La semana no empezó bien para algunos de los militares involucrados en la represión durante la dictadura brasileña (1964-1985). En medio a las discusiones por la Comisión de la Verdad, jóvenes escracharon militares represores en seis ciudades brasileñas.
Frecuentemente usado en Argentina, Chile y Uruguay, los escraches no eran un método usado en Brasil. Por lo menos hasta ahora.
“Tenemos la disposición de contar la historia de los que cayeron y es necesario exponer y juzgar aquellos que torturaron y asesinaron nuestro pueblo y nuestros sueños. Torturadores y apoyadores de la dictadura militar: ¡ustedes no fueron absueltos!”, dice el comunicado firmado por el Levante Popular da Juventude, movimiento responsable por la organización de los escraches por todo el país.
Uno de los primeros ocurrió en Porto Alegre, capital de la provincia de Rio Grande do Sul. Según Laura Wottrich, aproximadamente 70 militantes fueron hasta la puerta del edificio dónde vive el coronel Carlos Alberto Ponzi, ex jefe del Servicio Nacional de Informaciones (servicio de inteligencia) en Porto Alegre y también uno de los 13 brasileños acusados por la justicia italiana por el desaparecimiento del militante Lorenzo Ismael Viñas, en 1980.
“Pintamos la vereda en frente al edificio y la pared opuesta a su residencia”, cuenta Laura. “La información que teníamos es de que estaba en casa, pero en los 40 minutos que estuvimos ahí, no apareció, diferente de los vecinos que desde sus ventanas miraban la protesta”.
San Pablo
En la capital de la provincia de San Pablo, “el objetivo” de los jóvenes fue David dos Santos Araújo, ex comisario en el periodo de la dictadura y actualmente dueño de una empresa de seguridad. En agosto de 2010, la Fiscalía Federal hizo una denuncia en contra de Araújo por la participación directa en torturas, violaciones, desaparecimiento forzados y homicidios durante la represión militar.
Conocido en el circuito represivo por “capitán Lisboa”, el ex comisario también es considerado responsable, por la Fiscalía, por torturar el periodista Ivan Seixas, en la época con 16 años, y asesinar a su padre, Joaquim Alencar de Seixas en sesiones de tortura. Según el testimonio de Ivan, los dos fueron torturados juntos por un equipo de cinco militares, uno de ellos, el “capitán Lisboa”, que también violó a su hermana.
Cerca de 150 manifestantes fueron hasta la puerta de su empresa de seguridad con megáfonos, carteles y pancartas. “Evaluamos que la protesta fue muy buena. Estuvimos [en frente a la empresa] por 40 minutos, leemos nuestro manifiesto y pudimos contar a los vecinos quien es David dos Santos Araújo”, cuenta otro militante del Levante, Edison Junior. “En el comienzo la gente miraba asustada, pero después quedaban sorpresas [con la denuncia] y muchos nos apoyaron”.
El ex comisario, curiosamente, no fue a trabajar. Algunos de sus funcionarios hablaron con los manifestantes y afirmaron desconocer que el dueño esté vinculado a crímenes de lesa humanidad de la dictadura.
Comisión de la verdad
En Belo Horizonte, otros 70 militantes hicieron un escracho adelante de la casa del torturador Ariovaldo da Hora e Silva. En las ciudades de Sergipe, Belém y Fortaleza la ocurrieron acciones similares. En otras ciudades, como Río de Janeiro y Curitiba, hubo actividades de agitación acerca del tema. Una bandera fue puesta en los “Arcos da Lapa”, uno de los puntos turísticos más conocidos de Río.
La jornada ocurre a pocos días del aniversario del Golpe, el 1º de abril, coincidentemente la misma fecha en que se conmemora en Brasil el Día de la Mentira. Por esa razón, los militares afirman que el día correcto del golpe es el 31 de marzo. Para la real fecha, diversos grupos artísticos y organizaciones preparan una jornada cultural en el centro de San Pablo, para exigir la creación de la comisión de la verdad.
Para los militantes del Levante Popular de la Juventud, los escraches también tienen el objetivo de llamar la atención de la sociedad acerca de la necesidad de la comisión de la verdad, aprobada por el Congreso en octubre de 2010. Sin embargo, se encuentra paralizada.
Por su lado, los oficiales – por medio del Club Militar – redactaran un manifiesto en el cual critican la presidenta Dilma Rousseff y las ministras Maria do Rosário (Derechos Humanos) y Eleonora Menicucci (Secretaria Especial de Mujeres) por sus declaraciones a favor de la comisión de la verdad. En seguida, anunciaron una fiesta para conmemorar el golpe, el 29 de marzo, ya que la presidenta prohibió las Fuerzas Armadas de hacer conmemoraciones el 31 de marzo. Dilma no se pronunció sobre el caso.
Apoyo a la comisión
Los militantes del Levante Popular de la Juventud declararon su apoyo a la creación de la comisión. “Hacer el contrapunto a los militares, escracharlos, tiene el sentido de apoyar la comisión, un avance importante”, defiende Edison Junior.
En su comunicado, el Levante hace referencia a la continuidad de la impunidad con la cual actúan las fuerzas policiales en Brasil. “Existe mucha impunidad en Brasil, sobre todo por parte de la policía militar – solo el hecho de que el país mantenga una policía militar ya es preocupante – que en San Pablo, por ejemplo, mata un promedio de dos personas todos los días, la mayoría jóvenes y negros. Y lo que no fue punido ayer, tampoco es punido hoy”, resume Junior.
Para Laura, la repercusión generada por los escraches es positiva. “En los medios de comunicación en que se divulgó hay mensajes de incentivo y felicitaciones, hasta mismo manifestaciones de alivio. Eso nos lleva de fuerza para seguir la lucha. Es como si la poblacion estuviera esperando hace tiempo un levantamiento de los jóvenes contra los torturadores”, opina.