Por Erica Soledad Ferreyra. Quinta entrega de los ensayos sobre rock argentino en manos del Seminario “Las letras de rock en Argentina después del 2001”. Hoy, otra vuelta de tuerca sobre Jessico.
2001 Odisea en el espacio… social. El desmembramiento a la orden del día. Se les viene la noche a los cuerpos. Lo social se fragmenta en percepciones acerca de lo que se desmorona: quejas, calenturas, ruidos de cacerolas, olores que marean y dispersan, imágenes que se agolpan para contar lo que sucede, para reproducir lo que pasa. La Alianza no funciona, la unión de los distintos se convierte en peripecia fallida. A través de ese cuerpo social desmembrado irrumpe el cuerpo Pop Art: Jessico, de Babasónicos. Me atraen sus letras como cuerpos.
“Lo importante es olvidar” la forma entendida, la anatomía tradicionalmente aprendida y también, por qué no, la letra reproducida, para poner el cuerpo al momento de la escucha y producir novedosas formas de no decir lo mismo.
¿Por qué Jessico otra vez trece años después? “Quizás porque no soy un buen poeta puedo pedirte que te quedes quieta hasta que yo termine estas palabras”, y en el movimiento sísmico babasónico actual, en esta “aduana de palabras” que sobre todo no paran de circular, Jessico es el cuerpo que puedo desmembrar dándole una mirada al atrás. El cuerpo recortado o fragmentario de las letras de Babasónicos, en oposición a una falsa organicidad, inmola la linealidad y la posibilidad de aprehensión: “no voy a ser prisionera/de tu organismo feudal”.
Así como el cuerpo pop que Warhol le da a Marylin Monroe no es un cuerpo entero, Babasónicos le pone voz al cuerpo desmembrado. Son partes sexuadas, son miembros inconexos, no reproducen, son Jessico. Apela a la baba, al contragusto y a la construcción discursiva de lo per-verso. Las letras de Jessico son babosas, imponen desde las posibles escuchas malentendidas nuevos cuerpos que necesariamente se escapan del verso.
La ruptura de la prosa continua que se condice con los flashes que dentro de las letras del disco hacen zoom fotográfico en fragmentos (del discurso, del cuerpo, de la sexualidad, del ritmo): “en el éxtasis del flash, con la estrella omnisexual”
Todo el tiempo del disco es, a mi escucha, una sucesión de hiatos, juegos, suspensos, cambios en la voz, saltos hacia atrás. A su vez, este avance espasmódico permite romper la fijación y presentar en las letras a personajes provocadores, sexualizantes, atractivos en la repulsión, en última instancia la versión ensayística y perversa de un quiebre con lo impuesto, es decir, traer a la escena las bambalinas (Camarin sirve como ‘’ilustración’’)
¡Por qué no Jessico otra vez trece años después!