Por Florencia Maffeo*. Es inminente la sentencia en el juicio contra Yanina González, acusada de abandono de persona por la muerte de su hija. ¿Por qué el poder judicial se ensaña con las mujeres? ¿Cuántos varones son imputados por no cuidar a sus hijos o hijas? ¿Qué mensaje se busca dar a la sociedad al acusar e imponer determinadas penas?
Mañana, 3 de marzo de 2015, el Tribunal Oral en lo Crminal 2 de San Isidro, presidido por el juez Lino Mirabelli dictaminará su sentencia del juicio contra Yanina González, la única persona llevada a juicio por la muerte de su hija Ludmila, de dos años de edad, asesinada a golpes presuntamente por Alejandro Fernández, ex pareja de la mujer en el banquillo. La fiscal, Carolina Carballido Catalayud, quien tiene a cargo la investigación de la muerte de la niña acusó en primer lugar a la madre hasta llevarla a juicio oral y público, y prácticamente sin investigar al femicida. Dicho en criollo: para la fiscalía, la única responsable de la muerte de la niña es su mamá.
Dos mujeres, el mismo delito: abandono de persona
Misiones, marzo de 2011. María Ovando es detenida por la muerte de Carolina, su hija de 3 años. En este caso, la nena murió por desnutrición. Sin embargo, para la fiscalía la única responsable de la muerte era su madre, una mujer pobre y analfabeta, a cargo de 12 hijos/as, habitante de una zona rural. Estuvo presa durante 20 meses, período en el que el resto de sus hijos/as quedaron a cargo de tías y abuelas (otra vez las mujeres a cargo del cuidado de niños y niñas). Frente al caso, fueron las organizaciones sociales y de mujeres las que señalaron la criminalización de la pobreza y el sexismo presentes en la denuncia. Finalmente en noviembre de 2012, el Tribunal de El Dorado, absolvió a María Ovando, al considerar el contexto de vulnerabilidad social en el que María y su familia vivían.
Noroeste del conurbano bonaerense, agosto de 2013. Yanina González, embarazada de 6 meses, es detenida en la Comisaría de Del Viso por la muerte de su hija. Es acusada por una fiscal Carolina Carballido Catalayud, de haber cometido el delito de “abandono de persona seguido de muerte”. Pese a ser la responsable de una dependencia especializada en género, no hace más que revictimizar a las mujeres y proteger a los femicidas. Carolina Carballido Calatayud no es sólo una operadora judicial que incumple procedimientos penales, sino que es una pieza más de un sistema judicial patriarcal y clasista que persigue a las mujeres pobres.
¿Por qué el sistema judicial se ensaña con las mujeres?
¿Qué mensaje se busca dar a la sociedad al acusar a las mujeres con tales cargos y dictar determinadas penas? ¿Por qué razones se nos mete presas?
Según el CELS[i], más de la mitad de las mujeres presas no tienen condena firme, es decir, tienen una prisión preventiva, aun cuando la prisión preventiva es una medida excepcional -ya que incumple con los derechos constitucionales, puesto que todxs somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario- y que la mayoría de las mujeres privadas de su libertad están acusadas de delitos “no violentos” y viven en contexto de extrema vulnerabilidad social y pobreza.
A esto debemos sumar que el 85,8% de las mujeres detenidas son madres, y que la mayoría son jefas de hogar y encabezan hogares monoporentales, lo que implica que cuando las mujeres son detenidas, los hijos/as queden, en su mayoría, a cargo de familiares – pocos son los/as que quedan a cargo del padre- o son institucionalizados. En el caso de los niñxs menores de 4 años, pueden estar en la cárcel con su madre, como fue en el caso de Tiziana, la hija menor de Yanina, que estuvo detenida con su mamá en el Penal de Los Hornos desde su nacimiento hasta que les fue dada la prisión domiciliaria. Si bien estas mujeres tienen derecho a la prisión domiciliaria, y en el caso de las embarazadas y con hijos menores a seis meses en el momento de la sentencia, el Código Procesal Penal autoriza a la suspensión de la ejecución de la pena, en la práctica las respuestas a los pedidos de prisión domiciliaria tienen largas demoras y no siempre son otorgados. Parece que estos son sólo derechos para genocidas y femicidas, como Ricardo Barreda.
