Por Melisa Letemendia @Melisa Sg Foto QUE Digital
“No es la prueba científica la que cierra esta discusión. De ninguna manera. Es la realidad la que cierra la discusión”, Dr. Andrés Carrasco, en el año 2010, en la Cámara de Diputados mientras exponía su investigación sobre los efectos de los agrotóxicos en la salud humana.
En la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, FAUBA, a partir de la proyección de la película “Viaje a los Pueblos Fumigados” se propuso un debate acerca del modelo de producción.Con la participación de Gustavo Grobocopatel, Ingeniero Agrónomo, fundador del Grupo Los Grobo, impulsor y desarrollador del modelo sojero; María Marta Bunge, Técnica en Jardinería, Comunidades Ecológicas y Especialista en Planificación del Paisaje, docente e integrante de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria en la Facultad de Agronomía (Calisa-FAUBA),y Fernando “Pino” Solanas; cineasta y actual Senador por la Ciudad de Buenos Aires.
A pesar de la fina lluvia y el mal tiempo, unas 400 personas colmaron y excedieron con su presencia el aula Magna del Pabellón de Bioquímica de la Facultad de Agronomía (UBA) el pasado 27 de septiembre. Pocas veces en la Facultad de Agronomía se propone un debate entre modelos de producción contrapuestos. A partir de la proyección de la película de Pino Solanas“Viaje a los Pueblos Fumigados” se propuso un diálogo acerca del modelo de producción agrícola.
El modelo de las corporaciones y sus argumentos
En medio de un ambiente candente, mezclado de abucheos, gritos y aplausos del público, comenzó el intercambio. Grobocopatel, autodenominado “El Rey de la Soja”, procedió a explicar su modo de ver la evolución del modelo agrícola: desde la década de 1980, cuando se recibió en esta casa de estudios, la agricultura pasó de ser una actividad sin futuro, a ser un sector de crecimiento vertiginoso, gracias a la adopción del sistema de siembra directa –sin labranza del suelo-, que permitió conservar y recuperar la fertilidad de la tierra. La erosión, principal preocupación del momento, y el avance de la denominada “plaga nacional de la agricultura” (malezas como el Sorgo de Alepo) fueron solucionadas gracias a la combinación de la siembra directa con los agrotóxicos.
En cuanto a sus efectos negativos admitió culpar al Estado que no legisla ni controla bien y a la falta de conocimientos en general. Es así como de forma anárquica- según su definición- se extendió el “modelo pampeano”, basado en un paquete tecnológico de semillas transgénicas -principalmente soja, maíz y trigo- y pesticidas, a zonas de bosques nativos y humedales, difíciles de recuperar e incluso poco productivas.
Entre sus argumentaciones sostuvo que este modelo agroindustrial “democratizó el acceso a la tierra”, y que las expulsiones del campo a la ciudad no fueron tales: simplemente se trató de gente que ya no quería vivir en el campo. También ayudó a mejorar el tipo de agrotóxicos utilizados, “subiendo la vara” cada vez más, mejorando el ambiente, con el objetivo que en un futuro sólo se utilicen compuestos biológicos.
Cuando fue interpelado respecto a la Antología Toxicológica del Glifosato y la resolución del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), que declaró al glifosato como probablemente cancerígeno, tildó las investigaciones como “miradas parciales”, ya que la categoría asignada, Clase II, es la misma que tienen el mate y el café caliente.
A pesar de los silbidos y rechazos generales, el disertante continuó abogando por la convivencia de muchos modelos agrícolas, bajo cierta institucionalidad, donde cada productor elija el método según su conveniencia, porque “Hay gente que murió en Alemania por comer productos orgánicos, y no por eso se prohíben”.
Conforme su mirada, si bien las nuevas tecnologías generaron más desigualdad, la pobreza en el mundo disminuyó, y su modelo a seguir es China que “Tenia mil millones de pobres, ahora tiene treinta mil pobres, y en breve tendrá cero”. Para cerrar, Grobocopatel resaltó la importancia de aceptar otras realidades “Mejor aprender que tener razón. Con la película aprendí y sentí”.
