Por Red Cetorca. La única verdad es la realidad. En esta ocasión nuestro querido sociólogo de barrio piensa las contradicciones entre el ser y el querer. Somos lo que somos gracias y a pesar de nosotros mismos.
Lo primero que quiero decir es que la FIFA es una mierda y lo segundo es que varios periodistas han hecho del panquequismo un modo de ser. Una vez aclarado lo que me cierra la garganta puedo continuar.
El domingo la Argentina perdió por méritos propios la final contra un clásico rival, y lo perdió no porque Alemania sea mejor sino porque Argentina no se animó a ganarlo. Argentina se conformó esperando a Alemania y no le quitó la pelota; le cerró los espacios, atoró en los últimos metros de su campo a los delanteros alemanes y lo quiso ganar de contragolpe. Y si bien tuvo las oportunidades, no las pudo capitalizar sencillamente porque los goleadores no aparecieron. Alemania, con su aburrido juego, lateralizando y no verticalizando, no encarando nunca a los centrales y abusando de los centros al área, logró “calzar” uno de ellos y la embocó. Fin del partido. Ganador Alemania. Y la FIFA es un nido de mercenarios y hay algunos periodistas que hablan porque nadie les cobra por hacerlo. Otra vez la fuerza de la realidad hace añicos las valorizaciones estéticas y de otra índole que los románticos e idealistas del fútbol se empeñan en repetir.
Más allá del arbitraje del italiano -¿cuándo no?- lo cierto es que tuvimos situaciones para marcar y no lo pudimos hacer. Lo dicho no invalida, casi, lo hecho por la selección; hubo actuaciones memorables como Súper Mascherano, Zavaleta, De Michelis, Garay, Rojo, Enzo Pérez y Romero. Los otros, apenas llegaron a un nivel al que no me atrevo a calificar, pero no importa, se merecen, igualmente, un abrazo y una felicitación. No es mi intención hacer leña del árbol caído. No se puede criticar a una selección que llega a una final. Este hecho, amerita la felicitación. Y la FIFA es una organización mafiosa que lo único que le interesa es facturar y no le importa nada y hay algunos periodistas vernáculos que utilizan su presencia en los medios para decir sus brulotes de siempre.
El fútbol, como ya lo he escrito en otro lugar, es un juego, pero no es sólo un juego sino que implica mucho más. Los hechos que suceden en el campo de juego, generalmente, lo trascienden y este hecho es el que me motiva a escribir. ¿Qué quiero decir? Quiero decir que hemos sido testigos de un hecho que nos indica de qué estamos hechos los seres humanos, y no es precisamente de razón. En contra de los positivistas y los neopositivistas que creen que el hombre se mueve sólo por la racionalidad, el espectáculo que mostró Brasil 2014 nos indica, casi con claridad freudiana, que el hombre es más emoción que razón. Y es fantástico que sea así. La FIFA y algunos periodistas maracanaceros creen que son racionales pero desnudan sus mezquinos intereses apenas escuchamos sus palabras o entendemos sus actos.
El espectáculo de los hinchas argentinos “copando” Río o San Pablo, pintándose la cara, disfrazándose de casi cualquier cosa, cantando sus creativos cánticos tribuneros, cantando el himno nacional como se canta en la cancha –demostrando una originalidad sólo entendida por los futboleros-, exponiendo su corazón ante todos, nos indica que el hombre es eso; emoción, deseo, intuición, percepción y que la vida no es un compendio de estrategias que minimizan los riesgos y maximizan las ganancias sino que es un devenir existencial que sucede en una “dureé” (duración) y que el mundo “…y sus circunstancias” son los clivajes que terminan conformando la realidad. Y la FIFA no lo entiende porque es una mierda y algunos periodistas han vendido sus almas por treinta monedas de lata.
El llanto de Pekerman y el del técnico de Costa Rica, el abrazo del ruliento brasilero a James el goleador de Colombia cuando a este se le acabo el mundo después de la derrota con Brasil, la tristeza de España, Italia e Inglaterra –aunque esta última no sé si se entristeció- o el tarascón de Suárez nos indican que el fútbol no es sólo un juego y tampoco es un negocio, aunque a la odiosa FIFA y a algunos periodistas que nunca se animan a pensar en contra de los intereses de su contratadora no lo adviertan.
En fin; se terminó Brasil 2014 y nos queda un sabor agridulce en la boca. Dulce porque estuvimos allí, en la final y casi que pudimos ganarlo, y agrio por la derrota y por la hijaputez de la FIFA y de algunos periodistas que son como las larvas que viven de la carroña pero que, sumados, no alcanza a cubrir la certeza de la fuerza de las emociones humanas y la belleza de los rostros pintados y la alegría en las calles y esa fuerza identitaria de los países como el nuestro que vuelcan toda su identidad en las calles, en las plazas y en las esquinas de los barrios.
Vivimos casi un mes de humanidad en estado puro y esto solo lo logran muy pocos eventos, uno de ellos es el fútbol y no es gracias a la mafiosa FIFA y sus adláteres comprados; es gracias a la emoción humana y a la grandeza que cada uno de nosotros poseemos sin saberlo. Ahora, hay que esperar Rusia 2018 en donde, nuevamente, las emociones desplazarán a la razón y nos indicarán que no somos esos que nos quiere hacer creer la nauseabunda FIFA, el FMI, el BM, los hold outs, el juez Griesa y los Bonelli, los Pasman, los Feiman, los Laje, los Gonzalez Oro, los Leuco y todos ellos que, siendo tan humanos como nosotros, se esfuerzan por no serlo.