El martes 10 de septiembre declaró Rocío Márques y con su relato cerró el primer ciclo del juicio contra Miguel del Pópolo: las declaraciones de las denunciantes. Dialogamos con ellas quienes nos contaron qué sintieron durante y después. El jueves 19 continúan las audiencias.
Por Ariell Carolina Luján* | Fotos: Julianite Calcagno
A través de sus voces se tejen nuevas resistencias frente al aparato revictimizante judicial. Rocío, Mailén y Anabella están exponiendo sus historias pasadas dónde fueron víctimas de violencias, pero ya no lo son. Hablan desde esta perspectiva identitaria que cambia el juego por completo: la claridad y la contundencia se dan por lo genuino del relato; también por la minuciosa exposición del proceso profundo que atravesaron para observar el entramado de la violencia que sufrieron para construir otra narrativa donde ya no son víctimas depositarias de las violencias del victimario.
Cuentan además cómo desandar la impunidad. “Luego de una sesión con mi psicóloga me llega un mensaje de Mailén, quien me dice ´me da la sensación de que pasamos por lo mismo´ y sentí empatía”, contó Rocío ante el tribunal. “Comenzamos a hablar y enseguida me preguntó: ´Quiero saber si vos me crees´. Nos juntamos y decidimos hacer la denuncia en la fiscalía porque esta persona es muy peligrosa. Por eso estamos acá”, determinó.
El pasado 10 de septiembre se realizó en los tribunales de la calle Paraguay, en CABA, la tercera jornada rumbo a la sentencia del proceso que juzga los actos de Miguel del Pópolo, ex músico, acusado por tres hechos de abuso sexual y una agresión física. Durante la audiencia declararon amigos de Mailén, los primeros en abrazarla cuando fue violentada por el procesado y previamente, Rocío, quien cerró el círculo de testimonios de las denunciantes.
Éstas son sus palabras luego de haber pasado por una instancia judicial que cierra una etapa de sus vidas. Y las nuestras.
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¿Cómo te llamas y a qué te dedicas?
Me llamo Mailen Frías, me dedico a trabajar en sonido y también en imagen, en diseño de sonido, estudio diseño industrial en la UBA, en FADU y hasta ahí llegué.
Me llamo Rocío Marques, actualmente soy encargada de dos tiendas holísticas. También soy profesora de yoga, terapeuta floral, reikista, astróloga amateur, estudiante de psicología, de vez en cuando escritora y música.
Mi nombre es Anabela Ciancarelli y trabajo de tester de software en una empresa de diseño web y ahora estoy abriendo un taller de cerámica en casa y mi idea es poder vivir de esto.
¿Cómo fue tu proceso emocional y psicológico para enfrentar la declaración frente a los jueces y el imputado?
Rocío: Cuando declaré percibí en igual medida miedo y resiliencia, una fuerza que me atravesaba de pura verdad. Luego de eso me sentí liberada, como exorcizada. Jamás había estado hablando tanto tiempo seguido de todas las cosas que me hizo nadie. Nunca quise decir todo junto a nadie porque me parecía demasiada mierda, y encima me olvidé de cosas.
Mailén: En principio el proceso fue larguísimo y pasé por un montón de etapas, desde sentirme súper poderosa por haber hecho lo que sentí que debía hacer, por haber podido lograr eso, que fue realizar la denuncia y hacer que este tipo no se me acerque más.
Anabella: Al principio, cuando me enteré que se venía el juicio entré en pánico. Sentía miedo e inseguridad porque no tenía ni idea de cómo lo iba a enfrentar, no sabía cómo era un juicio, nunca estuve en uno. También sentí que era mi responsabilidad mandar a esta persona a la cárcel. Y a medida que me fui preparando, fui entendiendo que en realidad no era así, que simplemente iba a contar lo que me pasó. Tenía muchas dudas también porque psicológicamente me sentía muy bien y me parecía que en algún momento de la declaración tenés que hablar de cómo te sentis y sentí esto de la “mala víctima”. Eso por un lado, después a medida que fue pasando el tiempo me fui sintiendo cada vez más segura porque no había nada que pudiera hacer mal durante el juicio. Estaba contando lo que me pasó y el que se la mandó fue el chabón. Ese pensamiento me dejó más tranquila.
¿Podrías describir qué percibiste al declarar?
Rocío: Estoy más que agradecida con Lau y Sabri de DOVIC que las sentí muy cerca, casi como una extensión de mi, apoyándome y dejándome expresar sincera y tranquilamente, ofreciéndome salir, o tomar agua o parar cuando yo quisiera. Fue fundamental. Sería increíble que existiera algo como DOVIC en todo el país. Sería espectacular que más denunciantes confíen en sí mismas y en representarse con el fiscal y sus palabras. La querella es importante, pero también es el Estado quien tiene la responsabilidad de ordenar, al menos un poco, toda esta violencia cultural.
Mailén: Me sentí como muy poderosa, pero al poco tiempo todo eso se empezó a derrumbar porque empecé a sentir las consecuencias que tuvo el hecho de haberme expuesto tanto al poder judicial como también públicamente. Cuando te expones públicamente la gente siente o cree que tiene el derecho de hacer con tu imagen lo que quiera, de revictimizar con comentarios detrás de una pantalla como de repente, verte en la calle y hablarte de la situación. Que no es para hablarlo y mucho menos con desconocidos.
