Mijael Lian Lamas, de 17 años, a quien la policía provincial le disparó en el ojo y, durante el último mes, son más de cien las personas heridas y detenidas ¿Cómo no podrían estar afectadas las niñeces y juventudes en este contexto de violencia brutal?
Como contraste está la ternura del encuentro y los afectos. En cada corte las tareas son repartidas, como en la comunidad. Hay personas que cocinan y avivan el fuego, otras que explican pacientemente la razón del corte a cada transeúnte que llega al lugar, también hay quienes se encargan de mantener el espíritu del corte vivo con mística y canciones. Las niñeces no son ajenas y trasladan los juegos cotidianos al nuevo escenario. Se vuelven a encontrar en cada corte, en cada marcha, recuerdan sus anécdotas y construyen nuevos códigos.
Las niñeces del corte son el presente de la resistencia. Su participación no sólo fortalece los afectos y los vínculos entre las comunidades sino que también sostiene genealogías de luchas. Con la epopeya de aquel primer Malón de la Paz allá por 1946 las personas adultas recuerdan sus infancias y, todavía, añoran ese mundo que soñaron con quienes ahora son más ancianos. La defensa del agua, la vida en comunidad y el amor por el territorio es un pacto intergeneracional que se mantiene en el tiempo.
* Elegimos publicar las fotos donde las niñeces se muestran como sujetos políticos. Su participación en la defensa de sus derechos es tan protagónica como la de las personas adultas y no queremos invisibilizarla.