Irene Montero, secretaria política de Podemos, ex ministra de Igualdad del Estado español e integrante de la Internacional Feminista, llegó al encuentro “Radicalizar la democracia” que se realiza hoy y mañana en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. La entrevistamos en exclusiva.
Por Redacción Marcha
En Argentina, el movimiento feminista forma parte de los entramados populares que históricamente tensionan las relaciones de poder en las calles y de la mano de las organizaciones sociales; sin embargo, la llegada de nuestros aprendizajes a la construcción de políticas públicas es muy reciente. Es paradójicamente algo que se le cuestiona desde el discurso marketinero de la extrema derecha: que son casta, parte del Estado, las poderosas. En realidad, y sobre todo en América Latina y el Caribe, las democracias nos deben muchísimo.
Invitada por la Fundación Rosa Luxemburgo, Irene Montero, secretaria política de Podemos, ex ministra de Igualdad del Estado español e integrante de la Internacional Feminista, llegó al encuentro “Radicalizar la democracia” que se realiza hoy y mañana en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires con el objetivo de debatir y ser cada vez más.
La entrevistamos en exclusiva para Marcha Noticias para hacer lo que no siempre podemos, realizar balances y abrazarnos para resistir y avanzar más allá de las fronteras.
*
Irene, ¿qué balance haces del Ministerio de Igualdad de España y por qué no se llamó de Mujeres, Géneros y Diversidad? ¿Cuáles son las diferencias más allá de lo nominal?
En realidad no nos dejaron elegir el nombre. En España esta es la segunda vez que existía un Ministerio de Igualdad. Había existido una vez solamente antes, en la segunda legislatura de Zapatero. Y se llamó Ministerio de Igualdad en ese momento. Entonces la única opción que nos dieron, nosotros intentamos ponerle y dar varias opciones de otros nombres diferentes porque ya teníamos esa reflexión de que no se trata solo de que haya más mujeres en puestos de responsabilidad sino que la clave es que sean mujeres feministas o personas feministas haciendo políticas públicas feministas y transformando las que hay en feministas. Pero no nos dejaron y éramos el socio minoritario y pensamos que aunque los nombres sirven para crear realidades también era más importante pelear las competencias que íbamos a tener y otras cuestiones antes que ese nombre. Por eso se llamó y se llama Ministerio de Igualdad.
Sobre el balance, lo más importante es que la experiencia del Gobierno de coalición -no solamente del Ministerio de Igualdad-, demuestra que las cosas sí se pueden cambiar. Su característica principal es que ha sido el primero de la democracia en España; la primera vez que se rompía una cláusula de exclusión histórica según la cual solo podían acceder al Gobierno el Partido Socialista y el Partido Popular, y la gente que pensaba como nosotras no tenía derecho a que sus representantes estuviesen. Hicieron falta cuatro repeticiones electorales para que el Partido Socialista aceptase gobernar con nosotras.
En ese momento nos decían que no se podían muchas cosas, que no se podía subir el salario mínimo, que no iba a salir adelante una ley trans, que no íbamos a poder limitar el precio de los alquileres, que la intervención del Estado en sectores estratégicos de la economía, por ejemplo para poner un tope al precio del gas o de la energía, era algo bolivariano y una cosa que atentaba contra el libre mercado y lo hicimos, subimos el salario mínimo y la economía no se hundió y lo que pasó es que la gente vive mejor porque cobra un salario más ajustado al trabajo que realiza y sobre todo a las necesidades vitales, sacamos adelante la ley trans sin enormes problemas y siempre se puede aspirar a más.
Cuando digo que la principal conclusión es que sí se puede, no quiero decir que esté todo hecho o que lo hayamos hecho todo o que hayamos conseguido el máximo de nuestras aspiraciones pero sí más de lo que la inmensa mayoría de la gente creía que era posible. Hemos terminado poniendo un tope al gas y un precio tope a la cadena de las mascarillas, a productos de primera necesidad y hemos limitado por ley el precio de los alquileres ya que la vivienda es un grandísimo problema en España; eso parecía imposible y se ha conseguido.
