Por Mario Hernández. Segunda parte de la entrevista realizada a Stella Maris “Pila” Garbarino. Actualmente participa de los equipos de contención a los declarantes en los casos de lesa humanidad en Tucumán en representación del Colegio de psicólogo.
Marcha sigue repasando junto a “Pila” Garbarino, dirigente de la Juventud Universitaria Católica y de Acción Católica durante la década del ´60, el derrotero de aquella juventud y su vinculación con las organizaciones guerrilleras de la época.
–Otro de los protagonistas de aquella época fue el Padre Múgica, a quien tal vez sí podemos asociar más al tema de los curas villeros, porque él trabajaba dentro de la villa. ¿Por qué te parece que se tardó tanto en reivindicar su figura?
-Pila Garbarino (P.G.): Hay sectores de la Iglesia, no solo sectores del Estado, a los que no les interesa poner como ejemplo a alguien como Múgica, que además estaba vinculado a sectores sociales altos y, sin embargo, trabajaba y vivía en la villa. Tenía una fuerte vinculación con la dirección de la Juventud Universitaria Católica (JUC), y era él que siempre estaba en los encuentros, tanto regionales como nacionales, donde se discutían temáticas que no solo tenían que ver con la situación universitaria, sino también con la situación del país.
Como vos dijiste al comienzo, hay que recordar que eran los años de las interrupciones por golpes de Estado, de las democracias condicionadas, de las proscripciones. Entonces, al tratar de conocer y de entender el cómo y el porqué de la proscripción del peronismo, hay que tener en cuenta esto. Nosotros empezamos a meternos más en la lectura y en el análisis, en general veníamos de familias y de una educación como se dice comúnmente “gorila”.
–¿Esa comprensión se da solo por una cuestión meramente intelectual?
-P.G.: En mi caso, empiezo a entender el legado y las transformaciones del primer peronismo: la organización de la clase trabajadora, el aguinaldo, el estatuto del peón, el voto de la mujer; todo nos fue permitiendo comprender que había sido una transformación para la época muy positiva. El conflicto entre la Iglesia y el peronismo estuvo casi desde el comienzo. Más allá de las actitudes de Perón, a nosotros nos permitía ir teniendo una postura crítica frente a la Iglesia como institución.
–La Iglesia fue un factor clave en la caída del Peronismo en 1955.
-P.G.: El bombardeo de ese año se hizo con los aviones pintados con la cruz y la “V”.
–Te referís al bombardeo de la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, que fue el bautismo de fuego de nuestra Aviación Naval, que ya los pintaba de cuerpo entero. “Pila”, hemos mencionado al Padre Múgica, a Angelelli, ¿qué otros sacerdotes podés mencionar?
-P.G.: En Tucumán fue muy importante Juan Ferrante, originalmente era dominico. Lo conocí con su sotana blanca y negra. Después estaban Pascale, Sirotti, Tello.
–Yo lo conocí a Juan en el Frente del Pueblo en 1985, donde él participó con uno de los Villaflor que fue candidato a diputado.
-P.G.: Sí, él estaba haciendo ese tipo de experiencias y lo sigue haciendo, ya es abuelo pero sigue con la lucha. Más allá de que uno pueda o no acordar, para mí su presencia en ese momento fue muy importante. También en Tucumán estaban los hermanos Dip, que organizaban a la Asociación de presos. También estaba “Pepe” García. Excepto en el caso de Juan, los demás no estaban vinculados a los sectores universitarios sino a la FOTIA, a los gremios azucareros, a los cañeros. Se insertaron e hicieron su aporte ahí, generando discusiones y brindando su solidaridad con los familiares. Muchos tuvieron que exiliarse afuera y otros tuvieron exilio interno.
–Esta historia que hace a la Juventud Universitaria Católica, de la cual fuiste dirigente en Tucumán y también en el plano nacional, aporta una cantidad importante de cuadros a distintas organizaciones políticas. Mencionamos a Montoneros, hablaste de las FAR, también gente del PRT y del ERP. ¿En qué momento se produce este quiebre entre la militancia al interior de la Juventud Católica y la pertenencia a estas organizaciones que hemos mencionado?