Formación crítica, otro modelo posible
En otra posición, María Marta Bunge comenzó explicando que la CaLiSa-FAUBA surge hace 7 años,como una respuesta a la falta de formación crítica de la universidad, que no reflexiona acerca del modelo económico, sus valores y consecuencias.Su principal consideración resaltó que el problema va más allá de la buena o mala aplicación de un producto: la falla es el sistema en sí, que aplica venenos a los alimentos. “El vigente es un modelo que produce cáncer y muertes, además de envenenamiento y hambre, ya que no tiene como eje la vida sino el negocio de exportación de nutrientes, con gran uso de tierra y agua. El desafío entonces no es aumentar la producción, sino democratizar el acceso a los alimentos. La cuestión tampoco puede definirse como una anarquía, sino como decisiones estratégicas por parte de los grupos de poder que concentran la tierra y los negocios”, expresó Bunge.
Mencionó varias experiencias que impulsan como el Bolsón Soberano, la Feria del Productor al Consumidor, el Sistema Participativo de Garantías de los procesos integrales de producción y el proyecto Reverdecer, dictado para la inserción laboral de la población carcelaria. Rescató también las actividades de investigación que lleva adelante la Cátedra de Genética sobre semillas sin patentes, para los pueblos y para la continuidad de la vida, no para el lucro.
Bunge concluyó que los conocimientos son diversos y necesitan ser divulgados por la universidad, para que el estudiante salga de la ignorancia y sea capaz de distinguir las opciones existentes, para luego elegir a qué modelo y qué país quiere aportar.
Universidad a la medida de las corporaciones
Incorporada a la Universidad de Buenos Aires en 1909, la FAUBA estuvo marcada desde sus inicios por el auge del modelo agroexportador, en el cual la economía se centraba en la exportación de materias primas e importación de productos elaborados -“el granero del mundo”-, y donde ya se visualizaba un aumento de la concentración de las tierras y la riqueza. Entre sus integrantes han pasado nombres que van desde la talla del fisiólogo y Premio Nobel Dr. Bernardo A. Houssay, desempeñándose como docente, hasta el controvertido Julio A. Roca, que fue miembro del Consejo Directivo.
Pasando por distintas etapas influidas por periodos de democracia y dictadura, a partir de los años 90 la Facultad centró su currícula en la profundización del modelo agroindustrial, basado en los avances tecnológicos y los procesos de globalización. En este sentido, junto con cátedras y planes de estudio ajustados al manejo químico del suelo y a la maximización de la producción y ganancia, en la FAUBA también han proliferado los acuerdos con empresas privadas de “carácter confidencial”: si bien son adscriptos por la Universidad Pública, su divulgación sólo puede ser hecha previa autorización de las corporaciones firmantes. Tal como lo señala una reciente investigación del periodista Dario Aranda, para la Revista Mu, los convenios realizados con empresas y organizaciones como Monsanto, Bayer, Syngenta, Don Mario, la Asociación Argentina de la Cadena de la Soja (Acsoja), Asociación Semilleros Argentinos (ASA), entre otras, incluyen desde programas de mejoramiento de semillas, estudios de campo hasta posgrados y seminarios,y si bien la UBA ofrece su prestigioso sello, los resultados obtenidos son cedidos en su totalidad a las empresas signatarias.
Fantasía versus realidad
Con un auditorio donde la mayoría estaba explícitamente en contra del modelo de producción actual, no dejaron de oírse gritos y reproches, durante todo el debate,a Gustavo Grobocopatel. Se pudieron citar unas frías cifras que se intensificaron coincidentemente desde 1996, año en que Felipe Solá aprobó el primer transgénico, con un trámite express que permitió a Monsanto comenzar a operar en nuestro país. Muchas preguntas quedaron sin responderse, y otras tantas sin formularse. Cuáles son sus vínculos con Monsanto. Qué valor tiene la vida de alguien que no conoce. Hasta qué punto la ambición puede justificarse.
El fundador de “Los Grobo” no es un improvisado: conoce más que nadie los impactos del modelo que pregona, y su presencia fue más simbólica que esclarecedora. Luego de recibir reclamos desde la platea, aclaró que no se considera un asesino y duerme tranquilo: si hizo daño, no es consciente de eso, y aunque la película lo impactó, considera que tiene una mirada parcial. Esa parece ser la clave para que el sistema se imponga: confiar en que la ciencia resolverá todos los problemas, evitando las discusiones en la calle “entre gente que tiene sólo creencias o ideas”.
Por eso, a pesar de la esperable-y lamentable- ausencia de la Decana Dra. Marcela Edith Gally, el país debería celebrar que esta Universidad Pública, tan influyente a nivel nacional y latinoamericano, haya encarado por finen su propio seno esta discusión, tan postergada, que esperamos continúe. Una discusión que es posible gracias a las muchas voces, que de manera organizada, se elevan y construyen alternativas para oponerse a un modelo de muerte.