Entonces esa es la principal conclusión: que cuando las feministas ganamos espacios de poder podemos usarlos para transformar, también con mucha conciencia de cuáles son los límites. De que estábamos gobernando en minoría, que no hemos conseguido todo lo que queríamos pero es una conclusión de esperanza; de esperanza no ingenua. Los cuatro años que he sido ministra he tenido siempre físicamente muy presente a nuestros adversarios; entonces, no digo ni que sea fácil que las cosas pasen ni que consigamos todo lo que queremos pero si hay equipos humanos, no una sola persona, siempre en colectivo, si hay grupos dispuestos a transformar y a pelear a pesar de las dificultades, a pesar del costo político, es posible cambiar y ese es un mensaje de profunda esperanza. Porque nosotras estamos acostumbradas a perder casi siempre, a que no se nos tenga en cuenta, a que nuestros derechos se vean vulnerados; entonces, saber que las cosas pueden ser de otra manera, que no tenemos por qué resignarnos me parece el mensaje más importante. Especialmente en momentos en los que acá hay muchas compañeras que lo que tienen más presente emocionalmente es la derrota que supone que un señor tan reaccionario como Milei sea el presidente de este país.
¿Cómo protegemos la institucionalidad de género y LGBTI+ conquistada?
Ese es uno de los grandes puntos de ataque de nuestros adversarios y de la reacción: la presencia de compañeras feministas en los espacios de poder, no solo en las instituciones, también en los medios de comunicación, en el poder judicial o en el poder económico como una tarea imprescindible. Las feministas a nivel internacional, los feminismos con todas nuestras diferencias y diversidades, tenemos muy claro que el sistema no funciona, que poner parches no sirve y que tenemos que cambiar todo. Estamos proponiendo un cambio radical en el sentido de ir a la raíz de las cosas, de preguntarnos por lo importante, de ir a lo esencial, cómo nos queremos organizar como seres humanos para que la vida sea posible, para que no nos maten o no nos agredan sexualmente por ser mujeres, para que nuestros espacios de vida sean seguros. Cómo garantizamos que todo el mundo puede ser quien es sin sufrir discriminación o sin tener miedo a que se vean vulnerados sus derechos o a la violencia; entonces, si lo que queremos es una transformación profunda necesitamos estar en todos los espacios donde se toman decisiones, en todos los espacios de poder. Aún sabiendo que eso es una relación compleja, porque la relación de los movimientos feministas con las instituciones es necesariamente complicada, porque el feminismo dice, esas instituciones no me representan, no me garantizan mis derechos.
Entonces, de partida es muy difícil mandar compañeras a confiar en que se pueden transformar las cosas desde un espacio que normalmente es hostil o tú percibes como hostil hacia ti, ¿no? ¿Cómo vamos a mandar compañeras feministas al ámbito judicial si hasta la propia ONU reconoce que la justicia patriarcal existe, que existen sesgos en los sistemas de justicia que desprotegen a las mujeres? España tiene condenas por haber desatendido y desprotegido a mujeres, por ejemplo, a madres protectoras que los agresores han terminado asesinando a sus hijos e hijas Por tanto, es una relación compleja, es difícil, pero es imprescindible estar en todos los espacios de poder, y a partir de ahí ir siendo capaces de transformar y de construir el mundo que queremos, porque ésta es fundamentalmente una batalla de poder.
Nuestro adversario sabe que cuando una compañera está en una posición de más protagonismo o de entrar allí donde nunca hemos entrado -le toca ser ministra o ser una jueza-, empieza la violencia política. También cuando eres un liderazgo social, ¿no? Como Berta Cáceres o Marielle Franco. Y el objetivo de esa violencia es frenar los cambios y eso se hace a través del escrutinio, la estigmatización de compañeras concretas; también para que dudemos las unas de las otras. Para que al final digamos, a lo mejor esta compañera ya no está en el mismo proceso político que yo, a lo mejor ya lo único que busca es estar ahí, ya ha traicionado, o a lo mejor no lo ha hecho bien, se ha equivocado y no hay que prestarle apoyo, o si le presto apoyo y voy a tener yo también una enorme consecuencia porque si le están haciendo esto a esta compañera que es ministra o a esta compañera que es diputada, a esta compañera que tiene este poder, ¿qué no me van a hacer a mí que no tengo ningún poder? Esa violencia política el adversario la sabe muy bien y es éxito asegurado para ellos y por eso nosotras tenemos que hacer mucho trabajo de lo contrario, de mantener nuestros vínculos aunque muchas veces sean muy complejos porque la relación del movimiento con la institución, ya sea la política institucional o la justicia o los medios de comunicación siempre es muy compleja.
