João Pedro Stédile es economista y uno de los referentes históricos del Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST). El origen del movimiento debe buscarse durante el régimen militar que gobernó el vecino en el período del 1979 a 1984, pero su sentido está claro: buscar la redistribución de tierras improductivas. “El nombre debería haber sido Movimiento Nacional de la Lucha por la Reforma Agraria, pero ya la prensa y la gente nos conocía como los Sin Tierra. De ahí que tomamos ese apodo”, relató Stedile en una charla exclusiva con Bichos de Campo.
Por Bichos de Campo*
Para el referente del MST, “la reforma agraria sólo es posible si hay dos elementos: la fuerza del campesinado y un gobierno popular. No necesita ser violenta, pero sí tiene que haber una alteración de la estructura de la tierra. Se pueden hacer acuerdos nacionales, por ejemplo, de poder tener hasta 1500 hectáreas, y por arriba de ese volumen ya no se podría tener tierras. Acá en Argentina sería bastante escandaloso, pero podría acabar con la tenencia de tierras en manos extranjeras”.
Las luchas campesinas obedecen, según Stedile, a que “Brasil es una sociedad muy desigual. Acuérdense que, al contrario de Argentina, en nuestro pasado colonial tuvimos 400 años de esclavitud, y eso generó desigualdades, sobre todo, en la tenencia de la tierra”.
“Al salir de la esclavitud se creó una Ley de Tierras que sólo garantizaba el acceso de estas a quien tenía dinero. De ahí surgió el latifundio, la gran propiedad de la tierra. Eso ocurrió durante todo el siglo XX y hoy, 1% de los propietarios son dueños del 58% de la tierra, o bien 15 mil familias de latifundistas son dueñas del 30% de todas las tierras Hay latifundistas que tienen hasta 250 mil hectáreas”.
Stedile ejemplificó lo que ocurrió en países como Haití o Estados Unidos, donde se dieron procesos diferentes a los ocurridos en Brasil. “En Haití hicieron una revolución agraria, y en Estados Unidos, después de la Guerra Civil, Abraham Lincoln impuso una suerte de ley que garantizaba el acceso a la tierra de 66 hectáreas a cada familia que quisiera trabajar en la tierra; por eso se dice que Estados Unidos tuvo una reforma agraria aunque no lo dijeran así, porque distribuyó de forma democrática las tierras que antes eran de las plantation de la esclavitud o lo que podemos llamar, ´el cementerio indígena´, porque el ejército mataba a los indios y luego traía a los colonos para repartir sus tierras. Pero en Brasil no pasó nada de eso”, relató.
Mirá la entrevista completa a João Pedro Stédile:
Después de 50 años de historia, Stedile confesó que en Brasil pudieron apenas morigerar la concentración de tierras. “La reproducción del campesinado aumentó la presión social. Hoy tenemos cerca de 4 millones de familias de campesinos”, describió.
“En eso también somos diferentes de Argentina, porque aquí se formó un campesinado de mestizos que no podían ser esclavizados, y cuando terminó la esclavitud, en vez de repartir las tierras a los trabajadores esclavos, el gobierno brasileño trajo a nuestros abuelos campesinos pobres de Europa. Llegaron aproximadamente 3 millones de campesinos de Europa. A lo largo del siglo XX estos se multiplicaron, y eso generó mayor presión sobre la tierra”, explicó.
Por la presión de los Sin Tierra, en Brasil crearon un ministerio de Reforma Agraria que pudiera contener los reclamos. Pero apenas asumió Bolsonaro, Stedile comentó que “se cerró y ahora solo queda uno de Agricultura, en donde mandan los agronegocios. Había surgido a raíz de la re democratización de la política brasileña. Pero ahora, en este gobierno neo fascista, Bolsonaro hizo una reorganización ministerial”.
“En tiempos de Lula y Dilma había una interpretación política de los gobernantes, quienes trabajaban la idea de conciliación de clases entre el latifundio, el agronegocio y la agricultura familiar campesina, que son los tres modelos de producción que tenemos en Brasil”, manifestó.