Al pasar los años -como sabemos fueron ocho de este proceso hasta llegar al juicio-, empecé a poder generar nuevas redes de contención, ya sean profesionales como en lo social, y eso me ayudó muchísimo a ir transitando todo esto de una manera muchísimo más amable y contenida. Por ejemplo, poder llegar a esta etapa de debate oral con un diagnóstico, con un tratamiento, contenida por un médico psiquiatra, por psicólogos y por mi familia.
Anabella: Al declarar pude contar lo que pasó. Empecé un poco nerviosa, pero después cuando el defensor me quería hacer preguntas, sentía que me quería romper o hacerme pisar el palito, digamos. Me acordaba de todos los argumentos que vengo pensando hace ocho años acerca de lo que me pasó y lo que le pasó a las otras chicas. Y estaba re segura de todo. No había forma, eso es lo que sentí, de que el defensor me hiciera pisar el palito. Y me sentí re segura, confirmé todas las dudas que tenía de lo que estaba haciendo, de por qué lo estaba haciendo y por qué había que hacerlo y la verdad es que me sentí súper bien.
¿Cómo te sentiste luego?
Rocío: Por momentos sentí que no era el imputado quien estaba siendo acusado sino yo. Y esta sensación caló más hondo de lo que en un principio intuí. Repasé durante días en mi mente las respuestas que di a la defensa. Como por ejemplo, cuando su abogado representante me preguntó: ¿Cuánto tiempo duró la relación? Y yo le repregunté: ¿A qué llamamos relación, porque si lo definimos como perseguir sistemáticamente a alguien insultando y tirando botellas de vidrio podríamos decir que al menos 6 años? O cuando me preguntó si recordaba qué hice el 12 de junio de 2012 y yo le contesté si él se acordaba de lo que hizo el 12 de junio de 2012. O cuando prácticamente afirmó que yo le había pedido plata al imputado para realizarme un aborto y me nació un “¿¡KHE!?” agudo y estridente del alma junto con una risa de indignación plena. O cuando leyó alrededor de una decena de mails privados que le mandé al imputado cuando sentía miedo y apego. Tuve que explicarle lo que significa el estrés postraumático y el síndrome de Estocolmo. Fue agobiante.
Fue de un irrespeto y una bajeza que pocas veces me han propinado. No esperaba menos de alguien que dice representarlo. A tal punto que en un momento sus ademanes y gesticulaciones, junto con eternas lecturas sin sentido de mi privacidad me llevaron a tener deseos de dejar de contestar preguntas y fue ahí cuando le pedí por favor que me tratara mejor, porque no tengo nada que ocultar, ni me pienso cansar de decir lo que pasó, ni dejar de investigar cada recoveco de mi propio trauma para que el imputado no le cague la vida a nadie más. Utópicamente hablando y en lo que yo pueda hacer para que eso pase.
Mailén: Las cosas fueron cambiando porque yo también fui cambiando, fui creciendo. En su momento cuando denuncié tenía 22 años, ahora tengo 31. Así que fue muy difícil, más que nada al principio, pero este último tiempo sentí que estaba lista, preparada y entera para enfrentar esta situación.
Anabella: Cuando terminó la audiencia me sentí súper contenta, que lo hice súper bien, que dije todo lo que quería decir de la manera en la que lo quería hacer. Me sentí súper segura y aliviada también de que ya había pasado. Hicimos la denuncia en 2016, pasaron 8 años y fue un garrón tener este proceso pendiente durante tanto tiempo. Tuvimos un montón de problemas porque se fue la primera abogada y no sabíamos que nos estaban avisando cosas a través de ella y no nos avisaba. Por un momento fue extraño, teníamos que contactarnos y ver qué onda, estábamos re perdidas y se postergó un montón. El juicio tendría que haber sido antes de la pandemia. En un momento pensé, bueno, no va a venir nunca más el juicio, porque seguían postergando, y finalmente llegó. Me gustó que DOVIC estuvo muy presente, antes, durante y después de declarar. Pensaba que el defensor iba a actuar con más ética, no me gustó la manera de manejarse con Rocío y Mailen, el tipo de preguntas que les hizo y las formas; de verdad pensaba que iba a ser más ético porque es un defensor oficial.
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La dimensión del impacto que estas palabras tienen sobre la historicidad de la construcción de autodefensa no punitiva con quienes han sido víctimas rompe con la bajada de línea que pone en duda desde el primer momento a quien denuncia, y puja por cambiar el paradigma revictimizante impuesto: no serán inocentes hasta que se demuestre lo contrario, son culpables hasta que demuestren su inocencia. No es por mero punitivismo que realizamos esta afirmación, es porque somos conscientes de que vivimos en una cultura del abuso ultra patriarcal. Dónde de alguna u otra forma, una y otra vez, se intenta ubicarnos en un rol pasivo y sufriente del silencio y la sumisión. Y nosotres, se los recordamos: NO NOS CALLAMOS MÁS. NUNCA MÁS.
*Escritorx, editorx y activista de la proclama No nos callamos más .