Venimos conversando sobre la construcción de un proyecto político feminista. ¿Qué demanda este proyecto y cómo convive con las lógicas de los partidos polítcos tradicionales? Pensando también en los espacios progresistas en los que a veces se suele pedir moderar la impronta feminista.
Es uno de los grandes errores de la izquierda que además no tiene ninguna base analítica, es simplemente mentira. Los gobiernos y los procesos populares están sostenidos en el empoderamiento y el ejercicio de los derechos de las mujeres. Son ellas las que están ganando las elecciones, los procesos electorales a favor de gobiernos populares. Entonces, y por otra parte, en términos políticos, ya no solo electorales o de política institucional -ya que es fundamental ganar elecciones y estar en los gobiernos-, como parte de un proceso político que va más allá, porque el motor de las transformaciones son los pueblos, no los gobiernos. Aunque los pueblos necesitemos los gobiernos para transformar. Pero en ese proceso político más amplio que estamos viviendo, en que es evidente que el capitalismo en fase neoliberal está terminal, en una crisis muy profunda, y quienes quieren sostener ese sistema de privilegio lo tienen muy complicado. De hecho, lo que hacen los reaccionarios cuando ganan, como Milei, es reforzar los elementos más crueles y descarados; más desiguales e injustos del sistema neoliberal. Van a cara descubierta con una enorme violencia sobre los pueblos, una pérdida de derechos muy agresiva, un cuestionamiento de la democracia y cuando no, dan golpes de Estado. Utilizan la guerra judicial y mediática, es decir, van con el ejercicio desnudo de la violencia y nos demuestran que la democracia -ni en su idea política ni en sus procedimientos- les interesa más que cuando ganan; les interesa como un procedimiento que les sirve para legitimarse. Cuando el procedimiento no les sirve para ganar y sí sirve a los pueblos para ganar, entonces les da igual, golpe de Estado o si cojo las elecciones, gano y después hago cosas como un cambio constitucional encubierto, que es lo que os contáis que está ocurriendo acá. Entonces, nosotras tenemos una clara conciencia de que todo tiene que ser transformado de raíz y eso es lo que le da una gran potencia al feminismo.
Lo grave de esto es que es un análisis de los sectores progresistas o de las izquierdas y creo que es un error de análisis, porque precisamente el feminismo es el proceso político democrático más importante de nuestro tiempo, también porque somos las mujeres las que estamos decantando los gobiernos populares, pero sobre todo porque creo que detrás de eso hay una lógica política que nos lleva a la derrota y nos lleva a entregarle la victoria al adversario. Independientemente de que ellos también sean inteligentes, y a veces nos ganen. Creo que si nosotras ganamos, pero no transformamos. Si nosotras ganamos, pero cuando ganamos decimos hay que moderarse ¡Vaya, estas feministas! Este discurso en España se ha dado. El presidente ha dicho esto: “Irene Montero tengo amigos de 40 y 50 años que están muy molestos con las políticas del Ministerio de Igualdad. Cuando las feministas van demasiado lejos, echan a los hombres a la extrema derecha”. ¡Al contrario! Cuando las feministas estamos fuertes, el país habla sobre el derecho al aborto, el país habla sobre los derechos trans, el país habla sobre el derecho al cuidado, el país habla sobre las violencias machistas, sobre el derecho a la vivienda, sobre el derecho a la salud, sobre el derecho a la educación. Cuando las feministas no estamos fuertes, hablamos de corrupción, hablamos de autoritarismo, hablamos de seguridad, hablamos de todo lo que lleva a ganar a la derecha. Pero sobre todo, sobre todo, la gente no es idiota. Nuestros pueblos no son idiotas y saben que la democracia funciona relativamente, en el sentido de que sí