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    Homenaje a Javier Diez Canseco

    15 mayo, 20135 Mins Read
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    Homenaje a Javier Diez Canseco

    Javier Diez Canseco, histórico dirigente de la izquierda peruana, falleció el 4 de mayo de 2013

    Por Manuel Martínez*. Aquel joven de la llamada generación del 68, seguramente la más fructífera y también la más polémica de la izquierda peruana, supo madurar durante 45 años de militancia como un guerrero infatigable por el cambio social en un país lacerado por tantos desencuentros étnico-culturales y sociales.

    No se detuvo nunca: pasó de ser activista y dirigente estudiantil a militante comprometido con la causa obrera, allá en las alturas de La Oroya, junto al proletariado minero. Y antes de seguir debo decir algo no menor: era hijo de una familia aristocrática de renombrada prosapia, su padre era banquero, pero él como cuadro de Vanguardia Revolucionaria eligió vivir con los mineros indios y mestizos, también con los cholos marginales de San Martín de Porres en el conurbano limeño.

    En 1978, siendo candidato a la Asamblea Constituyente, fue deportado junto con Hugo Blanco, Ricardo Napurí y muchos otros nada menos que a la Argentina de Videla. Los candidatos zurdos eran un obstáculo para la “transferencia del poder a la civilidad” que ponía en marcha el dictador Francisco Morales Bermúdez, por entonces en retirada ante la contundencia de los paros nacionales convocados por las organizaciones obreras, campesinas y barriales.

    Morales Bermúdez se vengó, organizó una caza de brujas y entregó a unos cuantos a las fauces de la dictadura argentina. Se salvaron porque un diario de Jujuy publicó que en el aeropuerto de esa ciudad había aterrizado un avión “extraño” y rápidamente se movieron las embajadas. Terminaron echados de la Argentina a Europa.

    No pudieron terminar su campaña electoral en el Perú, tampoco pudieron votar, pero la efervescencia popular, la masividad de las movilizaciones, en fin, el hartazgo con el régimen de Morales Bermúdez, que tres años antes había derrocado al nacionalista Velasco Alvarado, hizo que fueran elegidos en el exilio y que pudieran volver como símbolos de lucha.

    Así, en aquel legendario 1978, conocí a Javier Diez Canseco cuando inició su carrera parlamentaria como miembro de la Asamblea Constituyente finalmente más democrática y representativa de la historia del Perú: sobre 100 miembros, unos 30 eran de diferentes frentes o partidos de izquierda, ya sea trotskistas, comunistas, maoístas, democrático-populares…

    Fuimos adversarios políticos, enfrascados en debates a veces estériles tan propios del setentismo. Eso importa poco ahora. La última vez que hablé con él creo que fue en 1984, en la Municipalidad del Cusco, cuando nos visitó, ya como diputado nacional, luego del triunfo de Daniel Estrada como primer alcalde de izquierda en esa histórica ciudad.

    Recuerdo una de sus preguntas: “¿qué hacemos frente a la dinámica social?”. El Perú se estaba incendiando. Sendero Luminoso había comenzado su brutal “guerra popular” y arrinconaba a la izquierda parlamentaria. Hicimos mucho, sin duda, pero seguramente no lo necesario o no tuvimos la capacidad política para revertir la situación. Los vicios de la izquierda clásica, el sectarismo, el aparatismo, las trampas de la democracia burguesa, en fin, tantas cosas de las que Javier se hizo cargo y nosotros también, impidieron en esos años decisivos construir una verdadera alternativa popular unitaria que frenara el genocidio ya en marcha.

    Creo que entonces fuimos derrotados: los 80 de Belaúnde Terry y Alan García, luego los 90 de Fujimori terminaron con más de 69.000 víctimas como saldo de la guerra interna.

    Todas las noticias luego de la inesperada muerte de Javier han abundado en su larga labor parlamentaria, también sobre su recorrido político en el Partido Unificado Mariateguista y recientemente en el Partido Socialista.

    Ahora sólo quiero referirme a un hecho puntual que lo pinta de cuerpo entero: en 1989, cuando una insurrección campesina en Pucallpa enfrentó la política de Alan García, hubo una feroz represión, con un saldo de ocho muertos, dos decenas de desaparecidos y numerosos heridos. El todavía joven Alan responsabilizó al histórico dirigente campesino Hugo Blanco por los hechos: fue secuestrado, torturado y trasladado a Lima. Allí se dieron cuenta que las actuaciones judiciales eran un mamarracho insostenible y decidieron devolver al prisionero a Pucallpa.

    Blanco se resistió enfrentándose a golpes con los policías y apareció el diputado Diez Canseco: se sentó sobre él para evitar que se lo lleven. Los esbirros vencieron la resistencia de ambos y arrastraron a Blanco a un móvil para subirlo de todas maneras a un avión. Pero el avión no salía. ¿Qué había pasado? Javier estaba abrazado a una de las ruedas de la aeronave venciendo su discapacidad física, poniendo a prueba su coraje. Parlamentarios de izquierda hubo muchos en el Perú, como Javier Diez Canseco tal vez pocos. Por algo fue reconocido en su funeral como el referente de una izquierda que busca reconstruirse. ¡Hasta el socialismo siempre!

     

    * Ex dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores de Perú y miembro del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP)

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