En tiempos de pandemia todas las tensiones se hacen más claras. La actual crisis que estalló con el coronavirus no es la excepción: la batalla entre el ansia de lucro y la vida se ha vuelto más intensa que nunca. Y hoy contamos una historia del lado de la vida.
Por Redacción Marcha | Fotos de Cooperativa INCOB
Pero esta nota no es para presentar una idea abstracta, teórica, ni un debate intelectual, sino para registrar una de las tantas muestras de solidaridad comunitaria que protagonizan a diario la clase trabajadora. Porque en la vorágine de noticias a veces pesa más el anuncio estridente o la noticia lúgubre, que el cotidiano esfuerzo por hacer de éste un mundo mejor.
INCOB (Industria de la Carne Obrera) es un frigorífico ubicado en Bahía Blanca, recuperado por sus trabajadorxs hace más de una década. Tras varios años de gerenciamiento interno, las comisiones directivas que asumieron desde 2016 encararon los desafíos con criterios simples: transparencia, democracia y solidaridad. Comisiones en plural, porque la rotación de tareas y cargos se ha vuelto una regla. Más de 70 personas que cotidianamente trabajan para ganar el sustento. Y lo hacen sin un patrón que les diga cómo hacerlo.
Cuando la pandemia alcanzó al país, y el Estado nacional decidió establecer la cuarentena, la crisis social heredada del anterior gobierno se transformó en una auténtica pesadilla. Millones de personas se ven impedidas de acceder al sustento cotidiano, saliendo a rebuscárselas. INCOB, por ser parte de la cadena alimenticia, estuvo exceptuada de la parálisis económica y continúa produciendo con faenas diarias. Pero lo hace rodeado por barrios enteros de hogares que no logran cubrir sus necesidades alimentarias.
Por eso, ante la necesidad, respondieron con solidaridad. Tomaron colectivamente la decisión de empezar a repartir menudencias. Que el nombre no confunda, una gran parte de los ingresos de los frigoríficos viene de la venta de estas partes de las reses, junto al cuero (cuya demanda estaba en el piso por la parálisis de la industria marroquinera). INCOB dona cotidianamente, en especie y en dinero, a organizaciones sociales. Ahora decidieron donar más, quitándose mercancía que podrían vender para mejorar sus ingresos. Como contó Orlando, en diálogo con Marcha, “entonces dijimos, aumentemos al máximo la capacidad de donar que tiene la cooperativa”. Es decir, sacrificando sus propios ingresos.
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Empezaron donando a conocidxs y rápidamente se hicieron eco de nuevos pedidos. Cuando lo hicieron público, les comenzaron a llover de todas partes. Particulares que cocinan para regalar viandas a sus vecinxs, organizaciones sociales, comedores, merenderos… Llevan a diario mondongos, hígados, quijadas, corazones, rabos, lenguas, entrañas.
Toman pedidos de ayuda sin discriminar, y según el orden de llegada y la faena diaria, reparten. La carga de combustible y empaque fue cubierta por la propia cooperativa, algo que les resultó costoso. Recibieron una ayuda en dinero de parte de la regional Bahía Blanca – Cnel. Dorrego de la CTA para costear estas erogaciones. Una cooperativa apícola local se sumó con entrega de miel. En las tres semanas que llevan con esta modalidad, han entregado más de 3.100 kilos de mercadería. Además, han establecido un sistema por el cual almacenan donaciones de alimentos no perecederos y ropa, que reparten al finalizar la semana. En los barrios aledaños, eso supera la capacidad actual de acción del Estado.
Es importante resaltar que no solo hacen llegar comida, sino que dedican su tiempo. Debido a la pandemia, en el frigorífico se minimizan las actividades fuera de la faena. Una de las pocas presentes es dedicar este esfuerzo diario para hacer llegar alimento a quienes lo necesitan. Y esto significa ofrecer tiempo propio, incluso con costos: son horas que no se pasan con personas, con familiares a cargo, que están en cuarentena a su cuidado.
Pero estas demostraciones de solidaridad horizontal, que no son dádiva, encuentran eco. “No sabés lo que es, nos saludan desde una cuadra antes de llegar”, nos decía Belén. En ese reconocimiento mutuo está la llave.
Esta nota no es una discusión filosófica. No es un panfleto tampoco.
Es un pequeño intento de colaborar para hacer saber que un mundo mejor se construye también ahora, aquí, mientras los bancos se niegan a prestar, mientras las grandes empresas despiden, mientras los dirigentes negocian las condiciones de vida de sus representadxs. Épocas donde denunciar al vecino parece mejor que preguntar cómo está, si precisa algo.
Esta nota es solo un pequeño relato de algo maravilloso que pasa ante nuestras narices y es importante ver.