nosotras tenemos un poder, que es el del voto, y tenemos un poder, que es el de la movilización popular, pero el dueño de un medio de comunicación manda más que un diputado, y manda más que un ministro, y el dueño de una gran empresa, a veces, manda más que un presidente. Y a veces los jueces también mandan más que un diputado, o que un ministro, o que un presidente, y pueden condicionar las decisiones democráticas del pueblo. Entonces, si ya tienen eso claro, y aún así deciden confiar en el proceso democrático, y decir voy a confiar en esta gente que dice que se puede avanzar en derechos, si cuando ganamos no lo hacemos, entonces lo que le estamos diciendo es que tienen razón, es que voten a quien voten, estamos contribuyendo a la antipolítica, votes a quien votes nada va a cambiar. Ahí llega la antipolítica, la decepción, la frustración, con la que conecta esa extrema derecha de una forma excelente, por eso yo creo que el principal reto de las izquierdas ahora es precisamente salir de esa gran mentira que es si las feministas avanzan, la izquierda pierde, que es un relato absolutamente falso, a la luz de las evidencias, no solo por convicción yo creo que no es así, y que la pregunta que se haga es puesta a la contraria, ¿por qué crees que incluso en los momentos de mayor oscuridad el feminismo siempre emerge como un tema de conversación social y con una victoria? Porque el feminismo es un proceso político que no se puede permitir preguntarse si hay que moderarse o no, el feminismo es un proceso político que no puede permitirse preguntarse si valen parches o la transformación total, el feminismo es un proceso político que sabe que hay que cambiarlo todo, porque cuando empiezas a tirar de cualquier hilo el derecho al aborto, o la educación sexual, o las violencias machistas, al final dices, pero bueno, ¿qué pasa? ¿Cómo está organizado el mundo? El mundo es posesión de los hombres blancos heterosexuales, y fíjate que esto, si lo lees en España dirán, “ya estamos con el cliché del hombre blanco heterosexual”. Pero es que el mundo tiene que cambiar su base de organización del poder y de la vida, de la economía y de la sociedad, entonces por eso el feminismo vuelve a emerger una y otra vez, y parece como que nunca lo matas, por mucho que el adversario lo intente y no sitúe como el principal foco de los ataques, El feminismo nunca se hace la pregunta de si es necesario moderarse para ganar, o si es posible poner un parchecito en lugar de ir a por todas, y también porque los feminismos tenemos derecho a ir a por todas. ¡Somos la mitad de la población, somos un montón, sí lo somos!
En una época de concentración de la atención, ¿cómo volvernos más visibles? ¿Cómo podemos volver a que ese discurso feminista sea tendencia?
Una de las cosas que más me ha sorprendido de esta vez que he venido a Argentina, es la emocionalidad de muchas de vosotras, de muchas compañeras. Ese sentimiento de enorme dolor por la derrota por un lado, y por otro, esa sensación que produce también la derrota, pensar que no se va a salir de aquí, que de repente te olvidas de tu propia fuerza que es también el efecto de la violencia sobre nosotras. Se enfrentan a un personaje profundamente reaccionario, y ése es su proyecto político, el de afianzar los elementos más crueles, desiguales e injustos del sistema neoliberal. También es una revancha, un ensañamiento con un pueblo que se ha atrevido a soñar y a decidir su propio futuro y a tener o querer un Gobierno para sí y no para los buitres o los especuladores y poderosos. Las compañeras argentinas nos lo dicen todo el rato, no es solo violencia, es crueldad, es el disfrute de la violencia, tiene que ver con el disciplinamiento. Si os atrevéis a soñar, si os atrevéis a hacerlo posible, las consecuencias van a ser devastadoras para vosotras, entonces mejor no os volváis a atrever a hacerlo.
