Por Lea Ross
Los campos inundados en distintos puntos del país han puesto en discusión la problemática de las fuertes lluvias. La provincia de Córdoba es un caso testigo que el modelo productivo tiene una responsabilidad central.
Según un relevamiento satelital que realizo el productor agropecuario Pablo Ginestet para el diario La Nación, hubo en total 7.122.018 de hectáreas inundadas en la pampa húmeda. Con esto, se estima una pérdida de 8,7 millones de toneladas de soja, que sería un 15% a toda la cosecha prevista.
El gobierno nacional está tomando medidas para apoyar a los sectores agrarios por las pérdidas. El presidente Mauricio Macri, luego de declarar a las inundaciones como una “catástrofe ambiental”, aseveró lo siguiente: “Fueron muchísimos años en los que no se han hecho obras y las que se han hecho no fueron las indicadas, pero nos hacemos cargo del tema”. No solo un guiño en contra del gobierno anterior, sino también en favor de un sector concentrado, beneficiado por la devaluación y la reducción de las retenciones, que le permitió ganar un 10% más de su producción, según un cálculo de la Fundación Mediterránea.
Actualmente, Córdoba tiene declarada la emergencia agropecuaria en diez zonas anegadas, donde se cultiva principalmente soja. La provincia es un caso testigo que muestra una geografía compleja sobre el origen de esta situación y no a una cuestión de escasez de obras.
Bosque nativo
Hay que señalar que el bosque nativo cumple un rol fundamental dentro del ciclo del agua. Desde su filtración a los suelos hasta la absorción del mismo por las raíces, permite lograr un equilibrio hidrológico dentro de los procesos ecológicos.
Lo que eran 120.000 km2 de bosque nativo en toda la provincia de Córdoba a comienzos del siglo XX, hoy solo queda 6.400km2. Los cordobeses solo tienen un 5% de lo que tenían hace un siglo atrás. En la pampa húmeda, la existencia de bosque nativo es prácticamente cero.
El desierto verde
“Nosotros no manejamos el agua de lluvia, la cantidad que va a llover o que no va a llover. Nosotros lo que tenemos injerencia es en la rotación de cultivos. Hacer monocultivo de soja es una falla del modelo”, señala Pablo Belluccini, ingeniero del INTA de Jesús María a este cronista.
Según un informe del INTA, titulado Ascenso de napas en la Región Pampeana: ¿Consecuencia de los cambios en el uso de la tierra?, en la década de los ’70, en la localidad cordobesa de Marcos Juárez –instalado en el corazón de la pampa húmeda- un 40% de su superficie estaba ocupada por cultivos agrícolas y el resto de forrajes perennes y pastizales. Hoy, los primeros ocupan el 90% de esa superficie.
Los segundos tienen una capacidad de absorción de agua de entre 1500 y 2000 milímetros. Sin embargo, millones de sus hectáreas reemplazas por cultivos agrícolas –sobre todo de soja- disminuyeron esa capacidad a tan solo de 500 y 800 milímetros. “De esta manera, las pasturas y pastizales generaban menores ingresos de agua a las napas (freáticas) y, en aquellos lugares o períodos en los que éstas se acercaban a la superficie, se registraba un consumo más intenso, mientras que los cultivos anuales modificaron dicho balance, incrementando el ingreso de agua y limitando los egresos por consumo, empujando los niveles freáticos hacia la superficie”, señala el trabajo realizado por Nicolás Bertham y Sebastián Chiacchiera. Ese empuje del agua hacia la superficie es lo que origina las inundaciones.
Hace 40 años las napas freáticas se encontraban a 11 metros bajo tierra. En la actualidad están a tan solo 1 metro. Para el informe del INTA, explicada mediante variables estadísticas, un 60% del crecimiento de la napa a la superficie es por el crecimiento de los cultivos, mientras que la cuestión específica de los campos de soja, la explicación alcanza un 70%.
“Si yo voy a hacer soja, sobre soja y sobre soja, continuamente en el tiempo, en algo estoy errando. La naturaleza va a reaccionar de alguna manera. De hecho, evidentemente lo demostró. No lo estoy diciendo yo, lo dicen todos los especialistas y lo estamos viendo”, señala Bellucchini.
“Si no se modifican las rotaciones o el uso de la tierra, con el objetivo de incrementar estratégicamente el consumo de agua, sobre todo en los años en que las precipitaciones superan la media, no sólo se seguirá incrementando el nivel freático, sino también la superficie, con un alto riesgo de anegamiento en algún momento del ciclo del cultivo”, concluye el informe.
La palabra oficial
“Nosotros tenemos un problema estructural que se ha generado en la zona más productiva de Córdoba que es que al sembrarse soja, la soja solo absorbe 700 milímetros al año. O menos. Me lo decía el secretario de Recursos Hídricos: con lo que se avanza la soja para las regiones más secas, absorbe nada más que 500, 600 milímetros. ¡Y llueve más de 1.000!”.
Quien dijo esto fue nada más y nada menos que el actual gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti en un video institucional de la provincia, en enero de éste año, cuando se declaró la emergencia en el sur provincial, fruto de las primeras inundaciones de 2016.
Es la primera vez que el gobierno cordobés reconoce que el monocultivo sojero produce impactos ambientales negativos.
Finalmente, cierra el especialista del INTA de Jesús María, con una mirada más alejada a responsabilizar solamente al cambio climático: “Hablar de biodiversidad es muy importante, pero hay que tener en cuenta que el productor siembra para hacer un negocio. No siembra porque le gusta ver plantas de soja. Entonces, tenemos que tratar de que la producción sea sostenible en el tiempo. Y claramente, el monocultivo de soja no es sostenible en el tiempo”.