A partir de la investigación de iconografías infantiles, sobre todo de niñeces de sectores populares en entornos urbanos, a lo largo del tiempo. La antropóloga y educadora popular, Greta Winckler, reflexiona sobre cómo las fórmulas visuales moldearon afectos, sentires, políticas, gestos, modos de mirar a los niños y niñas de las barriadas populares. Desde los campos de concentración en Auschwitz hasta el asesinato de Fernando Baez Sosa en Villa Gessel, las imagenes trazan y refuerzan las violencias que existen sobre la pibada pobre. Una propuesta para transformar o contrarrestar imágenes enemigas, elaborarlas, subvertirlas, rebelarse contra ellas. Para que pasen a formar parte del bien común, para que las infancias dejen de ser descartables.
Greta Winckler (*)
Lxs chicxs que aparecen en estas imágenes y en estas palabras comparten modos de vida con aquéllxs con lxs que hace tanto tiempo comparto mis sábados en un merendero del sur del conurbano bonaerense. Desde esa posición -entre la ciencia y la militancia- se escriben estas líneas.
Hoy pensé todo el día en la idea de “infancias descartables”
Los olvidados, Luis Buñuel, México, 1950.
El tema del verano – escucho en la radio- es el juicio por el brutal asesinato de Fernando Baez Sosa, el pibe de 18 años al que mató un grupo de jóvenes -de casi la misma edad- a la salida de un boliche en Villa Gesell, en enero de 2020.
Pienso en las brutales muertes de lxs pibxs pobres, y en este caso en particular, de los varones pobres.
Montaje. Fernando, vivo / del otro lado, una fórmula visual de larga data -la muerte de los pibes de sectores populares. Pero no son sólo los pibes. Esa misma muerte y su representación la encarnan otros sujetos entendidos como subalternos. La foto de Julius Popper y la muerte de un miembro de la comunidad selk’nam hacia 1880 responde a esa fórmula de cacería y trofeo.
Cómo mueren los pibes de las clases populares
Cómo se muestran esas muertes
Y cómo se muestran en general sus vidas
Qué implica que existan infancias descartables (o juventudes, incluso).
Facundo Ferreira, luego de ser asesinado por la policía en Tucumán, 2018 / Facundo y una selfie en la cocina de su casa.
De una ponencia salió un escrito -fue el único que escribí en mi vida que me hizo llorar-. Terminaba con una foto de Facundo Ferreira, el pibe de 12 años que la policía tucumana mató por la espalda en 2018. Era una selfie que él se había sacado en la cocina de su casa.
La foto es hermosa. Pero Facundo ya no estaba.
Ahora viendo el rostro de Fernando, vuelvo a esos otros chicos. Algunos con nombre y apellido.
Otros como fórmulas que tenemos grabadas en las retinas: tirados en el asfalto, o en el agua.
Fotograma de informe televisivo (TN) sobre el asesinato de Facundo / ilustración de Antonelle Rizzo que utilizó la Agencia de Noticias Paco Urondo / fotografía de Aylan Kurdi, niño kurdo, que circuló a partir de lo ocurrido en 2015 / Julius Popper, expedición de cacería de la comunidad Selk’nam en Tierra del Fuego, a fines de la década de 1880, Argentina / fotografía de la caída de Araya (Chile) recuperada de la Revista Sudestada
Montaje para pensar cómo aparecen ante nosotrxs las muertes violentas de lxs pibxs, de lxs pobres, de todo sujeto subalterno.
Como Antony Araya, empujado por los carabineros en Chile en 2020 y caído al río.
Como el niño kurdo de 3 años, Aylan Kurdi, ahogado en las orillas de Turquía en 2015, huyendo de Siria
Como ese panfleto del Rosariazo argentino en 1969, que muestra a los estudiantes muertos por la brutal represión en los afiches de los artistas Juan Pablo Renzi y Carlos Saldi.
Como Fernando, molido a palos en la puerta de un boliche por otro grupo de jóvenes de otra clase social, de otro color de piel.
Panfleto N°2,de los artistas Juan Pablo Renzi y Carlos Saldi, 1971 / dibujo de Juan Pablo Renzi, s/t, ca. 1972-73 / Dibujo del artista mexicano Alejandro Montoya, titulado Cadáver, sección gavetas (SEMEFO), ciudad de México, 1985 / ilustración del asesinato de Facundo de la cuenta @chapaypintura de Instagram
Los pueblos están expuestos, dice el filósofo Georges Didi-Huberman, jugando con esa palabra.
Visualmente -sub o sobre expuestos- pero también en su diario vivir. Expuestos al peligro.
Así pasó con estos pibes, que podrían ser los pibes con los que trabajo hace 14 años en un merendero del sur del conurbano bonaerense.
Me obligo a ver estas fotos horribles y violentas que se nos incrustan en los ojos y nos llegan a todo el cuerpo. Imágenes injustas. Y aún así no cesan de aparecer.
Es una tarea infinita pero necesaria, pienso.
Como cuando aparecieron las imágenes sobre los campos de concentración, en ese momento, in-creíbles. Se necesitó mucho tiempo y una epistemología de la imagen para poder aprehenderlas y que se volvieran un instrumento de justicia.
Anónimo (miembro del Sonderkommando de Auschwitz). Incineración de los cuerpos gaseados en fosas al aire libre, agosto de 1944. “Las posibilidades de evasión de Auschwitz eran tan escasas que la simple emisión de una imagen o de una información -un plano, unas cifras, unos nombres-se convertía en la urgencia misma, uno de entre los últimos gestos de humanidad.” Didi-Huberman, Imágenes pese a todo.
Por qué arrancarle una imagen a ese infierno, pregunta Didi-Huberman cuando mira las fotos tomadas a hurtadillas en Auschwitz.
Mirar es difícil
Pero las imágenes son vehículos culturales, de sentires, afectos, dinámicas, por las que nuestros gestos más elementales toman forma.
Volver a mirarlas es necesario para contra-poner imágenes críticas. para dar-a-ver -ese es mi trabajo como antropóloga y mi militancia, después de todo.
Porque mirar, efectivamente, es difícil.
Y me parece que urge, porque seguimos asistiendo al espectáculo horroroso de ver a los pibes de sectores populares morir siempre igual.
“Las imágenes, no importa cuán terrible sea la violencia que las instrumentalice, no están totalmente del lado del enemigo” (Didi-Huberman).
Transformar o contrarrestar imágenes enemigas, elaborarlas, subvertirlas, rebelarse contra ellas. Para que pasen a formar parte del bien común.
Fotograma de la película Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio, Argentina, 1965.
Hoy volví a la idea de infancias descartables.
Porque los pibes no son descartables.
Pero aún hay que repetirlo.
Imágenes del Merendero y Centro Cultural Les Pibes del Ombú, Provincia de Buenos Aires, donde soy educadora popular. Trinchera de ternura, justicia y cariño.
Epílogo: imágenes justas.
Terminamos de filmar una presentación con dos niños de 5 y 7 años en el Merendero. Quieren ver cómo salió. Uno se aproxima primero a la cámara y le dice al otro, entusiasmado, “¡Vení! ¡Vení que acá estamos nosotros!”
(*) Antropóloga y educadora popular. Todo al mismo tiempo. En ambos campos, las niñeces están en el centro de mi pensamiento.