Entonces, lo comprendo. Porque además no es lo mismo saber lo que ha pasado a lo largo de la historia que vivirlo, pero os seguimos queriendo, admirando y confiando en vosotras igual que cuando habéis tenido las victorias más importantes del mundo. En la pandemia, el mundo entero y las feministas de todo el mundo vibramos todas en nuestras casas encerradas mientras las calles de Argentina estaban llenas de vida conquistando el derecho al aborto. Pues, ahora es otro momento, porque no se gana siempre, porque las cosas importantes cuestan y nosotras estamos más acostumbradas a perder que a ganar y aunque cuesta más perder cuando has ganado que perder cuando llevas perdiendo muchos años, pongamos en el centro nuestra mejor tradición democrática. Y Argentina y el pueblo argentino es un ejemplo en eso y las feministas argentinas han perdido muchas veces y de esas derrotas han seguido adelante hasta conquistar nuevas victorias; entonces seguimos confiando en vosotras y confiando en vuestro poder y fuerza. Sois más fuertes que Milei; aunque nos hayan ganado unas elecciones, es así.
Por último, en los últimos seis meses Israel no detuvo el ataque sobre Gaza que ya lleva cerca de 30 mil personas muertas ¿La causa palestina es una causa feminista?
El feminismo y la paz son los procesos políticos democráticos más importantes del momento. Las feministas tenemos una larguísima tradición en la defensa de la paz. Pienso en Clara Zetkin y la Primera Conferencia Internacional, en ese momento de mujeres socialistas, que en la defensa de la paz llegaron a producir enormes rupturas, incluso en la socialdemocracia europea. Precisamente por esto, por mujeres que decían que la socialdemocracia no podía apoyar los créditos de la guerra, estoy hablando de las guerras mundiales. Pero incluso en esos momentos de mayor oscuridad las feministas siempre hemos estado en el lado de la paz. Incluso cuando otras compañeras han tenido dudas. Y es que, si ya para las mujeres una sociedad con paz, teóricamente con paz, es una sociedad enormemente violenta en la que muchos espacios no son seguros, hay agresiones sexuales, violencias machistas de todo tipo, vulneración sistemática de derechos, en tiempos de guerra, las mujeres somos las más dañadas. Antes de la guerra, porque el relato de la guerra necesita otorgarnos un rol que es enormemente sumiso y desprotector de nuestros derechos y durante las guerras, porque además nos ocupamos de las tareas que son más invisibles; del cuidado, del sostenimiento de la vida en un contexto de muerte. Y en la posguerra, la inmensa mayoría de personas refugiadas son mujeres con niñas y niños que huyen de los conflictos y que buscan la seguridad de la familia y de la propia vida. Entonces, sin duda, hay que decir no al genocidio del Estado de Israel contra el pueblo palestino porque es una causa feminista, democrática y humana. Porque no es solo Palestina, es que los pueblos le digamos con claridad a todos estos señores de la guerra que esto no puede pasar en el mundo. No puede ser que haya unos señores que decidan que van a dejar a un pueblo sin agua, sin alimentos, sin medicinas, haciendo amputaciones sin anestesia, derribando el 60% de las viviendas, el 80% de las escuelas. No puede ser que se produzca eso en ninguna parte del mundo, ni en Palestina, ni en ningún lugar. No queremos una humanidad así. Es que este es un momento profundamente ideológico y de principios éticos, políticos, de preguntarte pero ¿qué es la vida? ¿Qué somos como humanidad si permitimos que eso ocurra? Y es tan asquerosa la hipocresía de Europa y de Estados Unidos, porque es cómplice de esto. Netanyahu no podría estar haciendo este genocidio a pleno luz del día, televisado, sin la cómplicidad de Estados Unidos y de Europa. Y entonces tenemos una responsabilidad, porque además como Europa hemos dicho al mundo durante muchas décadas que somos un conjunto de países que hemos pactado la paz y la civilización. Pero claro, nosotros no irradiamos derechos humanos. Nosotros ahora mismo, de hecho, andamos bastante faltas de principios políticos que nos permitan dejar de ser cómplices con un Estado genocida. Y de hecho lo que tenemos que hacer es mirar a Sudáfrica o mirar a Colombia, que están siendo la dignidad del mundo.