Lo que se juzga en el caso de Yanina González, así como en el de María Ovando y tantas otras “Yaninas” y “Marías” que habitan las prisiones, es el ser una “mala madre”. ¿Qué es ser la mala madre? No cumplir correctamente el mandato patriarcal de parir y cuidar abnegadamente a los hijos y las hijas es criminalizado. ¿Cuántos varones son condenados por no cuidar a sus hijos? ¿Cuántos son deudores alimentarios, con sueldos abultados, que ni siquiera pagan el alimento de su prole (ni hablar de que se hagan cargo de los cuidados)? Sin embargo, las mujeres debemos ser buenas madres, además de sumisas y obedientes. Como en el caso de las hermanas Marina y Ailén Jara, enjuiciadas por intento de homicidio al defenderse de un violador.
No seguir con los mandatos sociales de una sociedad heteropatriarcal y capitalista es sancionado no sólo en términos morales, sino también, como en este caso, penalmente.
Cuando el sistema condena a las mujeres
Estas condenas no son nuevas. El sistema patriarcal ha desarrollado a lo largo de la historia, diferentes formas de control del cuerpo de las mujeres. Según Silvia Federici, en su libro “Calibán y la bruja”, durante la transición del feudalismo al capitalismo, las mujeres éramos acusadas de brujería, por la Iglesia, pero en mayor medida, por los incipientes Estados. Aquellas brujas eran culpadas principalmente de delitos como el aborto, el control de métodos anticonceptivos, el infanticidio, el adulterio, la prostitución, por ser curanderas y parteras. Hasta la amistad entre mujeres y la rebeldía de contestar, discutir e insultar eran condenadas. Según Federici “la caza de brujas en Europa fue un ataque a la resistencia que las mujeres opusieron a la difusión de las relaciones capitalistas y al poder que habían obtenido”[ii]. Más de 500 años después de la inquisición, las mujeres siguen siendo sancionadas socialmente por los mismos hechos.
Mañana se dará a conocer la sentencia del juicio contra Yanina González. No es sólo una sentencia: es también la expresión de un sistema heteropatriarcal y capitalista sobre las mujeres, es la puesta en acto de discursos que performativamente moldean prácticas sociales, cuerpos y subjetividades.
Si Yanina es condenada, asistiremos, una vez más a la difusión de un mensaje criminalizador de un poder judicial machista, de la ley en servicio de los varones y la burguesía. Para estos, nuestra función como mujeres es la maternidad a toda costa. No importa si se es víctima de violencia machista, ni todo lo que una mujer pueda hacer para cuidar de sus hijos/as: para el sistema judicial y la sociedad en general, sólo las madres deben velar y poner su cuerpo para el bienestar de la familia, cualquier error o falta de acción es condenada.
Si Yanina es absuelta ¿será un acto de justicia? Lamentablemente, la absolución no será seguramente gracias a un sistema judicial “neutro”, sino que implicará un triunfo más del movimiento de mujeres y del feminismo organizado que se rebela ante las relaciones de poder vigentes y que se moviliza para poner resistencia a las causas injustas.
*Licenciada en Sociología. Activista feminista, integrante de la Colectiva Feminista Rabiosa.
[i][i] Investigación publicada en Centro de Estudios Legales y Sociales, Ministerio Público de la Defensa de la Nación, Procuración Penitenciaria de la Nación, 2011. Mujeres en prisión. Los alcances del castigo. Buenos Aires: Editorial Siglo XXI.
[ii] Federici, Silvia. 2011. Caliban y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Buenos Aires: Tinta Limón.