Por Jesica Farías. En 2013 salió a la venta la primera copa menstrual realizada en la Argentina. Con impactos positivos sobre el cuerpo de las mujeres y el planeta, MaggaCup es una alternativa para la higiene durante el sangrado y para el resto del ciclo.
“Hace cuatro años comenzamos a proyectarla. Armamos la empresa desde la energía de lo femenino, trabajando con los recursos naturales y desde lo vivencial, desde la intuición. Lo que nos permitió seguir sosteniendo el proceso fue confiar en nuestros dones”, rememoró Clarisa Perullini, una de las creadoras –junto con Luciana Comes- del primer producto argentino de silicona atóxica e hipoalergénica para la higiene menstrual: La MaggaCup.
Pero, ¿de qué se trata? Es otro dispositivo que puede utilizarse –y reutilizarse- durante el sangrado, introduciéndose en la vagina de manera similar al tampón, pero con intenciones diferentes. La versión vernácula de la copa, a diferencia del tubito de celulosa, reduce los residuos de la higiene menstrual en un 99 por ciento e insta a un cambio de hábito al respecto, además de promover el cuidado de la salud y el comercio justo.
La copa, segura y poco difundida, fue creada en Estados Unidos en 1937. En diálogo con Marcha, Perullini reflexionó sobre la escasa difusión del producto amigable con el cuerpo, el planeta y el bolsillo. “Que no se sepa del producto esconde un interés”, remarcó y señaló que la fabricación de los tampones y toallitas contamina: la elaboración de productos que no pueden reciclarse impacta punzantemente. Además, esos elementos “no permiten una conexión más profunda” de la mujer consigo misma.
A brindar
MaggaCup salió a la venta en septiembre pasado. Primero fue una idea; después, la necesidad de impactar positivamente en las mujeres, procurando el cuidado; y actualmente, “la necesidad de salir del nicho y hacer que el producto sea universal, más masivo, para empoderar porque todas deben entender que su uso es necesario para darle calidad a la vida, que debemos exigirlo como un derecho”.
“Cuando empezamos, y más allá de la idea romántica, tuvimos que armar una sociedad de responsabilidad limitada (Cíclica S.R.L.). Hicimos un movimiento comunicacional; buscamos que la fábrica que las hace tuviera nuestros mismos estándares y encontramos una en San Martín que se especializa en productos de silicona y diseño de vanguardia. También cubrimos las cuestiones legales y administrativas, al tiempo en que la fuimos diseñando, investigando”, detalló Perullini sobre los inicios. Cuando la copa estuvo lista, el mercado la esperó, deseoso, y así superaron las expectativas de ventas en un 400 por ciento. ¿El secreto? La previa.
“Para instalar el producto fuimos haciendo comunidad. Además, como las copas ya se conocían en Argentina, porque se importaban, había una red ya formada de usuarias y de revendedoras que esperaban MaggaCup con ansiedad. Por eso cuando salió fue un ‘boom’ en ventas”, evocó. Actualmente, la usan unas tres mil mujeres que la adquirieron a través de unas sesenta revendedoras, diversos puntos de venta directos o la tienda online. En ese sentido, las empresarias pretenden ser “las mejores para el mundo”, cambiando el paradigma del éxito por el del cuidado y aspirando a generar beneficios sociales, ambientales, con responsabilidad y transparencia.
Por el cuerpo
“Siempre me interesó el tema de la menstruación, me daba mucha curiosidad desde chiquita y estaba muy atenta a cómo se abordaba el tema socialmente. Además, mi vivencia era bastante traumática, me faltaba educación e información. Solo en mi proceso de conocimiento supe las situaciones tóxicas para el cuerpo de la mujer que significa el uso de los tampones y toallitas. Después, por mi profesión -soy psicóloga y profesora- trabajo con una comunidad de mujeres que también desconocía la temática porque era tabú”, dijo la emprendedora.
Y porque lo personal es político: “El tema de la salud sexual vinculada a la menstruación es un tema de derechos humanos que se liga a lo educativo, a lo sanitario y a lo medioambiental; y es una problemática que el Estado debe asumir. Sobre todo, porque un segmento de la sociedad queda excluida, por la falta de recursos, de gestionar higiénicamente su ciclo, de evitar contraer enfermedades por falta de cuidado”, desarrolló Perullini.
La copa inhibe el crecimiento de bacterias y “al ser simplemente un receptáculo de la sangre menstrual, confeccionado con un material apropiado para su uso intravaginal como la silicona, la copa menstrual es un método práctico e inocuo y de uso sencillo para “esos días”. Permite un mejor conocimiento del propio cuerpo, no interfiere con la ecología vaginal, puede ser usado también durante la noche”, detalló la ginecóloga Ana Coll (MN 30429). También puede utilizarse mientras se realiza actividad física. Otra de sus ventajas es que se vacía con menor frecuencia de lo que necesita cambiarse un tampón o toallita.
Coll, integrante de la Sociedad Argentina de Obstetricia y Ginecología, y Dora Barrancos, una de las directoras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), son dos de las profesionales que apoyan al elemento autóctono que tiene como objetivo, según sus creadoras, sensibilizar sobre el cuerpo y sobre la “la poderosa herramienta de auto observación y conocimiento que encierra el ciclo menstrual”.
Por la casa de todas y todos
Para impactar aún más positivamente, las emprendedoras firmaron un acuerdo con el Banco de Bosques en marzo pasado. Acordaron donar un porcentaje de la venta de cada MaggaCup a esa ONG para proteger del desmonte a un metro cuadrado de la selva misionera. “Así también promovemos el cambio de hábito en lo respecta al cuidado del medio ambiente, reduciendo la huella ecológica que dejan los productos provenientes de la importación”, subrayaron.
Porque MaggaCup cuida un espacio mucho más extenso que el cuerpo propio: la Tierra. Mientras que para la fabricación de las toallitas y de los tampones se usa la pasta fluff, que permite la absorción del flujo, a partir del desmonte de la selva misionera –las mujeres que viven en la Argentina consumen anualmente 10 mil toneladas de ese producto, al tiempo que desechan más de 3 mil millones de elementos de higiene como residuo no reciclable- la copa puede reutilizarse en cada ciclo, y durante cinco años (para favorecer su duración es necesario que sea esterilizada cuando se culmina su uso).
Y el bolsillo también
La copa, que viene en dos talles marcados de acuerdo con la edad y los partos naturales, tiene una perdurabilidad de cinco años y cuesta 350 pesos. Ahora, si cada una calcula la cantidad de tampones o de toallas –o de ambos- que utiliza en un ciclo, luego lo multiplica por 12 y a ese número, lo quintuplica, sin dudas las cuentas darán a favor de MaggaCup. Los números que aportan las empresarias demuestran que al cabo de un lustro, una mujer que menstrúa puede gastar unos 3500 pesos en los elementos de higiene no reciclable. Entonces, ¿convence el cambio?
Además, el proyecto sustentable aporta a los bolsillos de quienes revenden el producto al generar condiciones laborales dignas, sin explotación y promoviendo la igualdad mientras sostienen, sin especulaciones, un precio justo. Las ventajas se cuentan por muchas sobre los detrimentos y merecen una oportunidad, y el aguante hasta coparnos con su uso.