Por María Eugenia Marengo // Foto: Justicia por Iara
Mañana será la audiencia por la apelación al fallo que absolvió a Marcelo Cuello, policía de la bonaerense acusado por la violación durante tres años de Iara Carmona.
“Tengo 21 años, fui abusada por un policía de la bonaerense, ex pareja de mi mamá, desde los 11 a los 15 años”. Iara Carmona comienza su relato sin pudor, ni miedo, con la confianza en la seguridad colectiva, con la fuerza que la empodera el no sentirse sola. Fueron muchos los años de silencio, suficientes para empezar una lucha que, reconoce, no es solo por ella, sino por cada caso de abuso, donde el Estado sigue garantizando impunidad.
Fue a mediados de 2011 cuando Iara se animó a hablar. “¿Querés saber por qué a Iara le va mal en el colegio, no tiene amigos, no lo quiere a Marcelo, quiere estar en lo de abuela y todo el día encerrada? Le dijeron sus tíos a Laura Sanabria, su mamá. “Iara tiene una respuesta a todas esas preguntas”.
Laura no lo dudó ni un segundo. “Me pidió perdón. Me dijo que estábamos todas bajo esa misma manipulación, donde el mismo hombre que me abusaba, podía decirme en la cara que en la calle me podían violar”, afirma Iara. De inmediato, fueron hacer la denuncia en la Unidad Fiscal 14 de San Martín. Allí se encontraron con que el personal de la fiscalía conocía a Carlos Marcelo Cuello.
Entre el 3 y el 5 de noviembre de 2014, se realizó el juicio que llevó a Cuello al banquillo de los acusados. Tanto el juzgado de garantías, como luego la Cámara de Apelaciones de San Martín, confirmaron que había pruebas suficientes para imputarlo por los delitos de abuso sexual reiterado en al menos cinco oportunidades, en concurso con corrupción de menores, agravado por la edad de la víctima y la convivencia preexistente. Sin embargo, el Tribunal Oral 3 de San Martín, conformado por los jueces Aníbal Bellagio, Miguel Ángel Bacalhau y Julián Descalzo, decidió absolver al acusado.
La vida de Iara
“Pensaba que mi mamá no me iba a creer, entonces no se lo iba a contar nunca”, dice Iara y explica que recién se lo pudo relatar a sus 17 años. “Antes mi mundo y mi cabeza se reducían al miedo, la manipulación, la inseguridad y el maltrato permanente”.
Las amenazas de Cuello iban junto al uso intimidante de su arma complementaria adentro de su casa. Solía atarla a una silla y utilizar técnicas de la Policía para inmovilizarla. Iara fue perdiendo amigos, encontrando en el encierro y la soledad el único lugar donde refugiarse. Con el tiempo fue cada vez peor; “ya no lloraba ni reía”, y decidió irse de su casa.
Su madre la buscó por todos lados y finalmente la encontró en la casa de su novio, pensando que él la tenía encerrada. “Salgo y veo a mis tíos. Me preguntan qué pasó, y les digo que Marcelo había abusado de mí. Habérselo dicho les cerró un montón de preguntas y, con esas mismas preguntas, a los días se lo dijimos a mi mamá”.
El camino comenzaba. Cuello advertía que se iba a proteger en la “familia policial”. El círculo cerraba. Dos hermanos en la Policía Bonaerense, una hermana en la Federal. Asiduos colaboradores de la Justicia en el tribunal de San Martín. La causa no avanzaba.
“Emprendemos esta lucha, pasando de abogados en abogados, de no tener un lugar donde estar, mi mamá un trabajo, con mi hermana en el medio (hija de sangre de Cuello), porque él también quería verla. Teníamos que tener un abogado civil y uno penal, se vendían y nos sacaban plata”, relata la joven.
La impunidad de su agresor continuó castigando a Iara. Su cotidianidad se transformó en una vigilancia permanente de su entorno, ante el miedo de que algo le sucediera. Todo el tiempo debía estar avisando dónde estaba, a qué hora regresaba a su casa, cambiando su número de teléfono. “Tenía una restricción de acercamiento, pero eso no sirvió de nada”.
