Ayer se produjo una devaluación de 8,3% lo que motivó la reaparición mediática de Domingo Cavallo y que la dupla Dujovne – Caputto tuvieran que salir a hacer anuncios que tranquilizaron a banqueros mientras lo único que tiene techo son las paritarias. Una vez más, el costo lo pagaremos los y las trabajadoras.
Tal vez la aparición de la calva testa de Domingo Cavallo entre los funcionarios del gobierno sea la imagen más ilustrativa para el shock del denominado jueves negro, aunque por esta vez Domingo es simplemente un observador de lujo de las medidas tomadas por sus peripatéticos. La devaluación del 8,3% en un día solo es un grito más al cielo de qué estamos en manos de un equipo económico que no tiene un atisbo de creatividad a la hora de controlar la política monetaria.
En este nuevo capítulo de nuestra crónica de una crisis anunciada, el gobierno vuelve a pisar los mismos palitos que planta. El equipo que consideraba un dólar a $16 como un fracaso económico, logró controlar una abrupta subida del valor de la divisa y estacionarlo en los $23, previa venta de 451 millones de dólares. Esta última, tal vez parezca una ciara abrupta, pero si tenemos en consideración los últimos dos meses, el gobierno intervino el mercado cambiario dilapidando un total de 7,8 mil millones de dólares de reservas. Este monto equivale al 15% de nuestras reservas totales y totaliza casi 3 veces el monto de la deuda contraído a 100 años. Es decir, hoy en día, estamos hipotecando nuestro presente y futuro tomando deuda externa, a costa exclusiva de controlar el tipo de cambio.
Sin contar los desajustes internos -atraso cambiario, no cumplimiento de metas inflacionarias, no se liquidan exportaciones agrarias, etc-, la devaluación se produce en buena parte por cambios externos: por un lado, el dólar se apreció en todo el mundo y por otro lado Estados Unidos aumentó su tasa de interés, lo que generó que muchos inversores quieran salir del país para invertir en el vecino del norte. Por suerte, la reacción del gabinete no tardó en llegar y salió a poner paños fríos al asunto y, entre bellas palabras coacheadas para llevar tranquilidad a la población, anunció la suba de la tasa de Lebacs al 38%. Tal vez no sea la mejor noticia para los sectores bajos de la sociedad, pero puedo imaginar a varios banqueros celebrando con champán este fin de semana.
Una vez más, el costo lo pagaremos los y las trabajadoras. Para empezar, toda devaluación tiene su contracara en un aumento de precios. Nuestra dependencia extranjera nos hará pagar el coste de importar más caro los insumos venideros del exterior. Pero tal vez el punto más resonante pueda ser un nuevo aumento en las tarifas. Vuelve a encarecerse la importación de combustible y de gas proveniente de Chile, lo que hace esperable un ajuste tanto en los precios de transporte de mercadería, como en las tarifas de gas. Para colmo de males, dilapidar divisas en un contexto de déficit comercial y financiero, solo hace suponer que el gobierno seguirá con su brillante política de financiamiento externo tomando deuda cada vez más cara. La tasa de interés sube al ritmo que baja la credibilidad de este gobierno ante los ojos del resto del mundo.
La meta de inflación del 15% pasó de ser una bella utopía a un imposible total. Los informes privados que recibe el Banco Central estiman una inflación anual del 22%. En solo 4 meses, la inflación estimada duplica la meta de inflación original (10% el 27 de diciembre) y es un 50% mayor que la “recalibración” de un día después (15% el 28 de diciembre). Sin embargo, no existió recalibración de los salarios, que una vez más cerrarán a la baja. En la Argentina de la inflación sin techo, la devaluación sin techo, las tarifas sin techo y la especulación sin techo, solo tienen techo las paritarias que están dejando los salarios por el suelo.
A la semana de buenas noticias hay que sumarle la nota de la revista Forbes, lectura obligatoria del establishment, que titula “Tal vez sea momento de salir de la Argentina”. Esta noticia llega como un baldazo de agua fría cargado de preguntas.
¿Acaso hubo una lluvia de inversiones, nunca nos percatamos y ahora se van a ir? ¿O en el medio de la sequía, las pocas inversiones extranjeras se van a retirar de nuestro árido suelo? En cualquiera de los dos casos les deseamos buen viaje y que no se olviden de Benetton y Joseph Lewis.