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    Inmenzo

    12 noviembre, 20137 Mins Read
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    Inmenzo

    Por Enzo Fabricio Mastropiero. Un día como hoy pero de 1961, nacía Enzo Francescoli, uno de los máximos ídolos del fútbol de nuestro continente. La fineza de su juego y la belleza de sus goles lo llevaron a ganarse el mote de Príncipe, reconocido en todo el mundo.

    Francescoli nació un 12 de noviembre de 1961 en Capurro, un barrio de Montevideo, capital de Uruguay. Hincha de Peñarol, herencia recibida por su padre, probó suerte en las inferiores del “Carbonero”, luego de jugar al baby futbol en el club del barrio Cadys Real Juniors. Sin embargo, desde el conjunto aurinegro lo rechazaron, argumentando que era “muy chiquito, muy flaquito”. Y lo mismo le ocurriría, paradójicamente, en River Plate de Montevideo.

    Con la perseverancia que marcaría su carrera, se iría a probar a Montevideo Wanderers Futbol Club. Allí su padre había jugado en inferiores, carrera que no prosperó debido a la necesidad de trabajar que corría por esas épocas. Pero Enzo, aquel 22 de julio de 1976 con 15 años sería fichado instantáneamente por el humilde club de la capital uruguaya, donde se iniciase años antes el ídolo rioplatense Obdulio Varela.

    El 9 de marzo de 1980, el Príncipe escribiría la hoja inicial de su historia en el verde césped, debutando en la primera de Wanderers en la victoria 5-0 de su equipo frente a Defensor Sporting. Ese torneo, el “bohemio” (como se apodaba a Wanderers) conseguiría el subcampeonato detrás de Nacional, multicampeón de América y del Mundo por aquel entonces.

    Al año siguiente, el equipo del Enzo quedó tercero, detrás de Nacional y Peñarol pero el logro más importante ese año vendría sin dudas con la camiseta celeste: se consagraría campeón del Sudamericano Juvenil Sub-20 con la selección uruguaya, venciendo en la fase final a Bolivia, Brasil y Argentina. Ese logro permitió, con solo 19 años, dar al Enzo dos de los pasos más importantes de su carrera. Meses más tarde, en febrero de 1982, debutaría con la Selección Mayor de Uruguay y llamaría la atención de River Plate, en Argentina y el Milán de Italia.

    Finalmente sería el conjunto de Nuñez, ese que llevaba el mismo nombre que el conjunto uruguayo que lo había rechazado años atrás por “flaquito”, donde recalaría el joven y habilidoso jugador rioplantense.

    Príncipe en Europa y en América

    En un 1982 complicado para el conjunto millonario, en el que perdió varias de sus figuras (Alonso, Pasarella, Kempes, entre otros), los ojos se depositaron en el joven delantero uruguayo. Luego de todo un año de tediosas negociaciones, Enzo Francescoli se convirtió el 21 de abril de 1983 en jugador de River Plate.

    A pesar de que sus primeros partidos con la banda roja generaban expectativa en los hinchas, el conflicto que atravesó River por aquel entonces entre jugadores y dirigentes caló hondo en el rendimiento del equipo. Así fue que en su primer año de este lado del charco, River terminó en el puesto 18, en un campeonato de 19 equipos. Pero no todas eran pálidas, ya que aquel año lograría alcanzar su primer título con la Selección uruguaya. Con un gol suyo en la final ante Brasil, se coronaría campeón de la Copa América.

    Sin embargo en 1984, su suerte en River empeoraría. El por entonces entrenador Cubillas no lo tendría en sus planes, y la intención del conjunto de Nuñez era hacerlo migrar al América de Calí. Pero esa perseverancia que había logrado hacerlo crecer en Wanderers sería su carta fundamental para revertir su situación. Jugando en una posición que lo incomodaba (volante por derecha),empezaría a convertirse en uno de los mejores jugadores del equipo. Así llegaría a la final del campeonato, que perdería de forma aplastante con Ferrocarril Oeste. Ya con el Bambino Veira al mando, la cara de River cambiaría y con ella la suerte del Enzo. En 1985 el equipo cambió, pero esto no se plasmó en resultados. Sí para Francescoli, que en 1984 fue el goleador del Campeonato Nacional, y la fineza de su juego se fue puliendo partido a partido.

    Así llegó 1986, donde se vería parte de los mejores destellos de aquel ex botija “bohemio”.  En la pretemporada haría el gol quizá más recordado de su carrera: en un amistoso con Polonia, sobre el final y con el marcador empatado en 4, el Enzo empalmó una pelota en el borde del área grande tirándose de chilena y la puso junto al palo izquierdo del arquero. Meses más tarde llegaría el primer título con River, y la participación (no muy grata) en su primer Mundial.

    Su nivel, reflejado en estos logros, extendería su Principado al fútbol francés. Luego de la competición mundialista sería transferido al Racing de Matra, donde jugó 3 años. En 1987 conquista su segunda Copa América, y en 1988 sería elegido el mejor jugador extranjero de Francia. En 1989 su pegada, su habilidad y su juego sutil cautivarían las pupilas del Olympique de Marsella, club donde solo jugaría un año y se consagraría Campeón de la Liga Francesa.

    En 1990 diputaría su segundo Mundial, nuevamente sin pena ni gloria, y sería transferido al Cagliari. En el conjunto italiano, el Príncipe jugaría 3 años en un alto nivel. Bajo su liderazgo, se salvaría del descenso y conseguiría una histórica clasificación a la Copa UEFA. Ya 1994 sería un año de transición, donde sería cedido a préstamo al Torino. Este fue el paso posterior a que este ícono uruguayo del fútbol cumpliera la promesa que había hecho al llegar a Francia años atrás: volver a River.

    El regreso a casa y la consagración

    En septiembre de 1994 Francescoli abandona Italia y regresa, después de 9 años, a River Plate. Al año siguiente, conquista nuevamente con la Selección charrúa la Copa América. Sin embargo, aún faltaba el paso más importante a nivel Clubes para el goleador uruguayo.

    En 1986, Francescoli fue cedido una vez finalizada la Copa del Mundo a Francia. En esa segunda mitad del año, el equipo riverplatense del que él había sido parte alcanzaría su primer título continental y su única Copa Intercontinental. Pero el Enzo no había podido formar parte del logro más grande de la institución del barrio de Nuñez.

    Así fue que nuevamente esa perseverancia, un fiel ejemplo de la mítica “garra charrúa”, y a título personal de revancha, el Príncipe lograría convertirse en Rey de América y levantaría la Copa Libertadores a los 33 años de edad. Hacía fin de aquel 1996 disputaría la final Intercontinental con la Juventus, pero no podría alcanzar el hito millonario que se había dado 10 años atrás, cayendo con la Vecchia Signora por 1-0.

    Ese mismo año, ganó con River el Torneo Apertura y al año siguiente se consagró tri-campeón, coronándose en el Torneo Clausura, el Apertura y la Supercopa Sudamericana.

    Luego de una gloriosa carrera y un año y medio de inactividad, sería 1999 el año en el que Enzo Francescoli decidiera colgar el cetro, la capa y los botines de forma definitiva. En una emotiva despedida, con un Monumental repleto de amantes de sus gambetas y sus goles exquisitos, el Enzo se despidió nada más y nada menos que en un partido protagonizado por sus dos amores: River y Peñarol.

    Hoy, cumpliendo 52 años y a 14 años de su retiro el mundo futbolero lo recuerda al Príncipe del Río de la Plata tal cual fue, inmenso.

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