Iara decide irse a vivir Misiones, pero antes de viajar le envía una carta a la Presidenta. Le cuenta su historia. Su miedo. La necesidad de que le den una respuesta, una protección. “Pasaron unos meses, estaba en un pueblito de Misiones trabajando, y me llama un funcionario de parte Cristina Fernández, me dice que había visto la causa y que para él estaba avanzada”.
Iara fue clara, le explica que nadie le brindó ayuda de ningún tipo. Le pidió seguridad. “Hasta que no te pase algo, no podemos hacer nada”, le respondió el funcionario; agregó que era una nena caprichosa y le cortó el teléfono. Luego se comunicó con la madre, quien le dio los mismos argumentos que su hija, y le explicó que necesitaban un abogado civil. Desde Presidencia lo consiguieron, pero la familia tenía que cubrir los costos.
El juicio
En el mes de noviembre del año pasado, ante la fecha del juicio designada, Iara regresa a Buenos Aires. Se prepara con un psicólogo y con el área de Asistencia a la víctima de la Fiscalía. “Llegamos con todas las pruebas. Mi relato avalado por peritos y un montón de pericias que me hicieron. Mi mamá declaró como tres horas, y yo también. Me acordé de momentos y agregué más hechos para denunciar que surgieron en mi tratamiento psicológico. En ningún momento hubo contradicciones, respondí todo”. La Fiscalía consideró contundentes las pruebas presentadas en el juicio y pidió 20 años de prisión para Cuello.
Sin embargo, dos de los tres jueces decidieron absolverlo. El juez Bacalhau, a diferencia de los otros dos que lo consideraron inocente, pidió 18 años de cárcel. Los esforzados “fundamentos” del Tribunal, se sustentan, entre otras cosas, en la imposibilidad de las pruebas físicas que pudieran constatar una violación, “la revelación de los abusos lejos está de ser inmediata como regla, aquí la denuncia radicada a casi dos años del último abuso, cerró toda posibilidad de constatación de cualquiera de las secuelas físicas que los ataques debieron dejar en la menor víctima”.
Para Daniela Álvarez, una de las abogadas de Iara, este fue el resultado de un fallo dividido, arbitrario e infundando, que implicó, principalmente, revictimizarla. Cuando piensa en el proceso judicial, reafirma que el resultado sorprendió a todos. “El debate tuvo algunos sinsabores no vistos en otros juicios. Mientras todos pensábamos en una condena y lo necesario que ésta era para que Iara pudiera cerrar una etapa y que en cierta forma le permitiera seguir adelante con su vida, Cuello, pensaba y – así lo manifestaba en voz baja- en el asado del domingo, el viaje a Marruecos, el reencuentro con su familia, la vianda que los policías encargados de “su custodia” le traían, todo ello y a pesar de estar detenido, por otra causa. Sin palabras”.
Carlos Marcelo Cuello estuvo durante todo el juicio esposado. La razón: una denuncia por abuso de armas y lesiones graves al dispararle a un vecino. Es por esa causa que hoy está preso. El encubrimiento entre las fuerzas de seguridad y el aparato judicial se hizo evidente. Bazzano, el abogado defensor de Cuello, es un miembro retirado de la Policía Bonaerense y su esposa trabaja en los mismos tribunales donde se llevó a cabo el proceso judicial.
El día de la sentencia, un auxiliar letrado fue quien leyó el fallo junto con seis policías adentro de un pequeño recinto. “Esa situación nos dio la constancia de que la Policía no solo respalda a este violador por ser Policía, sino a todos. Mi mamá salió llorando y yo me desvanecí. A partir de ahí decidimos levantar la voz”.
Desde ese momento, la lucha de Iara junto a sus familiares no paró. “Empezás a entender que no es un caso aislado y que el fallo fue totalmente misógino”.
Hoy, Iara sigue levantando la voz y junto al movimiento de mujeres su lucha se multiplica. La convocatoria es para este martes 23 de junio en los Tribunales de Casación Penal de La Plata, fecha otorgada para la audiencia de apelación al fallo. “La expectativa es una sola: que se revoque el fallo, que se condene a Cuello”, resalta Daniela Álvarez.
“Ante un Estado que educa con la impunidad, una Justicia que deja violadores y femicidas sueltos, necesitamos de todos para presionar”, finaliza Iara, con la convicción en la lucha colectiva y la urgencia de que la verdad sea alguna vez un antecedente para los tribunales.