Stedile describió que “el latifundio rentista sólo quiere la renta de la tierra y tomar tierras públicas, el agronegocio moderno solo produce commodities agrícolas para exportación, y la agricultura campesina produce alimentos. Lula y Dilma no querían confrontarlos, y por eso había un ministerio para cada uno de esos modelos”.
Ahora bien, ¿Pueden convivir esos tres modelos productivos? “Ahí está el debate paradigmático. El tema no pasa por el tamaño de la propiedad; no se trata de repartir latifundios en pequeñas parcelas, sino de utilizar la tierra como un bien de la naturaleza para generar vida, lo que implica producir alimentos y dar trabajo y educación a la gente en el campo. El agronegocio plantea todo lo contrario; impone una escala de monocultivo, solo soja, trigo, maíz, ganado, caña de azúcar y algodón, que es nuestro caso; pero la gente no vive sólo de esos 5 productos. Tiene que ver con una cuestión de cambiar el modelo”, respondió el referente del MST.
El problema, según Stedile, está en cómo se utiliza ese bien de la naturaleza; si es sólo por ganancia propia, para generar commodities o para generar alimentos para todos, para lo cual, remarcó, “se necesita del Estado para establecer justicia en los mercados. El Estado debe organizar mercados institucionales. Es cierto que Dilma y Lula no lograron la reforma que queríamos, pero hicieron políticas para lograrlo”.
Stedile recordó que la primera posibilidad de hacer una reforma agraria en Brasil fue en la década del ´60. “Ya en toda Latinoamérica, por influencia de la revolución cubana, había un clima pro reforma agraria, y aquí en Brasil teníamos un gobierno de izquierda, el de João Goulart, quien, bajo la influencia de Kennedy que gobernaba en Estados Unidos, acordaron en una reunión en Uruguay, que la salida de Latinoamérica para impedir la reproducción de otra revolución cubana, era si se hacía una reforma agraria”.
“Pero la respuesta de las oligarquías en todo el continente no fue el de hacer reformas agrarias, y entonces mataron a Kennedy en Estados Unidos, y se propagaron las dictaduras militares”, agregó Stedile.
El referente del MST en Brasil manifestó que, aunque en esos años hicieron muchas tomas de tierra, eso no alcanzó para alterar la concentración de la misma. “Tenemos alrededor de un millón de familias que conquistaron tierras, y tenemos 15 millones de hectáreas tomadas de latifundios, pero no fue suficiente”, explicó.
Stedile narró que la fuerza motora para lograr las tomas de tierra es la masividad: “Hemos aprendido desde tiempos de Zapata- uno de los líderes militares y campesinos más importantes de la Revolución mexicana-, que las tomas de tierra siempre deben ser masivas; ahí está nuestra fuerza. En Brasil, incluimos a toda la familia: mujeres, niños y ancianos, para garantizar esa masividad. Todos van a la toma de tierra, y ahí se arma un conflicto social. Algunas veces, si los ocupantes son pocos, el latifundista utiliza la violencia para echarlos Por eso nuestra táctica es hacer tomas de tierra con mucha gente, y así el latifundista no podrá resolver la cuestión a balazos, como era costumbre”.
Hace poco, Stédile presentó el libro “Experiencias de Reforma Agraria en el mundo”, de editorial Batalla de las Ideas El capítulo argentino fue prologado por Lautaro Leveratto, coordinador nacional del MTE Rural (Movimiento Trabajadores Excluídos – Rama Rural), que nuclea a pequeños productores. El libro contiene una serie de informes sobre la reforma agraria en el mundo, relata las experiencias en los países que han vivido el proceso. Al mostrar ejemplos, Stedile señala que “es imposible querer copiar modelos, porque cada país tiene una correlación de fuerzas y luchas específicas con sus propias características”.
Acerca del caso argentino, Stedile dijo que “allá no hubo ninguna experiencia. Pero en Uruguay sí hubo procesos de reforma agraria. Hizo algo muy parecido a lo de Haití, sólo que sin revolución. Artigas, en su momento, hizo que los pobres del campo del Uruguay tuvieran acceso al derecho de la tierra. No llevaba el nombre de reforma agraria pero sí de ley agraria y se garantizó el acceso del campesino a la tierra”.
Publicada originalmente en Bichos de Campo.