-P.G.: En mi caso, no fue un proceso tan inmediato. Vine a trabajar a Buenos Aires, a militar por la Juventud Universitaria Católica ya habiendo egresado de la facultad como psicóloga. Cuando regreso a Tucumán, sigo trabajando como psicóloga, sigo teniendo prácticas de Iglesia, asistiendo a actos de misas y comuniones, y comienzo a tener más vinculaciones con Juan Ferrante y con los curas Dip, que organizaban peñas para conseguir fondos. Después fui perdiendo eso. Quizás por críticas y dificultades que tenían que ver más con temas personales, porque me iba dando cuenta de que el proceso y las situaciones que vivíamos eran cada vez más fuertes, nos exigían más, y la Iglesia no nos acompañaba, excepto determinados sectores.
-La Iglesia estuvo muy comprometida con el gobierno de Onganía.
-P.G.: Claro. Entonces todo eso hizo que dejara de frecuentar determinados círculos. Me pedían asesoramiento profesional en instituciones que eran religiosas y empecé a evadir esos pedidos. Después, cuando tuve que salir del país, hubo grupos laicos que me ayudaron y me dieron contención durante mi preparación para salir al exilio, por eso viví para contarlo. No seguí perteneciendo, ni pertenezco a ninguna estructura de la Iglesia en este momento.
–¿Cómo se da la vinculación con la organización política, en tu caso con Montoneros?
–P.G.: Un compañero, que era de la conducción de la Juventud Universitaria, envía un emisario a Tucumán y es quien me incorpora a la organización Montoneros. Empiezo a tener una serie de reuniones y discusiones con este compañero que está desaparecido y me sumo.
–Evidentemente, todas las instancias que agrupaban a distintos sectores de la juventud de la Iglesia han actuado como una suerte de red. ¿Pero cómo se armó Montoneros? ¿Se armó solamente porque un día se les ocurrió secuestrar a Aramburu y se hicieron famosos y todo el mundo quería ser montonero? No, evidentemente no. Ya había una estructura previa con estas características, porque la Juventud Universitaria Católica en aquellos años era una organización de masas.
–P.G.: Hacíamos actos que eran bastante concurridos, lo que llamábamos “peregrinaciones”. Salíamos de la Catedral de Tucumán e íbamos hasta el Cristo de San Javier. Al llegar a la cima había una misa, primeras comuniones, casamientos y tomábamos un tema de discusión para la peregrinación. Por ejemplo, uno de los temas fue el hambre en el mundo, tomábamos documentos de la FAO y la geopolítica del hambre.
Cuando hacíamos las reuniones nacionales o regionales, me daba cuenta que compañeros de otras provincias también estaban buscando algo, pero no lo hablábamos porque las formas de seguridad eran muy estrictas. Transmitir lo que vivíamos en esos años es muy difícil porque todo el conjunto estaba convulsionado, no éramos solo nosotros, también la Iglesia estaba en ebullición.
–Me acuerdo de ser un joven adolescente y mi mamá me mandaba a misa todos los domingos a la Iglesia de San Cristóbal, en la calle Jujuy, que es adonde venía el padre Lefebvre, el fundamentalista francés, que creo que después lo echaron de la Iglesia. Era uno de los pocos lugares dónde podía dar misa.
Días atrás estábamos en la puerta hablando y surgió la idea de hacer un programa sobre la Iglesia porque tiene una presencia muy fuerte en la villa. Como coincidía que estabas en Buenos Aires, me pareció que eras la indicada para contar cómo arranca esta historia.
-P.G.: Nosotros solíamos decir que los Franciscanos, el padre de las Casas, fue el primer cura tercermundista en esta tierra: porque no mataban a los indios, los ayudaba, les enseñaba a trabajar.