Por Victoria Seca y Ruper. Un viaje con historias, rostros, olores y tradiciones de la comunidad islámica. En esta segunda entrega un país que no tiene nada que envidiar al capitalismo porque es él mismo.
“Los gobiernos son a veces tiranos, los pueblos nunca”
Víctor Hugo
Situación III. ¿Verdadero o falso?
– ¡Uh! Este juego me encanta, ¿empezamos?
– Ok. Va la primera: “Su idioma es el árabe”.
– Verdadero, todos los musulmanes hablan árabe.
– No, es falso. Parece que no leíste con atención lo de arriba. El idioma oficial en Irán es el Farsi (o persa), y se hablan muchos más, aunque no reconocidos como oficiales. ¿Vamos a la siguiente?
– Dale, a ver si me va mejor.
– “Su religión es el Islam”.
– ¡Obvio! Desde el ’79 se llama Republica Islámica de Irán.
– Claro, claro, el gobierno por supuesto. Ahora yo te pregunto, ¿vos sos cristiano apostólico romano? Porque eso es oficialmente la Republica Argentina.
– No, no, no, yo no.
– Bueno, resulta que hace unos 500 años la dinastía Safavida impuso como oficial el Islam, pero la cultura persa históricamente tuvo otras creencias.
– ¿Hace 500 años? me suena…
-Vamos con otra: “Hoy en Irán es el año 1.432”
– ¡Verdadera! Ellos tienen otro calendario porque se guían por la aparición de Mahoma.
– Eh, más o menos. En realidad para los árabes que utilizan años lunares es 1.432, pero para los persas, que se guían por el sol, es 1.391.
– ¡No pego una! Falta que me digas que Alá no es Alá.
– Y… no.
– Pero ¿cómo es entonces?
– Ahora me tengo que ir, pero te la respondo el año que viene.
– No, que falta mucho, me muero de curiosidad.
– ¿Mucho? Solo unos días.
– ¿Qué?
– El año nuevo persa, el nowruz, comienza el 21 de marzo.
Situación IV. ¿Y el gobierno…?
Si preguntamos en Argentina qué piensan las personas sobre el gobierno, seguramente algunas nos dirán que les gusta, otras tantas que no, otras que más o menos. Pero en 25 días por Irán no pudimos encontrar tan solo una persona que nos dijera algo bueno de su gobierno. De hecho, los apelativos más comunes hacia su presidente fue el de “monkey man” (hombre mono) y hacia el Ayatola Khomeini “the devil” (el demonio). Y la frase más común “el pueblo Iraní es bueno, el problema es el gobierno”. Nuestra duda era (¿es?) cómo se llegó a esa situación. Y para eso, tuvimos que apelar a conocer un poco la historia.
No importa si caminamos por Teherán, Shiraz, Esfahan o cualquier otra ciudad. Del Mar Caspio al Golfo Pérsico, del desierto a las montañas heladas, en cada esquina, en cada tienda, en cada billete, nos espera la imagen de un hombre con molá negro, barba tupida y gesto adusto. Es el famoso Ayatola Khomeini, el clérigo que fue el líder indiscutido de la revolución de 1979, origen de la República Islámica creada unos meses después mediante un plebiscito popular.
Desde entonces el líder religioso es la autoridad máxima del país, a la cual hasta el presidente debe obedecer. Líder no es una denominación informal sino un cargo político, que ocupó justamente el nombrado Khomeini hasta su muerte en 1989, sucedido luego por Jomeneí, quien perdura hasta hoy. La estructura gubernamental iraní incluye un Consejo de Guardianes, la Asamblea de los Expertos y muchos más. Y sus funciones no se limitan a velar por el cumplimiento (según ellos) del Corán: son también los que aprobarán o rechazarán quien puede presentarse como candidato a presidente y, vaya detalle, son los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas.
Cruzamos la calle y nos encontramos con una foto en blanco y negro, fuera de foco, de un joven soldado. Seguimos y vemos otra: color sepia, armas viejas. Volvemos por un puente (cruzar por abajo es suicida) y nos encontramos con muchas más fotos, que nos recuerdan no sólo la Revolución sino también la guerra con Irak, entre 1980 y 1988. Por aquel entonces Sadam era el niño mimado de los Estados Unidos. Los datos más moderados dicen que murieron al menos medio millón de iraníes en la contienda. Y por supuesto, todos en Irán saben que la lucha fue contra Irak, más Israel, más EE.UU. No les hacía falta el Irangate para saberlo.
Seguimos. Por distraídos, casi nos atropellan al cruzar la calle -está claro que no estamos en Alemania, aquí un colectivero argentino sería Heidi-. Y con las manos sobre el capot del auto que casi nos cuesta la vida, nos quedamos pensativos, no lo reconocemos. No es Fiat, no es Peugeot, no es Renault. ¿Cuál es entonces? Preguntamos y sí, resulta que la industria iraní se da el lujo de producir un auto cien por ciento nacional, algo que muy pocos países (incluido Brasil, sexta economía del mundo) han podido lograr fuera de la tríada EE.UU, Japón, Europa Occidental. Claro que no solo de autos vive el hombre. La gallina de los huevos de oro es el petróleo, pero bien sabemos que tener yacimientos petrolíferos no es condición suficiente para el desarrollo. La propia historia de Irán y otros países más cercanos a nosotros lo demuestran.
Para quienes piensan que al entrar en Irán podrán viajar hacia atrás en el tiempo, montar en camello, alejarse de las delicias ruidosas de las nuevas tecnologías o tejer alfombras con sus propias manos, les tenemos malas noticias. Lo nuevo en telefonía celular y computación aterriza aquí minutos después que en Europa, y varios meses antes que en Argentina. La industria cinematográfica es la tercera a nivel mundial, después de Bolliwood y Hollywood. Tres ciudades tienen una moderna red de subtes, que además están actualmente en ampliación. Existen gran cantidad de autopistas, muchas de las cuales tienen a su lado rutas especiales para camiones, para que el tránsito pesado no entorpezca la circulación. Posee el quinto centro de esquí más grande del mundo. Y así podríamos seguir.
Tomamos un taxi, vamos rumbo a las afueras de la ciudad y vemos un gran complejo universitario. Nos llama la atención y nos bajamos. Allí mismo nos enteramos -aunque no nos dejan entrar porque podemos ser peligrosos- que la Universidad es completamente gratuita. Los requisitos: rendir en examen nacional y una vez aprobado, el Estado garantiza el alojamiento, la comida y los materiales de estudio. A todos, no solo a algunos. Lástima que nos dejaron parados en el estacionamiento, si no habríamos conocido la vida universitaria por dentro. De poder hacerlo, hubiésemos visto con nuestros propios ojos que las universidades son mixtas, a diferencia de todo el resto del sistema educativo, aunque en los últimos años se han creado cursos especiales al que solo asisten mujeres u hombres, y la tendencia es a segregar.